Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 1223

En la habitación, Neria acababa de salir de la ducha, con el pelo aún secándose y unas gotas de agua acumulándose en las puntas.

Se estremeció visiblemente al ver a Abraham, que retiró rápidamente la mirada:

—Esperaré fuera.

—Bien… —dijo Neria, apretando la toalla en su mano.

Cuando Abraham salió, se secó el pelo rápidamente y se cambió de ropa para bajar a cenar.

En la mesa, Vanesa le recordó a Abraham, como había hecho por la mañana, que no estuviera demasiado ocupado con el trabajo y que no dejara que la vida se interpusiera en su camino.

Mencionó un par de veces lo de tener un bebé.

Neria se sonrojó al oírlo.

—Mamá, hablaremos de ello más tarde —Abraham parecía inmutable.

—Lo sé, y no quiero meterte prisa, sólo te recuerdo que hay algunas cosas que debes tener en cuenta si planeas tener un bebé…

Abraham iba a decir algo más cuando Neria retomó la conversación:

—Lo sé, lo tendré en cuenta.

—A comer, a comer —Vanesa se dio por satisfecha.

Después de comer, Abraham y Neria volvieron a casa de Neria.

En el coche, Abraham explicó.

—No tienes que tomarte a pecho lo que dijo mi madre, me tomaré el tiempo para hablarlo con ella.

—¿Cómo vas a hablar con ella de algo así? Como el deseo de tu madre es verte casado, tener hijos debe ser esencial.

Los finos labios de Abraham se fruncieron y no dijo nada. Neria añadió.

—Pero no hay de qué preocuparse, sigue la corriente de lo que dice tu madre, no es algo que se pueda hacer en un día o dos.

Dijo, dándose suaves palmaditas en el pecho:

—Puedes dejarme esto a mí.

—Lo siento.

—Está bien, es lo que debo hacer —Neria sonrió.

***

La vivienda de los Arce.

Cuando llegaron, Gaspal Arce llevaba mucho tiempo esperando allí.

Neria se bajó del coche y justo cuando llamaba a su padre, Gaspal Arce la interpeló diciendo:

—¿No deberías volver por la mañana? ¿En qué te has metido?

Las palabras de Neria se interrumpieron.

Abraham salió del coche con ella.

—Tenía que atender unos asuntos de la empresa esta mañana, por eso me he retrasado, nada que ver con Neria.

Ante sus palabras, el rostro de Gaspal se alivió un poco.

—En ese caso, es comprensible, entremos primero.

Abraham se dio la vuelta, abrió el maletero y se llevó los regalos que había dentro.

Neria le siguió, permaneciendo en silencio todo el tiempo.

No pasaron mucho tiempo sentados en el salón antes de ir al estudio a hablar de trabajo.

Neria no tenía mucho que hacer aquí, así que se fue a su habitación. Había querido llevarse algo, pero cuando abrió la puerta, lo único que vio fue una habitación vacía sin nada dentro.

—Oh, me preguntaba quién había venido, pero es Madame Valerio quien ha llegado —En ese momento, una voz femenina llegó desde detrás de ella.

Neria se dio la vuelta, reprimiendo su ira:

—¿Tiraste las cosas de mi habitación?

Nemecia Arce no lo admitió, pero tampoco lo negó.

—Te has casado con la familia Valerio, ¿qué te parecen las cosas de tu casa? Ocupa espacio.

—Tú…

En el estudio, sin embargo, Abraham y Gaspal habían terminado de hablar de su trabajo y, al no ver a Neria en el salón, oyeron un alboroto por aquí y se acercaron.

Al verlos, Nemecia cambió el semblante y dijo con voz suave.

—Neria, qué sucio está ahí dentro, sal.

Mientras hablaba, Abraham y Gaspal se habían acercado.

Gaspal miró a Neria, que rebuscaba en el cuarto de la basura, y, sintiéndose humillado, le espetó:

—¿Qué haces, estás loca? ¿Qué haces aquí en vez de quedarte en el salón?

Neria giró la cabeza, y su rostro blanco ya tenía algunas marcas grises.

—¿Qué está pasando? —Abraham la miró.

—Tiraron todo lo que había en mi habitación —Neria miró a su alrededor.

Al caer sus palabras, Abraham miró a Gaspal, que tenía un sutil cambio en la cara, presumiblemente recordando el incidente, pero después de todo, él también era un hombre de negocios de larga data y habló:

—Pedí a las doncellas que limpiaran la habitación para que pudieras volver y quedarte, quizás las doncellas lo entendieron mal, pero son todo cosas viejas, no valen nada, tíralas…—=

Antes de que pudiera terminar la frase, Abraham se había quitado el abrigo y lo había tirado en una estantería cercana, y se acercaba a Neria con las esposas enrolladas:

—¿Buscas algo? Os ayudaré a encontrarlo juntos.

Neria sintió un cosquilleo en la nariz, alargó la mano e hizo un gesto:

—Una cajita de madera así de grande.

—¿En qué sitios has buscado?

—Aquí y aquí, todos ellos —le señaló Neria.

Nemecia se quedó parada, con la cara rígida, y Gaspal se sonrojó:

—Dejaré que las doncellas los encuentren, vosotros…

Respondió Abraham sin mirar atrás.

—La acompañaré en la búsqueda. Además, quiero la habitación de Neria, tal como está, restaurada.

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