Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 315

A pesar de que había aceptado ir a cita con Édgar Santángel, Doria Aparicio tenía que ir al estudio por la mañana.

Cuando se levantó, este gilipollas seguía durmiendo.

Pensando que solía trabajar bastante, Doria no le despertó.

Escribió una nota y la puso sobre su cama. Luego salió.

Pulsó el botón y esperó aburrida al ascensor.

En ese momento, se abrió la puerta vecina.

Daniel Fonseca asomó la cabeza y miró a su alrededor para asegurarse de que Édgar no estaba allí antes de salir.

Doria le saludó,

—Buenos días.

—Buenos días. ¿Te vas a trabajar tan temprano, señorita Doria?

Doria asintió.

—Tengo cita esta tarde, así que tengo que ir antes.

Daniel se puso a su lado.

—Hablando de eso, creo que todavía no he estado en la tienda de la señorita Doria. Aprovecharé para verlo hoy.

Doria sabía que tenía algo que decir y sonrió.

—Claro.

Una vez fuera de la urbanización, Daniel miró hacia atrás para asegurarse de que Édgar no les había seguido.

Doria lo vio y preguntó,

—¿Qué buscas?

Daniel se rió secamente.

—Nada. Por cierto, el señor Édgar va a vivir estos dos días aquí, ¿no?

Ante eso, Doria se sintió un poco incómoda y no supo qué decir.

Por suerte, Daniel no hizo más preguntas sobre el tema y volvió al asunto.

—Estoy un poco confundido por lo que pasó en la licitación de anteayer. Me pregunto si la señorita Doria podrías...

Doria dijo lentamente mientras caminaba,

—Hace unos meses, Armando murió accidentalmente cuando escapó de la prisión. Ismael y yo estábamos ordenando sus cosas y nos encontramos una caja. En ella, estaban las pertenencias de mi madre.

Daniel preguntó,

—Las pertenencias... ¿Qué eran?

—Había unas cuantas fotografías y un reloj de bolsillo. Fue entonces cuando supe que Armando no era mi verdadero padre. Mi verdadero padre era el hombre de las fotografías. Armando había rallado a propósito su cara con un cuchillo por envidia.

—El reloj de bolsillo, ¿era de Rivera?

Doria asintió.

—Al principio lo único que sabía era que Rivera podría conocer a mi padre. Pero nunca pensé de esa manera hasta que encontré el historial de compra del reloj.

Daniel frunció el ceño.

—¿Cómo sabías que Rivera podría conocer a tu padre?

—Porque Ismael había puesto un aviso de búsqueda en el periódico una vez y utilizó otros medios para tratar de encontrarle. Pero Rivera lo interceptó y bloqueó el mensaje.

—¿Cuándo ocurrió esto?

—Me parece que solo fue hace un mes o dos.

Daniel frunció el cejo.

—Lo que significa que Rivera sabía que lo estabais buscando y no quería que descubrierais más. Así que interceptó toda la información. Además, debería saber quién eras cuando le buscasteis con las fotos.

Al oír esto, Doria se quedó en silencio un rato antes de decir,

—Debería serlo.

—¿No te parece extraño?

Doria preguntó confusa,

—¿Qué es lo extraño?

—La familia Collazo es poderosa. Si él no quería que encontraras las pistas, ¿cómo las encontraste?

En ese momento, Doria hizo una pausa antes de decir,

—Es... Mi amigo me ayudó a encontrar al jefe del fabricante del reloj. Me llevó al almacén donde tenían información sobre todos los que habían comprado relojes de bolsillo en aquella época.

—Señorita Doria, no quiero insinuar nada. La información que te dio esa persona es correcta. El reloj de bolsillo efectivamente fue comprado por Rivera y le pertenecía. No te equivocaste al buscar en esa dirección. Sólo que es posible que alguien te haya guiado deliberadamente en esa dirección. ¿Has pensado en lo que pasaría después de buscar a Rivera con este reloj? No importa las medidas que hayas tomado de antemano. No puedes evitar estar en peligro.

Doria entendió lo que quería decir, y no lo había pensado antes. Sólo cuando escuchó a Daniel mencionarlo se dio cuenta de que, efectivamente, las pistas se habían encontrado con demasiada facilidad.

Si fuese otra cosa, sería normal. Pero esto apuntaba a Rivera Collazo, y él siempre había estado en guardia. Así que no había forma de que se revelara fácilmente.

Con esto en mente, Doria sacó apresuradamente su móvil y llamó al responsable de la planta de fabricación. Pero mostraba que el número no existía.

Llamó a su amigo, pero él tampoco conocía los detalles. El responsable se había puesto en contacto con él cuando estaba investigando el reloj y le dijo que lo habían fabricado.

Doria guardó su teléfono y frunció los labios.

Parecía que había otros, además de ella, que iban a por Rivera.

Doria miró de repente a Daniel.

Éste se encontró con su mirada e inconscientemente retrocedió dos pasos. Sonrió secamente.

—Señorita Doria ¿qué pasa?

—¿Cómo sabes que es correcto buscar en esa dirección? Sólo dije que el reloj era de Rivera, pero no te dije mis sospechas. Por lo que dices, deberías saber lo que estoy pensando.

Daniel no esperaba que reaccionara tan rápido, e incluso que le apuntara. Sonrió forzosamente.

—Esto... Fue Briana quien me lo dijo.

—¿Briana te dijo mis sospechas? Puede que ni ella sabía exactamente por qué voy a la familia Collazo, pero tú sí.

—Yo... No sé nada de eso, sólo lo decía por decir.

—No. De hecho, desde muy temprano me has estado advirtiendo que tuviera cuidado con Briana y Rivera. Sabes mucho y más que yo. —Doria hizo una pausa—. ¿La razón por la que te acercaste a Briana y vas a por Rivera es también...?

Daniel la interrumpió.

—No, no, señorita Doria. Me has entendido mal. Tú misma lo has dicho, me acerqué a Briana para ir a por Rivera. Claro que habría investigado todo sobre él antes, o si no sería como suicidarme.

Daniel nunca esperó que Doria casi le descubriera cuando había acudido a ella para aclarar las cosas.

Tenía que admitir que tenía los pensamientos claros.

Su explicación tenía sentido.

Doria asintió y siguió caminando.

Dio unos pasos y volvió la cabeza de nuevo. Preguntó,

—¿Todavía vas al estudio?

—Sí, claro.

Frotándose la nuca, Daniel la siguió.

Después de un tiempo, añadió,

—Señorita Doria, tengo curiosidad por preguntarla algo.

—Adelante.

—Como tu verdadero padre puede ser otro, Ismael...

En ese momento, Doria se detuvo y después de unos segundos dijo,

—Hay algo que me gustaría pedirte también.

—Dime.

—No menciones nada de esto a Ismael.

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