Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1214

Unos meses más tarde, la película de Leila se clausuró oficialmente y el equipo celebró una ceremonia de clausura y una cena.

En medio de las felicitaciones, Leila también recibió un ramo de flores extra.

Mientras el resto de la tripulación se mostraba curiosa, Hermer era el único que hacía preguntas tácitas:

—¿Qué es lo siguiente para ti?

—Hay un viaje a Londres —Los labios de Leila se levantaron suavemente mientras sujetaba el ramo.

—¿Qué haces en Londres cuando faltan pocos días para Semana Santa?

Leila apartó la sonrisa de su cara y dijo en tono serio.

—Nada, un poco de negocios.

Hermer no entendió muy bien, pero no preguntó nada más, salvo decir con envidia:

—A mí también me gustaría salir un poco, pero por desgracia volveré a un nuevo plató después de las vacaciones.

—Está bien, ¿cómo vas a ganar dinero si no trabajas?

—¿Cómo es que sólo haces una película al año?

—Trabaja más ahora, para que dentro de unos años puedas ser como yo y trabajar cuando quieras, y no trabajar cuando no quieras —dijo Leila.

Hermer se quedó callado. leila era, en efecto, una antigua miembro de la industria, llevaba diez años en el negocio y, aparte de un paréntesis de dos años en medio, todas las películas que había producido habían sido obras maestras. Tenía muchos avales de alto lujo, recursos de moda que infinidad de personas no podían envidiar, y era socia del Estudio Estrellada, un top de mujeres ricas.

En la fiesta de clausura, Blanco Matriz estaba tan contento que bebió un poco más de vino y arrastró a Leila con él.

—Recuerdo cuando nos conocimos hace unos meses y estabas atrapada en el pasado y no podías salir, ahora por fin has recuperado tu antigua confianza y me alegro de haberlo presenciado.

Leila se inclinó hacia él.

—Les agradezco que me hayan dado esta oportunidad.

—No hay necesidad de dar las gracias, esta película, como que nos complementamos. Para ser sincero, tu experiencia me ha inspirado e inspirado mucho. El objetivo de que haga esta película es que espero que no sólo tú puedas salir de las sombras de tu pasado, sino millones de otras chicas que han pasado por lo mismo.

Blanco Matriz empezó a divagar, probablemente borracho, y Leila no podía oírle con claridad.

En ese momento, el personal acudió y ayudó a Blanco Matriz a marcharse.

Leila miró las patillas blancas del septuagenario y sintió algo en el corazón.

Justo cuando estaba a punto de marcharse, Hermer se le acercó:

—¿Qué te acaba de decir el director Blanco?

—Dijo que quería que todas las chicas que vieran la película salieran del pasado.

—Así que eso es lo que pasó —Hermer se quedó pensativo.

—¿Qué? —Leila le miró.

—Antes oí el rumor de que la nieta del director Blanco fue invitada a una fiesta por un amigo del instituto y fue obligada a hacerse un montón de fotos indecentes. Las fotos no tardaron en difundirse por toda la escuela. Aquellos estudiantes, todos menores de edad, no fueron castigados por la ley y, tras salir, sus padres los enviaron al extranjero uno tras otro para que empezaran de nuevo sus vidas. Pero la nieta del director Blanco al final no pudo soportar la presión y saltó al vacío —dijo Hermer.

Leila se quedó de piedra al oírlo. Era la primera vez que oía hablar de ello:

—¿Qué persona que vive en este mundo no lleva consigo un sufrimiento y un pasado indescriptible? —Sonó el teléfono de Hermer, —Mi agente me está metiendo prisa, tengo que irme ya, hasta la próxima, Leila.

—Te veré la próxima vez —Leila retiró sus pensamientos.

Después de la fiesta, Leila volvió al hotel. Ismael salió de la cocina:

—He cocinado sopa de judías, ¿quieres…

Antes de que pudiera terminar la frase, Leila le rodeó la cintura con los brazos y apoyó suavemente la cabeza en su pecho.

—¿Qué pasa? —Ismael le puso la mano en la espalda y le susurró.

—Nada, he estado bebiendo y estoy un poco mareado.

—Entonces descansa un rato.

—Ismael —Leila inclinó la cabeza para mirarle.

—¿Qué pasa?

—Gracias —dijo Leila.

—¿Darme las gracias por qué? —Ismael se rió.

—Cómo pude olvidarme de eso, espérame un momento mientras voy a lavarme y cambiarme la cara —Leila se despertó sobresaltada.

—Vale, no hay prisa.

De pie frente al espejo del cuarto de baño, Leila pensó que, puesto que Ismael la iba a llevar a una cita o a conocer a los ancianos, no podía limitarse a maquillarse.

Pasó casi una hora en el camerino, se puso los pendientes y salió a toda prisa.

—Ya terminé, vámonos.

Leila se encontró con su mirada:

—¿Qué pasa?

—Nada, sólo creo que eres guapa —Ismael sonrió por lo bajo.

—¿Dónde aprendiste a decir cosas tan dulces? —a Leila le ardía la cara.

—Estoy diciendo la verdad.

Leila esbozó una sonrisa controlada y le cogió del brazo.

—De acuerdo, en efecto, vamos.

Ismael le cogió la mano y se la estrechó mientras la conducía hacia la puerta.

Las calles a ambos lados de la carretera habían empezado a cobrar ambiente de Semana Santa.

Leila bajó la ventanilla del coche, manteniendo una sonrisa en la cara; este año por fin no iba a pasar las vacaciones sola.

Media hora más tarde, el coche se detiene al borde de la carretera.

Mientras Leila se desabrochaba el cinturón de seguridad, sólo para encontrar a Ismael sentado e inmóvil, preguntó:

—¿Aún no has llegado?

—Aquí estamos —Ismael miró hacia fuera.

Leila miró hacia allí y vio la Oficina de Asuntos Civiles.

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