Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 269

Doria Aparicio abrió la puerta, cuando se bajaba del coche, se tambaleaba y cogió la puerta para no caer.

Dijo en voz cascada, —¿Estás considerando cuál es el mejor sitio para el entierro de cadáver, Señor Édgar?

Édgar Santángel se quedó en silencio.

Dio un golpecito con dedos al cigarrillo para quitar la ceniza, giró su cabeza hacia ella y dijo, —Intentaba hacerte un regalo, pero parece que no lo necesitas.

Doria respondió, —El mejor regalo es que me lleves a casa.

Y luego, añadió ella, —Gracias.

Édgar dijo, —Pero fuiste a la casa de Stefano que me hace que no tenga humor de regalarte.

—Vale.

Doria le respondió de mala gana, y fue a subir al coche, pero volvió a oír la voz de ese gilipollas, —El hijo de Lourdes vive aquí.

Tras sus palabras, Doria se paró en un instante.

Todas sus reacciones eran lo mismo que él esperaba.

Édgar apagó el cigarrillo y dijo, —Al parecer, no lo necesitas realmente, pues adiós.

Doria se quedó atortolada y dijo de repente, —Espera.

Édgar levantó las cejas levemente, mirándole.

Doria añadió atentamente, —Has bebido, pues no puedes conducir. ¿Por qué no encontramos un sitio para esperar a Vicente Laguna?

Édgar ponía su brazo en el coche, inclinaba la cabeza y le señalaba con la mandíbula.

Seguía sus miradas, y Doria vio a Vicente que le estaba sonriendo.

Dentro de poco, Doria dio otra excusa, —Estoy emborrachándome, quiero estar más consciente con el viento frío, vuelve primero, déjame el móvil y nada más.

—No lo he notado —dijo Édgar.

Doria explicó con la mayor seriedad, —Cuando estoy emborracha, nadie podrá darse cuenta.

Le recordó a Édgar algo, levantó sus labios finos, sus ojos oscuros estaban llenos de sonrisa, y preguntó, —¿Verdad?

—¡Desde luego! —contestó ella.

Édgar intentó ir al grano, y le dijo, —¡Ruégame! Y podré pensar en llevarte arriba.

Doria sabía que tendría condiciones así.

Vaciló un momento antes de contestar.

Sin prisa, Édgar esperaba su respuesta con mucha paciencia.

Por fin, Doria se rindió y dijo directamente, —¡Por favor!

—El ruego oral no vale.

Doria dijo, —Entonces, dame el móvil, te transferiré.

—¿Lo que quiero es dinero?.

—Bueno, ¿por qué no dices tus condiciones derechamente? —preguntó Doria.

Édgar dijo lentamente, —¡Ven!

Le miraba alerta, dirigió unos pasos adelante y se paró.

Édgar se burló, —¿Por qué estás tan lejos? ¡Acércate más!

Doria pensaba por un rato y sabía que sería sus trampas si seguía dirigiéndose, por eso, tomó una decisión y dijo, —Olvídalo, me voy.

Al mismo tiempo, intentó a darse media vuelta y salir, su muñeca fue cogida suavemente, por la cual fue arrastrada con fuerza.

En el siguiente segundo, Doria se cayó en los brazos de Édgar.

Dijo él, —Te lo dije, pero no lo escuchas, por eso, sólo puedo hacerlo yo mismo.

—¿Tienes razón?.

Édgar ponía sus manos en la cintura de Doria, y la chica pugnaba por librarse, pero con sus movimientos, estaban más cerca.

Al ver eso, Doria dejó de forcejear y dijo, —¿Ahora podrías decir tus condiciones?

—Hoy es la Nochebuena, Doria.

—Lo sabía, ¿crees que estoy emborrachándome realmente? —preguntó ella.

Édgar bajó la cabeza, se fijó en ella y dijo, —¿Todavía estás enfadada?

