Ismael entró en el salón de té, pero en lugar del señor Figueroa, estaban Edyth y una extraña mujer sentadas dentro.
Miró a Edyth y su voz se enfrió un poco:
—¿Dónde está el señor Figueroa?
Edyth se incorporó ligeramente y dijo, sin cambiar de rostro:
—El abuelo dijo que no se sentía bien y que había vuelto a descansar.
Ismael se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
Edyth le llamó:
—Te he dicho que mi abuelo no se encuentra bien y… además mi abuelo te ha pedido que vengas hoy para recibir a mi cuñada, no puedes irte así.
—Si tu abuelo no se encuentra bien, ¿por qué sigues aquí sentada?
—Yo… —Edyth se quedó sin palabras y no pudo retenerlas durante un rato.
Lisbet le pasó suavemente una mano por el dorso para tranquilizarla, mientras miraba a Ismael.
—El señor Figueroa se está haciendo mayor y no se encuentra bien, así que es mejor que se vaya a casa a tomar alguna medicina y a descansar a que nosotros perturbemos su tranquilidad.
Al oír esto, Edyth se hizo eco inmediatamente:
—¡Tía tiene razón! El abuelo nos dijo que no le molestáramos, y vosotros tampoco deberíais.
Añadió Lisbet:
—Siéntate primero, ya que estás aquí, no te apresures todavía, al menos soy tu mayor.
A Edyth le preocupaba que Ismael se marchara sin más, pero, para su sorpresa, se acercó directamente y se sentó frente a ellos, e inmediatamente a ella se le dibujó una sonrisa en la cara y se relajó un poco.
Lisbet encuestó a Ismael:
—He oído a Edyth mencionarte muchas veces, y realmente eres un espectáculo para la vista.
Inmediatamente después, dijo con cierto pesar.
—Es una pena que los padres de Edyth se marcharan cuando él era niña, de lo contrario habríais crecido juntos y habríais sido novios de la infancia, y probablemente os habríais prometido hace tiempo.
Ismael cogió la taza de té que tenía delante y levantó suavemente los ojos, con voz indiferente.
—¿Es así?
Ni siquiera Edyth sabía mucho sobre el pasado de Ismael y Doria, salvo que era hijo de William y que William fue alumno de su abuelo.
Inclinó ligeramente la cabeza:
—Así es como debe ser, somos la familia correcta, hechos el uno para el otro.
Lisbet sonrió y acarició el pelo de Edyth:
—Edyth, le he criado conmigo desde que era una niña, y aunque no está tan bien educado como la Familia Figueroa, su familia está allí, y definitivamente no es peor que tú. Sé que los chicos de tu edad odian estar atados y aspiran al amor verdadero, y cuanto más se lo impiden, más se esfuerzan por aferrarse, pero ¿cuánto puede durar una relación así?
Ismael sorbió su agua tranquilamente y no dijo nada, y Lisbet, pensando que estaba escuchando, continuó:
—Edyth me habló de ti y de la actriz. Aún eres joven, no entiendes cómo es el mundo del espectáculo. Esa actriz, probablemente sólo dando un espectáculo delante de ti, detrás de las escenas no se sabe qué tipo de sucio…
Ismael dejó su taza de té, y con un sonido que evidentemente no era demasiado fuerte, Lisbet sintió una presión inexplicable, y las palabras que habían llegado a su boca se detuvieron en seco.
Ismael la miró sin inmutarse:
—Ahora sé de dónde saca Edyth su complejo de superioridad.
Ante sus palabras, la expresión de Lisbet se volvió un poco dura:
—¿Es así como hablas a tus mayores?
—Ya le he hecho bastantes favores al señor Figueroa sentándome aquí a escuchar todas estas tonterías —dijo Ismael.
—Mi abuelo… —dijo Edyth afanosamente.
—¿Qué crees que haría si supiera que me has engañado para venir aquí por esos medios?
La expresión de Edyth estaba llena de vergüenza.
«Ha descubierto que le miento.»
Dijo Ismael a Lisbet:
—Si no me equivoco, el señor Figueroa te pidió que volvieras a la Ciudad Sur a recoger a Edyth y te fueras de aquí, no que te unieras a ella y usaras esas sucias palabras para insultar a una desconocida que ni siquiera conoces.
Pero en cuanto se incorporó, volvió a desplomarse aturdida.
Ismael la ayudó a recostarse en los cojines:
—Te traeré una taza de agua caliente y algo de medicina para el resfriado.
—No quiero cogerlo —Leila le cogió la mano, con voz suave, —Quédate conmigo un rato, sólo un rato.
Ismael no dijo nada y se sentó a su lado, cogiendo a la persona suavemente en brazos.
Leila se apoyó un momento en su hombro antes de decir:
—¿Qué quería el señor Figueroa contigo?
—Nada, ya está solucionado.
—También es bastante mayor, así que quizá quieras visitarlo más a menudo si no tienes nada que hacer después.
—Bien.
Leila no dijo nada más, sólo se apoyó en él y cerró lentamente los ojos.
Ismael le tocó suavemente la frente, el sudor se había secado y su temperatura era un poco baja.
Justo cuando Leila se sentía somnolienta, la levantaron de repente.
Inconscientemente le rodeó con sus brazos y sus ojos se abrieron ligeramente:
—¿Qué estás haciendo…
—Baño —Ismael la llevó hacia el baño.
Leila se resistió:
—Entonces bájame y me iré sola.
—¿Ni siquiera luchas por salir de la cama? —dijo Ismael.
De repente un calor fluyó entre las piernas de Leila y tuvo un mal presentimiento…
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...