Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 243

Dos días habían pasado en un abrir y cerrar de ojos, y llegó la hora de marcharse. Doria miró al pequeño que le sonreía en su cuna, y sus ojos se llenaron de tristeza.

Édgar estaba a su lado y le dijo, —Ya te he dicho que si no quieres irte, nos lo podemos llevar a escondidas.

Doria le dijo enfadada, —Cállate.

Respiró profundamente y luego miró a Roxana diciéndole, —Roxana, me voy ahora y te visitaré otro día.

Roxana asintió, —Buen viaje.

Cuando salió del patio, Doria vio a Lourdes hablando con la vecina que aún no se había mudado, pues se acercó a ella, —Lourdes, ¿te encuentras mejor?

Lourdes al escucharlo, tosió y le contestó, —Sí, estoy mejor. Doria, muchas gracias por estos días.

Doria sonrió y negó con la cabeza, —Lourdes, no hay de qué.

Ella no sintió más que felicidad.

Lourdes miró la maleta de Doria, —¿Ya os vais? ¿Por qué no os quedáis unos días más?

—No, tengo trabajo que hacer, volveré a visitaros más adelante.

—Bueno, ya no os entretengo más. Que tengáis un buen viaje.

Doria le hizo un gesto con la cabeza y se alejó con su maleta. No había dado dos pasos cuando oyó a la vecina que estaba al lado de Lourdes decir, —Doria se va así, ¿y deja al niño aquí?

Doria hizo una pausa y antes de que pudiera girar la cabeza, escuchó a Lourdes toser repetidamente.

Lourdes levantó deliberadamente la voz, —Ay, tener un resfriado es realmente agotador, no sé qué habría hecho si Roxana y Doria no me hubieran ayudado a cuidar de mi nieto.

Detrás de Doria, las voces se desaparecieron.

Ella pensó que había escuchado mal.

***

Una vez llegado a la Ciudad Sur, Doria cogió su maleta y salió sin mirar atrás.

Édgar lanzó una mirada a Vicente Laguna, y éste lo comprendió de inmediato y se acercó a Doria diciendo, — Señora Doria, ¿quiere que le lleve?

—Gracias, no hace falta, mi amiga viene a recogerme.

En el momento en que Doria dijo esto, el rostro de Édgar se llenó de frialdad.

Vicente intentó hacer un último esfuerzo y dijo, —Señora Doria, por qué no le dice a su amiga que no venga, hoy en día hay mucha contaminación de aire, es nuestro deber proteger el medio ambiente.

Doria giró la cabeza para mirarlo y le dijo, —Vicente, ¿has pensado alguna vez cambiar de trabajo?

—Bueno… no lo he pensado.

Doria dijo seriamente, —Sugiero que cambies de trabajo lo antes posible, porque si no, con este trabajo tan estresante, te vas a quedar calvo a una edad temprana.

Vicente se quedó sin palabras.

Doria terminó la frase y se marchó rápidamente.

Vicente tosió y tuvo que volver al lado de Édgar, —Señor Édgar...

Él ya hizo lo que pudo.

Édgar miró la espalda de Doria y se relamió los finos labios, —Déjalo.

No era la primera vez que Édgar viera la habilidad de discurso de Doria.

Ya estaba de noche cuando Doria salió de la terminal.

Doria llevaba dos minutos esperando y el coche de Claudia apareció frente a ella.

Después de guardar su maleta, Doria se subió al coche y le preguntó, —¿Has estado esperando mucho tiempo?

Claudia contestó, —No, acabo de llegar hace unos minutos, ¿qué tal el viaje? ¿El gilipollas te ha hecho algo?

Doria negó con la cabeza, —No.

Aparte del día en que la obligó a ir a la Iglesia de taoísmo e hizo esas tonterías, en los siguientes dos días, Édgar se había comportado bien y casi siempre estaba en casa con ella cuidando del pequeño.

Claudia se burló mientras conducía, —No puedo creer que él pueda comportarse como un hombre normal, menos mal que él ya no hace las cosas a escondidas.

Doria no acababa de entender todo, —¿Cómo?

Claudia se dio cuenta de que había metido la pata y se rio diciendo, —No… lo decía por decir. Por cierto, ¿qué tal por allí? ¿Has ido a algún sitio?

A Doria le tocó guardar silencio.

Después de un rato dijo, —No, no he ido a ningún sitio, solo estaba cuidando del bebé.

Claudia la miró con incredulidad, —¿Cuidando del bebé? ¿Qué bebé?

Doria dejó escapar un largo suspiro, —El hijo de la vecina ha tenido un segundo hijo, pero él no tiene tiempo de cuidar del bebé, así que se lo ha llevada a su madre. Cuando yo estaba por allí, Lourdes estaba enferma y no quería contagiar al bebé, así que se lo ha dado a Roxana para que lo cuidara, y yo le ayudaba.

Claudia no sabía qué decirle.

Esa era una excusa bastante absurda.

Claudia preguntó, —Doria, ¿cuántos meses tiene el bebé?

—No se lo he preguntado, pero es muy pequeño, así que debe tener sólo un mes.

Claudia estaba aún más desconcertada y dijo, —Pero, ¿por qué sus padres han dejado un bebé de un mes con su abuela? ¿Por qué no esperan hasta que el niño entre en destete? Y en este caso, ¿no deberían llevar a la abuela a su casa?

Al escuchar esto, Doria también se quedó perpleja, si Claudia no lo hubiera mencionado, no habría pensado en ello antes.

Durante los dos últimos días, el bebé había estado con Roxana, y Lourdes se acercaba de vez en cuando a ver cómo estaba, pero tampoco parecía que tuviera una relación estrecha con el pequeño, en cambio, parecía que Roxana era quien llevaba más tiempo con el bebé.

Aunque Lourdes estaba resfriada, esto no podía justificar todo.

Esta pregunta persiguió a Doria durante mucho tiempo hasta que llegó a casa y vio la ropa del bebé en el rincón de su armario, se le ocurrió una idea loca.

El pequeño sin nombre, un montón de cosas de bebé en la casa de Roxana, y…

Édgar le había preguntado dos veces si quería llevarse al bebé a escondidas.

Teniendo en cuenta el carácter de ese hombre, ciertamente no le gustaban los niños, pero esta vez, había estado con el bebé durante dos días sin ninguna queja.

Y él sabía cómo sostener al bebé.

Además, toda la ropa que había en ese armario y la conversación entre la vecina y Lourdes.

Había demasiadas sospechas en todo esto.

Le hizo pensar en cierta posibilidad…

Doria se apresuró a coger su abrigo y salió.

Claudia se estaba lavando los dientes y salió del baño al escuchar el sonido, vio a Doria poniéndose los zapatos y preguntó, —Doria, ¿a dónde vas a estas horas?

Doria le dijo rápidamente, —Tengo que ir a la Ciudad A de nuevo.

—¿No acabas de volver? ¿Te has dejado algo allí?

—No, hay algo que lo tengo que confirmar.

Claudia nunca la había visto tan ansiosa y desesperada, así que dejó el cepillo de dientes y salió del baño diciendo, —Es demasiado tarde para coger un taxi, espérame, te acompañaré.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO