Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1186

El Sr. Figueroa no dijo nada y su cara no tenía muy buen aspecto.

Edyth abrió la boca, también con cara de querer decir algo.

Fue Lisbet quien dijo desagradablemente:

—¿Quién eres tú? ¿Qué te importa?

—¿No has querido verme siempre? —Édgar la miró con arrogancia, —Si quieres liberar a Leila de su contrato, puedes hacerlo liquidando primero la indemnización por incumplimiento de contrato.

Lisbet sabía quién era, y su temperamento se contuvo de repente:

—¿No debería pagar ella misma la indemnización por despido?

—El que quiera romper el contrato, que lo pague —Édgar resopló.

—¿Y cuánto cuesta…?

—Ochocientos millones.

—¿Ochocientos millones? —Lisbet estalló en gritos.

Édgar la ignoró, se limitó a mirar a Edyth y se marchó.

Edyth miró a su espalda, atreviéndose a hablar. Cuando Édgar se hubo marchado, fue a coger del brazo al señor Figueroa:

—Abuelo, ellos…

—¡Ya basta! —el Sr. Figueroa le sacudió la mano, —A partir de hoy, te quedarás en la Familia Figueroa y no irás a ninguna parte.

—¿Por qué motivo?

El señor Figueroa no sabía cómo había podido criar a semejante nieta, y cuando vio la actitud inalterable y desenfrenada de Edyth, se enfadó tanto que se desmayó en el acto.

Edyth se apresuró a ayudarle, y un pánico apareció en su rostro:

—¡Abuelo!

Al llevar al Sr. Figueroa al hospital, Edyth fue detenida en la puerta:

—Srta. Edyth, el Sr. Édgar le ha explicado que no puede salir de aquí.

—Esta es mi casa, ¿quién eres tú para detenerme? —Edyth se enfureció.

—Señorita Edyth, ya sea el señor Collazo o el señor Édgar, ellos sólo tratan de salvarle la cara al señor Figueroa, si usted insiste en irse, cuando llegue el momento, por mucha la Familia Figueroa que sea, no podrán protegerte —dijo Jerónimo.

Edyth no pudo evitar dar un paso atrás al oír eso.

Pudo desentenderse de Ismael Collazo porque sabía que William era alumno de su abuelo y que Ismael Collazo no podía hacerle nada. Y ese hombre Édgar…

En ese momento, Lisbet salió del interior y palmeó la mano de Edyth:

—Edyth, no te preocupes, cuidaré bien de tu abuelo y te avisaré inmediatamente si hay alguna novedad.

Jerónimo miró a Lisbet.

—El señor Édgar me ha pedido que le recuerde que su visado está a punto de caducar y que el Grupo Santángel ha presentado una demanda ante el juzgado por extorsión.

—¿Demanda? ¿Cuándo he extorsionado? —Los ojos de Lisbet se abrieron de par en par.

Pero Jerónimo terminó su frase y se apartó.

***

El coche había estado tranquilo en el camino de vuelta.

No sé cuánto tardó, pero Ismael se detuvo a un lado de la carretera.

—Hace un momento, en la Familia Figueroa… vi a mi madre —dijo Leila lentamente.

—Lo sé.

Ante esta respuesta, Leila no se sorprendió mucho, sino que se limitó a preguntar:

—¿Cuándo lo supiste?

—Hace unos días —Ismael dijo, —Hoy fui a la Familia Figueroa a verla.

—Así que va a la Familia Figueroa… —Leila frunció el ceño.

—¿Qué?

—Nada, sólo que siento que te debo una disculpa —Leila tuvo ganas de llorar.

Ismael le besó suavemente la frente:

—No tienes nada por lo que disculparte. Yo soy el que debería disculparse por lo que le pasó a Edyth, debería haberlo solucionado antes.

—No pasa nada, es sólo una niña, hace tiempo que estoy acostumbrada a todo esto.

Ismael no dijo nada y le cogió la mano.

Leila estaba un poco cansada por el día y en poco tiempo se quedó dormida en sus brazos.

Pronto su respiración se estabilizó.

Ismael la llevó a su habitación, la tumbó en la cama y cuando estaba a punto de levantarse, ella se agarró inconscientemente a la esquina de su camisa.

Ismael le alisó el pelo y se tumbó a su lado.

Cuando Leila volvió a despertarse, ya había oscurecido y la luna apenas se veía por la ventana. Acababa de abrir la puerta de su habitación cuando oyó a Ismael al teléfono en el salón.

Parecía ser el Sr. Figueroa en urgencias.

Cuando Ismael colgó, Leila se acercó también a él, entregándole la chaqueta del traje que Ismael había colocado en el sofá:

—Vamos al hospital.

—¿Has oído eso? —Ismael hizo una pausa.

Leila asintió.

—Aunque no me llevo bien con Edyth, he visto al señor Figueroa unas cuantas veces y me ha parecido bastante simpático, y tiene una relación poco habitual con tu padre, así que deberíamos ir allí a pesar de todo.

—Edyth no está en el hospital —Ismael cogió la ropa y se la puso.

—Vamos —Leila sonrió.

No importaba si estaba allí o no.

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