Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 227

Édgar parecía complaciente y dijo lentamente, —No tiene nada que ver conmigo.

Doria se rio superficialmente, y obviamente no le creyó.

Caminó hasta la barricada, con la luz intentó ver si había algún lugar por donde pasar.

Detrás de ella, la voz relajada de Édgar sonó, —Este es un camino de montaña, por lo que si hay un deslizamiento de tierra es normal. Todas las mañanas hay alguien que lo quita.

Doria lo ignoró, se quitó los tacones tratando de ver si podía trepar por la piedra.

Al observar esa escena, con la punta de la lengua presionada contra los dientes, Édgar se pellizcó el hueso nasal y dio un paso adelante con sus largas piernas.

Había muchas piedras sueltas al lado de la barricada. No solo Doria no pudo atravesarlo, sino que le hirieron los pies. Justo cuando no se sabía cuántas veces había intentado escalar, de repente en su cintura apareció una mano.

En el siguiente segundo, de repente fue levantado en brazos y Édgar la bajó de la piedra.

Édgar dijo, —Tengo mucha curiosidad, ¿qué es que lo que tienes en tu mente?

Doria replicó de mala gana, —También tengo mucha curiosidad, ¿por qué puedes hacer algo tan atroz, señor Édgar?

Édgar la puso en un lugar plano, —En serio no lo hice yo.

—Ya no eres fiable para mí.

Édgar puso una mano en la cintura, sus ojos negros la miraron en silencio y se lamió sus finos labios, —Como quieras.

Después de unos segundos, volvió a decir, —Esta noche seguro que no nos podemos ir. En la montaña hay sitios donde nos podemos alojar. ¿Vas o no?

Doria se negó sin pensarlo, —¡No!

—Está bien, pues tú te quedas esperando aquí hasta el amanecer, yo me voy.

Después de decirlo, Édgar se dio la vuelta para volver por donde había llegado y pronto, su figura desapareció en la oscuridad.

Doria apretó los dientes y sacó su teléfono móvil para pedir ayuda, pero descubrió que no había cobertura de señal en la montaña.

Fue a otro lado y lo intentó varias veces, pero todos los intentos fracasaron.

Al final, no tenía más fuerza y su teléfono móvil solo tenía un 5% de batería.

Doria se sentó a un lado de la carretera, sintiendo incomodidad en la nariz.

No sabía ni cuándo había parado el viento.

La zona estaba tan silenciosa que daba miedo.

Desde el cielo caían pequeños copos de nieve.

Doria abrazó sus rodillas con fuerza y maldijo al gilipollas una y otra vez en su corazón.

¿Encima decía que le gustaba? Si incluso la dejó sola en esa crítica situación.

Efectivamente, el hecho de gustarle no valía nada y solo sería una carga para ella.

Cuanto más pensaba en ello, Doria se sentía más agraviada y a eso se sumaba el miedo provocado por la noche oscura, que se extendía infinitamente como una marea creciente, envolviéndola con fuerza.

Doria se mordió el labio inferior con tanta fuerza para que no se escuchara su sollozo.

Justo cuando pensaba que se moriría allí esa noche, escuchó pasos que venían desde la oscuridad.

Doria levantó lentamente la cabeza, mirando con lágrimas en los ojos al gilipollas que estaba acercándose.

Édgar subió un poco su pantalón, se puso en cuclillas frente a ella con una rodilla sobre el suelo, miró los ojos rojos de la mujer con la tenue luz del teléfono móvil y dijo lentamente, —¿Vienes conmigo?

Doria volvió la cabeza y lo ignoró, pero no pudo evitar llorar, e incluso más adelante, estaba ya sollozando.

Cuando Édgar vio eso, sus delgados labios hicieron una curvatura, —Vale, lo siento, no debía haberte dejado sola aquí, no me fui muy lejos, solo estaba allí delante esperando a que me llamaras, pero eres demasiado terca.

Doria pareció escuchar un tono de risa en la voz del gilipollas, por lo que inmediatamente se enojó aún más. Agarró una piedra de al lado y la tiró hacia su caro traje, —¡Si no te he llamado! ¿Por qué has vuelto?

—Sí que me has llamado.

