De camino a la Mansión Estrellada, Leila fue a comprar otro regalo para Zoe, así como para Evelyn y Erika, a las que conocía por primera vez.
Cuando Leila terminó de comprar, el coche estaba lleno hasta los topes.
Cuando llegó a la casa de Doria, Daniel y Claudia estaban allí, así como su Juancho.
Juancho, que sólo tiene un año menos que Evelyn y Erika, ya estaba corriendo por todo el jardín, tan rápido que Claudia no podía alcanzarlo.
Cuando logró atraparlo, Claudia le dio dos palmadas en el trasero y le dijo seriamente:
—¿Cuántas veces te he dicho que esto es fuera, no en casa, que corres muy rápido y no miras el camino, que si te caes
Juancho hizo un mohín, agraviado.
Daniel fue al lado de Claudia y lo levantó:
—Vale, no digas nada de él, sólo quería moverse después de ese largo viaje en coche. Por no hablar de que el jardín es plano y nivelado, ¿cómo podría haber caído?
Tenía razón, a Evelyn y a Erika también les gustaba jugar en el jardín, y Édgar hacía tiempo que se había ocupado de los golpes.
Claudia seguía enfadada:
—¿Y qué pasa si se va a otro sitio? La última vez que tropezó con un escalón y se cayó al barro, alguien estuvo angustiado durante días.
Daniel guardó silencio y no dijo nada.
Claudia se levantó y estaba a punto de hablar cuando vio a Leila de pie a poca distancia. Le hizo un gesto con la mano:
—¿Cuándo has llegado aquí?
—Acabo de llegar no hace mucho —dijo Leila.
Mientras hablaba, ella y Daniel asintieron entre sí y Leila añadió:
—Juancho está creciendo mucho.
Claudia miró al padre y al hijo y susurró:
—Sí, los dos son un verdadero dolor de cabeza. Vamos, entremos y hablemos.
—Me encargaré de esto primero —Leila se giró y abrió el maletero.
Claudia vio esto y la ayudó con ello mientras decía:
—Pensé que habías trasladado a tu familia.
—Conocí a Evelyn y Erika por primera vez y no sabía lo que les gustaba a ambas, así que compré un poco de todo.
—Estás haciendo un buen trabajo como tía —dijo Claudia.
Leila no respondió, y Claudia resopló inmediatamente y cambió de tema.
—A esas dos niñas les encanta ser bellas, les encanta todo lo que sea bonito.
—Eso es bueno —Leila cerró la puerta del coche, un poco avergonzada —no sabía que tú también venías, por eso no le compré un regalo a Juancho, lo compensaré la próxima vez.
—Juancho recibe bastantes regalos de Zoe cada vez que viene aquí, no te preocupes, nunca se irá a casa con las manos vacías.
Ambas hablaron y entraron en la casa. Apenas entraron, Zoe salió corriendo:
—¡Leila, Claudia!
Claudia dejó sus cosas y estaba a punto de ir a abrazarlo cuando Zoe se lanzó a los brazos de Leila.
Claudia no pudo evitar sentirse un poco confundida:
—¿Por qué le gusta tanto de repente?
Evelyn, Erika y Juancho, sentados en sillas de comedor para niños, con platos delante y cucharas pequeñas, comían lentamente.
Era evidente que Evelyn y Erika estaban acostumbradas a ello, pero Juancho parecía inexperto, dando dos bocados antes de mirar a su madre.
Claudia estaba a punto de darle de comer cuando Daniel le bajó la mano:
—Que coma por su cuenta.
—Es tan pequeño, tú…— susurró Claudia.
—Evelyn y Erika también comen solas desde su edad…
Antes de que Daniel pudiera terminar su frase, vio que Édgar sostenía los cuencos de sopa y les daba de comer por separado.
Édgar pareció darse cuenta de sus miradas y se volvió para decir:
—¿Por qué me miras? Esta es mi hija.
—Tiene sentido.
—¿Cuándo empezó Zoe a comer sola? —Claudia no pudo resistirse a preguntar a Doria.
—Es un poco complicado —dijo Doria.
Zoe estaba en su punto más enfermo cuando tenía dos o tres años. Así que no habían intentado deliberadamente que comiera por su cuenta.
—Es un hábito para los niños que debe desarrollarse desde una edad temprana —Daniel insistió.
Claudia observó como Juancho sacaba con cuidado los dados de rábano de su plato y se comprometió.
—No ha desarrollado el hábito de comer por sí mismo, pero sí el de ser tan quisquilloso como tú.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...