Cuando Leila se dio cuenta de lo que había dicho, ya no pudo retractarse.
Aun así, no iba a arrepentirse.
Ismael tenía razón, no era una coincidencia, era el destino, un destino bastante asombroso.
Igual que Édgar y Doria, igual que ella e Ismael.
Ismael la cogió de la mano y se limitó a caminar por la nieve.
Leila tenía la cara hundida en su bufanda. Al cabo de un rato, Ismael le preguntó:
—¿Tienes frío?
Leila sacudió suavemente la cabeza; en realidad tenía un poco de calor.
Era la una de la madrugada y había amanecido un nuevo día.
Las calles están llenas de familias, amigos y parejas que se marchan después de la fiesta.
No volvieron a la Mansión Estrellada, sino al piso de Ismael.
Leila acababa de quitarse el pañuelo y estaba a punto de coger la luz cuando fue atraída hacia los brazos de Ismael y sus labios y su lengua le abrieron los dientes con facilidad.
Cerró lentamente los ojos y rodeó el cuello de Ismael con las manos.
Desde el vestíbulo hasta el pasillo, bufandas abrigos camisas de punto… estaban esparcidas por todas partes.
Leila estaba tumbada en la cama, con la respiración entrecortada. Pero entonces Ismael se detuvo de repente, le quitó suavemente la muñequera de la mano y sus cálidos labios se apretaron contra ella.
Leila se estremeció e intentó retirar la mano.
Le estranguló la mano y, sin intención de soltarla, profundizó el beso.
Leila sintió como si le ardiera el alma, como si hubiera perdido la razón.
Lo único que sabía era que no había nadie ni nada en el mundo que pudiera impedirles estar juntos.
La noche era como estar en aguas profundas.
La fría noche de invierno, unida a la temperatura extrema…
El sexo no la dejó sentar la cabeza durante mucho tiempo.
Al día siguiente, Leila no se despertó en todo el día.
Sólo por la noche, cuando el teléfono móvil que había colocado junto a su cama sonó sin cesar, Leila se animó por fin y contestó.
—Leila, estamos abajo —Milla, su ayudante, dijo.
Leila se dio cuenta de que era hora de volver al plató. Se incorporó de mala gana:
—Esperadme un momento, enseguida voy…
A mitad de la frase, le quitaron el teléfono.
—Por favor, espere cinco minutos mientras bajo sus maletas —dijo Ismael.
—De acuerdo —Milla oyó su voz y contestó inmediatamente.
—La cena está lista, te llenaré el plato.
Leila contestó y se sentó en su posición original, apoyada en la mesa con una mano en la mejilla.
Fuera volvía a nevar, pero mucho menos que anoche.
Este tiempo era perfecto para dormir en casa.
Y no había faltado a la cita con la nieve, durmiendo en casa todo el día.
Pronto apareció ante ella un cuenco de aromática sopa de tomate y falda de ternera.
—¿Qué más quieres comer? Te lo prepararé —dijo Ismael.
Leila inclinó la cabeza para mirarle, las comisuras de los labios se curvaron mientras levantaba la mano para engancharle el cuello y besarle los labios.
—¿Estás segura? —Los ojos de Ismael se ensombrecieron un par de tonos.
Leila la soltó inmediatamente y retrocedió unos pasos.
—Estaba bromeando.
Leila señaló algo a su lado.
—¡Sopa! ¡La sopa se enfría! No he comido en todo el día y me muero de hambre.
La voz de Ismael se quebró al detenerse en su postura.
—Muy bien entonces, come tú primero.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...