En la antigua mansión de la familia Santángel.
Un subordinado dijo, —Llevamos dos días buscándola, y hemos contratado a un equipo profesional de rescate para que la busque en esa zona del mar, pero aún no hay noticias de la señora Aitana, es posible que ella…
Antes de que pudiera terminar su frase, Saúl Santángel le hizo un gesto para que se marchara.
Victoria Secada, la madre de Aitana Santángel, estaba llorando desesperadamente en el sofá, —¡Debe ser ese hijo ilegítimo! ¡Debe ser él! ¿Qué ha hecho Aitana? Es tan joven, no ha hecho nada, y ahora no sabemos si está viva o muerta. Es mi única hija, ¿cómo puedo vivir sin ella?
Saúl, sentado en el sofá, frunció el ceño y dijo, —Os dije que no os metierais con él, pero no me hicisteis caso, ¡y mirad ahora! Si Aitana se hubiera quedado en la casa de la familia Santángel y en la Ciudad Sur, Édgar no le habría hecho nada bajo mi protección. Pero, vosotros la habéis enviado a otro sitio y esto le ha dado la oportunidad.
—Me da igual, ¡haré que ese hijo ilegítimo pague! ¡Aunque arriesgara todo lo que tengo, le daría un escarmiento!
Israel Santángel dijo, —Para vosotros, la vida de Aitana es vida, pero, ¿las vidas de los dos bebés no nacidos de Édgar no son vidas?
Victoria al escucharlo, se sorprendió diciendo, —Israel, ¿qué estás diciendo? ¡Aitana es tu hermana! ¿Por qué estás a favor de ese hijo ilegítimo?
—Ya se lo he advertido a Aitana muchas veces, ella tiene que asumir las consecuencias de sus propios actos y no se puede culpar a los demás.
Victoria se puso en pie de un salto, la pérdida de su hija le había hecho actuar de forma irracional, y se burló, —Entonces te has convertido en un cojo, ¡es por tu mala suerte y tampoco podemos culpar a los demás!
Agustina Secada dijo con frialdad, —¿Has terminado?
—Mira lo que dice tu hijo. Ahora mi hija ya no está, no me importa nada más, ¡moriremos todos juntos! ¡Me llevaré a toda la familia Santángel conmigo al infierno!
Orlando Mastache, el padre de Aitana que había permanecido en silencio, intentó calmarla, —Ya está bien, nuestra prioridad de ahora es encontrar a Aitana.
Victoria apartó su mano, —¡Ya no hace falta! ¿Estás ciego o sordo? ¡Tu hija está muerta! ¡Asesinada por ese hijo ilegítimo!
Agustina dijo, —Aunque lo haya hecho él, ¿tienes pruebas? En lugar de quejarte, deberías pensar en cómo vengar la muerte de Aitana.
Victoria se rio con frialdad, —Ahora sé que la vida de Aitana no vale nada para vosotros, ¡la habéis estado utilizando todo el tiempo! ¡Yo me vengaré de su muerte!
Cogió su bolsa y se fue sin mirar atrás.
Orlando sólo pudo reír disculpándose a Saúl y Agustina, pero no supo qué decir y se apresuró a seguirla.
Cuando se marcharon, la casa se quedó en silencio.
Saúl, con su bastón en la mano, se quedó pensando con el ceño fruncido.
No esperaba que Édgar Santángel llegara a hacer eso, ya que la marcha de Aitana era secreta, y Rivera Collazo y Saúl eran los únicos que lo sabían. Además, para evitar la esfera de influencia de Édgar, habían elegido otros caminos más largos para llegar a la Ciudad A, pero Édgar lo descubrió de todas formas.
Saúl pensó que su hijo era cada vez más difícil de tratar.
En ese momento, un hombre vino y susurró algo al oído de Agustina.
Agustina preguntó, —¿Estás seguro?
El hombre contestó, —Sí, era ella, aunque se había mudado cuando fuimos allí.
—Diles que pregunten a las personas del alrededor para ver si hay otras pistas.
El hombre asintió y se fue.
Saúl frunció el ceño preguntando, —¿Qué pasa?
—No tienes que consolarme, sé cuál es mi situación.
Dicho esto, Israel se fue en su silla de ruedas.
***
En el restaurante, Doria terminó su pedido y luego empezó a mirar su móvil, sin hacer caso a Édgar que tenía enfrente.
Édgar, con los dedos golpeando su vaso de agua, y contemplaba a Doria, sin saber qué estaba pensando él en ese momento.
Al cabo de un rato, Doria no pudo seguir ignorando su mirada, dejó el móvil y dijo, —¿Tienes algo que decirme?
Édgar le dio un sorbo a su vaso de agua y dijo, —Hay muchas cosas que contarte, pero puede que no quieras escucharlo.
Doria pensó que esta frase le resultó familiar.
Ella replicó, —Entonces déjalo, es verdad que no quiero escucharlo.
—Enviaré a alguien para protegerte estos días, así que no vayas a ningún sitio sola y llámame si pasa algo.
—¿Por qué?
Édgar dijo con tranquilidad, —Puede que ellos también te hagan algo por lo de Aitana.
Doria no le entendió.
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Quiero el finall...