Ni siquiera pensaba, sabía que lo que indicó Édgar fue que había enviado flores a la casa de Stefano. Doria presentó una risa falsa y dijo, —Parece que si estoy enojada o no, no te importa nada, ¿reflexionarás sobre ti mismo, si la furia mía sirve?

—No —respondió él.

—Entonces, ¿por qué me preguntas?

—En esta noche especial creo que, pase lo que pase, deberías perdonarme —explicó Édgar.

Ante su sorpresa, Doria se burlaba, —¿Necesitas mi perdón? Siempre haces lo que te da la gana, y no haces caso a nadie…

—¡Basta!

También se enojaba Doria, y dijo, —¿Es tu modo de pedir perdón?

Le preguntó Édgar, —Vuélvete sobria, ¿quién es la persona que lo hace?

—Vale —dijo Doria.

Se había equivocado en la situación por el entusiasmo de sí misma.

Doria dijo, —Entonces, ¿qué quieres decir?

—No es apropiado a estar enfadada en un festival tan jubiloso.

Doria se quedó en silencio. Tuvo razón.

Doria estaba un poco molesta, y preguntó, —Bueno, ¿podrías llevarme arriba ahora?

—No estás enojada ya?

—No.

Tras sus palabras, una silueta cubría toda la luz, siguientemente, los labios fríos cayeron en los de ella.

Después se oyó el sonido de quemar los fuegos artificiales.

No le dejó tiempo para reaccionar a Doria, Édgar le soltó, y dijo en voz baja, —Feliz navidad.

Doria se quedó confundida. Édgar cogió su móvil a las diez de la noche, y ella no pensaba que ya eran las doce.

Después de unos segundos, Doria se dio cuenta de qué había pasado, miraba a Édgar y le dijo, —¿Lo que has dicho puede dejarme ignorar a tu tunantada?

Édgar levantó sus cejas y dijo, —Me dijiste que no estabas enfadada.

Doria entendió en seguida, todo lo que había dicho ese gilipollas fue para conseguir su objetivo. No pensaba que se había equivocado, ni siquiera tenía ganas de pedir perdón.

Ella tomó un respiro profundo y tranquilizó su ánimo. Ya llegó la navidad, pues se consoló a sí misma que no haría falta enojarse por el pasado.

—¿Podemos subir ahora?

—No —contestó Édgar.

Ardían las llamas de furia en el corazón de Doria. Este gilipollas le besó a la fuerza, y para colmo, le engañó a ella.

Antes de que se soltó un chorro de improperios de la boca de Doria, Édgar dijo, —Son las doce ahora, si no quieres acostarte, es la hora para el resto a dormir.

Doria se quedó atortolada.

“Me llevó aquí sería para el beso”, pensaba la chica.

Édgar añadió, —Te acompañaré aquí mañana.

En el camino a casa, Doria se apoyaba en la ventana de coche, mirando afuera, la luz de las lámparas en la calle y la sombra resbalan una y otra vez en su cara.

Después de un poco, retiró sus miradas y rompió el silencio, —¿Por qué me llevaste ahí, Édgar?

Sin inmutarse, Édgar respondió en tono suave, —Quieres verle, ¿no?

—También quiero ver a Abraham Valerio, ¿por qué no me permites?

Édgar inclinó la cabeza con la mirada muy fría.

Apareció una sonrisa en el rostro de Doria y dijo, —Estoy bromeando.

Luego murmuró, —A veces, cuánto más esperas, más fuerte te caes. Te entiendo, pero no hace falta consolarme por el remedio así, he aceptado la realidad.

—¿Qué es la realidad?

—Es que nunca podrías encontrar lo que perdiste —respondió Doria.

Édgar dijo, —¿Si no lo has perdido?

Doria le miró y dijo, —He dicho que no me digas las palabras ambiguas, ni me des la esperanza.

—La esperanza la puedes crear, en cuanto a esto, puedo ayudarte —dijo Édgar.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO