Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 287

Después de un rato, Doria dijo,

—Bueno Ismael, es como dices, no se atreve a presentarse realmente. Solo quiere dinero, no representa ninguna amenaza para mí. No tienes que preocuparte. Además, ahora estoy bien.

Ismael tenía la cara larga y no dijo nada.

Tras una larga pausa, dijo,

—Lo encontraré.

Doria negó con la cabeza,

—Ismael, no te metas en esto. Sé manejarlo.

—No tienes que tener en cuenta en mis sentimientos. Para mí, ni siquiera es un padre, es un cabrón. Preferiría que estuviera muerto.

—Ismael...

—Sé lo que hay que hacer. Tú… —añadió Ismael—, Olvídalo, Édgar te protegerá.

Doria preguntó cautelosamente,

—¿Cuándo lo supiste?

—¿No era obvio?

Doria se calló.

Cuando Ismael se fue, Doria se sentó de nuevo en el sofá y cogió una almohada.

Claudia dijo,

—Todo es mi culpa. Si lo supiera, no le habría dicho nada a Ismael. Ahora, seguro que se va a poner muy triste.

—Lo habría sabido aunque no le hubieras dicho nada.

—¿Y Armando vendrá a buscarte?

—Seguro.

Armando no cogió el dinero hoy, definitivamente volvería.

Claudia frunció el ceño.

—Pero, todavía tiene esas fotos. ¿Y si se desespera y las envía?

Doria contestó,

—Depende de si quiere el dinero o quiere acabar con todos.

—Doria.

Doria notó su preocupación, la miró y sonrió.

—¿Qué cara es esa? Estoy bien. Ya me he acostumbrado con los años. En serio, cuando supe que era él, me sentí aliviada. Al menos sabía quién era. Si fuera otra persona, probablemente no podría dormir esta noche.

Claudia suspiró. No sabía qué decir.

***

Mientras tanto, aunque Armando logró escapar, se rompió la pierna al saltar desde el segundo piso. Corría mientras miraba hacia atrás, temiendo que le alcanzara alguien. Justo cuando pasaba por la carretera, pasó un coche con unas luces cegadoras. Armando aprovechó y cayó al suelo.

El coche se detuvo a medio metro de Armando y éste empezó a gritar de dolor mientras se agarraba la pierna.

El conductor no tardó en bajar y dijo adecuadamente,

—Señor, no creo que nuestro coche le haya alcanzado.

Armando le miró, echó un vistazo a la placa y gritó aún más fuerte,

—Qué sinvergüenza eres, me has roto la pierna y no lo admites. ¿Acaso me la rompí así de la nada?

El conductor dijo,

—Puedo jurar que el coche no te ha dado.

A Armando no le importó eso y no paró de gritar.

Aunque no había tráfico en la carretera, Armando cayó delante del coche y no había forma de pasar.

El conductor parecía que tampoco sabía qué hacer. Volvió hacia el coche, golpeó la ventanilla del asiento trasero y preguntó,

—Señor.

William Gilabert parecía tranquilo y dijo con indiferencia,

—Dale dinero.

El conductor asintió.

Volvió a la parte delantera del coche, sacó su cartera y preguntó,

—¿Cuánto quieres?

Armando lo pensó y dijo,

—Mira, tengo la pierna rota y tengo que ir al hospital. Mínimo necesitaré siete u ocho mil euros.

El conductor miró la sangre del suelo y le dio una tarjeta de crédito.

—Aquí hay diez mil euros. Debería ser suficiente.

Armando se levantó del suelo de un salto, y cogió la tarjeta sin pensarlo.

—Más o menos. Tenéis suerte. Si no fuera porque ando justo de tiempo, os obligaría a que fuerais al hospital conmigo. Sumando todo el coste de las revisiones, dinero de los fármacos, etc., este dinero no bastaría ni de lejos.

El conductor le miró y no dijo nada. Después volvió al coche.

Armando ladeó la tarjeta de su mano y con una sonrisa en la cara, se alejó cojeando.

Al pasar por la ventanilla trasera, se inclinó a propósito para mirar dentro.

William le miró de reojo y se encontró con su mirada.

Armando lo vio y no pudo evitar hacer una mueca.

En ese momento, el coche arrancó y se fue.

Armando se quedó parado en el sitio y lanzó un escupitajo. Después, siguió avanzando arrastrando una pierna.

Tras andar unos diez metros, William dijo de repente,

—¡Para el coche!

El coche negro se detuvo al instante y el conductor preguntó,

—¿Qué pasa, señor?

El rostro de William se tensó y rápidamente abrió la puerta. Se dirigió a grandes zancadas a donde estaba Armando.

Armando oyó el ruido de detrás y, al ver que alguien venía a por él, pensó que se habían arrepentido y querían recuperar su dinero. Así que corrió hacia los arbustos y desapareció en un instante.

William lo vio y se paró. Frunció ligeramente el ceño.

El conductor rápidamente le alcanzó. Miró la dirección en la que Armando había desaparecido y dijo,

—Señor, ¿enviamos a alguien tras él?

William hizo un gesto con la mano,

—Déjalo.

El conductor preguntó con cautela,

—¿Pasa algo con ese hombre?

William dijo tranquilamente,

—Sólo me resulta familiar.

El chófer añadió,

—Señor, vámonos. El señor Carmelo todavía le está esperando.

William asintió y volvió al coche.

Cuando el coche se alejó, Armando salió de los arbustos. Arrogantemente, ladeó la tarjeta de su mano y se alejó tarareando en dirección contraria.

Veinte minutos después, en la casa de Carmelo Figueroa.

En el salón del té, Carmelo escuchó pasos procedentes de la puerta y puso una nueva taza en frente de él.

Justo cuando de terminó de servir el té, apareció William.

Carmelo dijo,

—¿Ya te has ocupado de todos?

William se sentó frente a él y asintió,

—Ya está todo listo.

—Supongo que ahora Rivera está tratando de averiguar quién le estaba causando los problemas. Pero haga lo que haga, no podrá averiguarlo —William dijo—, Ya es bastante difícil para él darle la vuelta a la situación. Cuando llegue el momento adecuado, la familia Collazo desaparecerá por completo.

Al escucharlo, Carmelo frunció un poco el ceño.

—Basta con deshacerte de Rivera. Después de todo, la familia Collazo es... ¿Estás dispuesto a hacerlo?

—Para mí, lo más importante se había perdido desde hace tiempo. Todos estos años, la familia Collazo ha estado pudriéndose en sus manos. Con apenas tocarlo, empezará a desmenuzarse. Qué sentido hay en conservarla.

Carmelo añadió,

—Pero debes saber que hay más de una empresa que le ha echado el ojo a la familia Collazo y el más interesado es Édgar.

William se rio,

—Es cierto que la anexión de la familia Collazo sería beneficiosa para Édgar. Pero si quiere conseguir sus acciones antes de que la familia Collazo desaparezca, tendría que comprometerse con Briana. De lo contrario, lo único que conseguirá será un cascarón vacío.

—Hablando de Édgar, creo que su ex mujer se parece mucho a Miriam, ¿no crees?

—Hay cosas parecidas y hay personas similares.

Sabía mejor que nadie la situación de entonces. No había ninguna posibilidad de que sobrevivieran.

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