Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 305

Después de que Saúl Santángel se fue cabreado, Vicente Laguna llamó a la puerta de la oficina del presidente.

Édgar Santángel se levantó, caminó hacia el escritorio con sus piernas largas y dijo,

—Adelante.

Vicente puso un documento sobre el escritorio,

—Señor Édgar, aquí está el registro de esta reunión y hay algunos documentos que necesita su firma.

Édgar asintió indiferentemente.

Vicente no pudo evitar preguntar,

—¿Cómo se acordó de repente el señor Saúl de organizar su matrimonio...?

Al escuchar esto, Édgar resopló con frialdad, abrió el archivo frente a él y dijo con un tono frío,

—Claramente, porque teme bastante que una vez se confirme que Doria pertenece a la familia Collazo, me ayudará a tratar con él.

—La noticia le llegó al señor Saúl demasiado rápida...

Los ojos negros de Édgar se entrecerraron y no dijo nada.

Saúl habría mandado a gente para estar reportando en esta licitación del Grupo Collazo, con la intención de ganar beneficios aprovechando la debilidad de su oponente.

Por tanto, no era de extrañar que recibiera esta noticia a primera hora.

Édgar preguntó,

—¿Se ha encontrado a Armando?

Vicente se sintió un poco culpable y dijo,

—Todavía no... Es demasiado bueno escondiendo, ya hemos mandado a gente en varios casinos clandestinos, pero parecía que se dio cuenta y nunca volvió a aparecer.

Édgar levantó la mano y se pellizcó la nariz,

—Déjalo, no te preocupes. Averigua cómo se escapó de la cárcel, definitivamente no podría haberlo conseguido por su cuenta.

—Señor Édgar, ¿quiere decir que alguien lo estaba ayudando?

—Armando no podía desaparecer sin motivo. Además, si pudiera controlar su vicio al juego, no llegaría a esta situación.

Vicente asintió levemente,

—Voy a investigarlo ahora.

—Espera.

Cuando Vicente estaba a punto de irse, sonó la voz de Édgar.

Vicente preguntó,

—Señor Édgar, ¿tiene algo más para ordenar?

Édgar se humedeció los delgados labios y dijo lentamente,

—No cuentes esto a Doria.

Vicente contuvo la risa en su corazón y dijo con un rostro serio,

—Entendido.

Parecía que el señor Édgar estaba cada vez más familiarizado en cómo perseguir a su esposa y sus esfuerzos finalmente funcionaron.

Cuando Vicente se fue, Édgar sacó su móvil, marcó el número de Alex Curbelo y dijo a la ligera,

—¿Cómo va?

—Todo bajo control. Después de la licitación, volvió a casa y no hubo ninguna otra acción.

—¿Y Daniel?

—Él también se fue directo a casa.

Las comisuras de los labios de Édgar se crisparon. Parecía que estas personas tenían mucha paciencia.

Alex dijo de nuevo,

—Según la información que encontré, en los datos de William no aparece nada sobre su hija. En otras palabras, o no existe tal persona, o es...

—Pensó que estaba muerta.

Al otro lado del teléfono, Alex se detuvo un momento y dijo,

—Según tú, ¿sería posible que Doria sea…? Entonces, ¿William debería ser...?

Édgar lo interrumpió,

—Es demasiado pronto para decir esto. Sigue vigilándolos y avísame de las novedades.

***

En la tienda, Doria Aparicio se había quedado en la oficina desde que regresó, mirando pensativa su reloj de bolsillo.

Tenía un presentimiento inexplicable de que tenía muy cerca la verdad, tan cerca como para extender la mano y tocarlo.

Y Carmelo Figueroa debería saberlo todo.

Después de un tiempo, alguien llamó a la puerta, Claudia Freixa asomó la cabeza y Doria dejó su reloj de bolsillo,

—Claudia, ¿qué pasa?

—¿Estás diseñando?

Doria negó con la cabeza y dijo presionando su sien,

—Todavía no.

Claudia levantó su mano mostrando la bolsa que traía café y dulces, y dijo,

—Mira qué te he traído, come primero y luego sigues con ello.

Dicho esto, puso cosas sobre el escritorio de Doria y luego dijo,

—En breve, tengo que salir por un rodaje y por la noche iré a ver casas, así que no volveré a la tienda. Ten cuidado cuando vuelvas sola.

—De acuerdo.

—Doria, ¿cuándo te mudas?

—Más o menos en dos días.

Claudia suspiró en silencio, de repente pensó en algo y preguntó de nuevo,

—¿Lo sabe Ismael?

—Aún no se lo he dicho, no se lo digas ahora. Esperamos un poco.

—No te preocupes, de mi boca no se escapa nada. Te prometo que no se lo diré.

Mientras hablaba, Claudia hizo un gesto de cerrar cremallera en su boca.

De pronto, Claudia volvió a decir,

—Doria, come primero, me voy. No te preocupes, que Sandra y demás se ocupan de la tienda, céntrate en lo tuyo.

Después de que Claudia se fue, la oficina volvió a quedarse en silencio.

Doria respiró hondo y encendió la computadora para hacer un borrador.

El tiempo pasó tan rápido que se había oscurecido cuando volvió a mirar hacia arriba.

Miró el móvil, ya eran las nueve.

Movió el cuello y salió de la oficina.

En este momento, ya se había cerrado la tienda y no había nadie más dentro. Doria caminó hacia la sala de descanso y se sirvió un vaso de agua. Justo después de tomar un sorbo, escuchó algunos pasos que venían de la puerta, subconscientemente pensó que eran de Édgar y dijo sin darse la vuelta,

—Espérame afuera, yo...

—Doria.

Era la voz de Stefano Carvallo.

Doria se quedó atónita, dejó el vaso de agua de inmediato y se dio la vuelta.

Stefano se paró en la puerta y le sonrió,

—¿Ya has terminado de trabajar?

Doria asintió levemente.

Stefano frunció los labios y dijo,

—Doria, ¿te conviene ahora? Quiero invitarte a cenar.

—¿Qué?

Doria hizo una pausa y cuando estaba a punto de responder, sonó una fría voz masculina,

—Ya que el señor Stefano ha sido tan amble en invitar, ¿cómo lo podría negar?

La figura alta y erguida de Édgar estaba de pie junto a Stefano, lo barrió con la mirada y dijo con una sonrisa superficial,

—¡Qué casualidad de que me encuentro siempre al señor Stefano cuando invita a cenar! ¡Soy realmente afortunado!

Stefano se rio a secas, luego miró a Doria y recordó lo que había dicho cuando él entró por la puerta. Entrecerró los ojos y luego dijo,

—Mientras no le desagrade al señor Édgar, una cena no es nada.

Édgar dijo,

—Entonces, le pido que espere un momento fuera, saldremos en breve.

Stefano asintió algo distraído y salió de la tienda.

Doria miró a Édgar disgustada y preguntó,

—¿Qué estás haciendo?

Édgar arqueó las cejas y dijo,

—¿Realmente planeas ir a cenar con él a solas?

—Yo...

No era por eso, sino que ella sintió que Stefano vino para decirle algo.

Antes de que ella pudiera responder, el gilipollas salió a armar líos.

Édgar dijo,

—Iré contigo,

—No estés bromeando, obviamente quiere decirme algo. ¿Cómo lo podría decir con tu presencia?

—Si se trata de algo normal, ¿tendría miedo de que otros supieran?

«El gilipollas es un experto inventándose las cosas, incluso conseguiría hacer a la gente creer en fantasías».

Doria cogió la llave, miró a Stefano que estaba fuera y le recordó en voz baja,

—Puedes ir, pero habla lo menos posible. Bueno... ¡No hables, no digas ni una palabra!

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