Leila temía que alguien volviera a venir un poco más tarde, y como no le importaba hablar de eso con Ismael, se apresuró a empujarlo fuera, mientras susurraba:
—Espérame fuera, saldré en un minuto.
Ismael estaba a punto de irse cuando vio sonar el móvil de Leila.
Se acercó y vio que quien llamaba era Eliseo Mastache.
Ismael deslizó la pantalla para descolgar el teléfono y se oyó la voz de Eliseo.
—He vuelto y he mirado otros casos relacionados con ese tuyo, y sigue siendo un caso bastante bueno, pero me temo que será una mala influencia, así que es mejor resolverlo en privado.
—¿Qué pasa?
El teléfono asintió y Eliseo hizo una pausa, mirando de nuevo la pantalla para asegurarse de que lo había escrito correctamente.
Aunque Eliseo a veces no era de fiar, no haría ese tipo de chivatazos; al fin y al cabo, se trataba de la intimidad de un cliente y de su integridad profesional.
—Pregúntale tú mismo a Leila —dijo vagamente, y colgó el teléfono a toda prisa.
Ismael colgó el teléfono y frunció ligeramente el ceño.
***
Había algo de tráfico en el camino de vuelta, y Leila miró a la multitud que iba y venía, preguntándose en qué estaría pensando.
Después de un rato, la voz de Ismael llegó lentamente.
—Eliseo te llamó.
—¿Cuándo? —Leila se quedó helada.
—Mientras te cambiabas.
Leila dudó un momento y respondió:
—Nada en realidad, la última vez que te conté mi madre volvió por mí y hoy me pidió dinero así que le pregunté a Eliseo si podía defender mis derechos a través de la ley.
—¿Cuánto te pidió? —dijo Ismael.
—Ochocientos millones.
—¿Sabes lo que ha estado haciendo en el extranjero todos estos años?
Leila negó con la cabeza:
—Todo lo que sé es que el hombre con el que se volvió a casar en primer lugar parece estar en negocios en el extranjero y debe ser bastante rico…
—Así es —dijo Ismael.
—¿Qué quieres decir? —Leila no acababa de entenderlo.
—Tendría que tener una clara necesidad de dinero antes de pedirte esa cifra de golpe —dijo Ismael.
Leila seguía sin entender. Ismael la miró y le explicó.
—Si fuera alguien como Aparicio, la cifra de ochocientos millones ni siquiera estaría en su concepto, se limitaría a pedir un millón o dos y seguiría adelante cuando acabara.
—¿Así que sólo necesitaba el dinero?
—Más o menos —Ismael dijo, —No es una cantidad pequeña, y es la prueba de que este marido suyo no está en ningún negocio pequeño ahora, siempre y cuando…
—¿Acabas de bajar del avión? Espera, te recogeré.
—No es necesario —Ruiz dijo, —Leila, acabo de quedar con tu madre.
Media hora después.
Leila y Ruiz estaban sentados en el restaurante, Leila le entregó el menú:
—Papá, mira lo que quieres comer.
Ruiz cogió el menú y pidió todos los platos que a Leila le gustaba comer de niña.
Cuando el camarero se hubo marchado, Ruiz dijo:
—¿Me culparás por venir a la Ciudad Sur sin decirte?
—Pues no —Leila sonrió y le llenó la taza.
Ruiz suspiró:
—He oído a tu madre decir que te vas a enfrentar a ella en un pleito. Leila, sé que es ella la que te ha perjudicado, pero si lo hace, tú eres la más perjudicada. Es mejor que lo habléis.
Ruiz había sido honesto toda su vida y tenía una nueva familia, y Leila no quería que ahora tuviera que preocuparse por esas cosas. Dijo:
—Papá, no te preocupes, lo sé.
—Esa persona, tu madre, no es tan mala, sólo es ambiciosa y no habría querido casarse conmigo si no fuera por tu abuelo… —añadió Ruiz.
Todo lo que Leila sabía era que Ruiz y Lisbet nunca habían tenido una buena relación desde que ella podía recordar, en cuanto al resto, no sabía nada, y nunca había conocido a toda la familia de Lisbet, y mucho menos les había oído mencionarla.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...