—¡No!

—Lo he oído.

—Te he dicho que no, yo...

Édgar extendió los brazos y la abrazó, susurrándola al oído, —Me has estado llamando en tu corazón, ¿no es así?

Doria resopló, —¡Eso es que te estaba regañando!

Édgar se rio, luego la cogió en brazos, —Puedes hacer lo que quieras.

Al ver que estaba subiendo la montaña, Doria se negó enérgicamente, —¡No quiero ir allí!

En una villa tan grande, ella y Édgar eran las únicas dos personas, por lo que no hacía falta pensar mucho para saber lo que quería hacer el gilipollas.

Édgar vio a través de sus pensamientos con una sola mirada, —Hay un teléfono fijo en la montaña que puede llamar al resort. ¿O quieres quedarte aquí hasta que vengan a despejar la barricada mañana por la mañana y te encuentren muerta de frío en la carretera?

Doria se quedó un rato en silencio.

Ella preguntó, —¿Estás seguro de que el teléfono funciona?

El gilipollas podría querer engañarla y luego buscar una razón para decir que el teléfono se había roto.

Édgar dijo, —Te he dicho que yo no fui el que hizo eso.

Obviamente, Doria no lo creyó.

Édgar no se molestó en dar más explicación, solo la cogió en brazos y siguió adelante.

No pasó mucho tiempo para que el teléfono celular de Doria finalmente se quedara sin batería.

Los alrededores estaban completamente sumidos en la oscuridad.

Curiosamente, Doria no estaba tan asustada como antes.

Desde el oído, le llegaba el latido constante y poderoso del hombre.

Por lo que ella se relajó poco a poco también.

Pero en ese momento, de repente sintió algo frío en sus labios, como si alguien le besara la boca rápidamente.

Doria se quedó en silencio durante mucho tiempo y dijo insoportablemente, —Señor Édgar, ¿qué acabas de hacer?

—Te estoy llevando en mis dos manos, ¿qué puedo hacer más?

—¿Me acabas de besar sin mi permiso?

El tono de Édgar era tranquilo y sereno, —Hay muchos mosquitos en las montañas. Es normal que te piquen.

Doria se burló en silencio.

Bien, él empezó primero.

Unos segundos más tarde, el sonido de una fuerte bofetada en la cara se extendió por la noche, acompañado también de ecos.

Édgar hizo una pausa.

Incluso si no decía nada, Doria podía sentir su mal ánimo.

Ella dijo, —No esperaba que no solo hubiera muchos mosquitos en las montañas, sino también hacían mucho ruido. Señor Édgar, ¿escuchaste el sonido hace un momento?

En la oscuridad, el hombre apretó los dientes con fiereza, —¡Doria Aparicio!

Doria dijo inocentemente, —¿Qué pasa? Señor Édgar, ¿a ti también te ha picado algún mosquito?

Édgar apretó sus delgados labios con fuerza, no podía refutarla. Ya no siguió hablando sobre los mosquitos y la siguió llevando en brazos para seguir adelante.

Unos minutos después, la villa reapareció en sus ojos.

Doria sintió que el mundo entero se animó de repente.

—Señor Édgar, deja que me baje, puedo caminar sola.

—¿No tienes miedo a que te vuelvan a picar los mosquitos?

—Creo que como hay mucha luz aquí, ese mosquito no se atreverá a salir de nuevo.

Édgar resopló suavemente y no respondió, pero tampoco la dejó bajarse.

Después de entrar en la villa, Édgar la puso en el sofá, se dio la vuelta y cogió el teléfono fijo para marcar el número del hotel que estaba al pie de la montaña.

Doria agudizó el oído hasta que estuvo segura de que ordenó que se ocuparan de los obstáculos lo antes posible, y por fin, se sintió completamente aliviada.

Mirándolo de esa manera, era posible que ese gilipollas no hubiera ordenado poner los obstáculos.

Justo cuando Doria estaba pensando un poco más profundo, Édgar ya había terminado la llamada y se había acercado.

Al verle quitarse la americana y tirarla en el sofá, Doria no pudo evitar abrir los ojos de par en par. ¡Ese gilipollas por fin reveló su verdadero rostro de bestia!

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