Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 317

Édgar habló sin prisas,

—Suplícame.

—... Te suplico.

—Eso es demasiado superficial.

Doria sintió que sus manos se acalambraban y resistió el impulso de insultarlo,

—Ayúdame a bajar primero, ahora no puedo hacer otras cosas que decirte esas cosas superficiales.

Édgar dijo,

—También me vale que lo digas.

Doria se quedó aturdida.

Édgar inclinó la cabeza para mirarla, con sus ojos azules ardiendo,

—Piensa bien cómo debes llamarme.

¿Gilipollas? ¿Bastardo? ¿Sinvergüenza?

No estaría bien.

Viendo a Doria dudando, Édgar añadió,

—Llámame y te ayudaré a bajar.

Doria retiró la mirada y sintió que su corazón latía un poco más rápido.

Sabía a qué se refería el gilipollas, pero no podía decirlo.

En esos tres años de matrimonio, nunca lo había llamado, y menos ahora.

En los pocos segundos que Doria había dudado, sus piernas habían empezado a temblar y casi se pisó mal.

De repente sintió que se había caído en una trampa cavada por ella misma.

Y Édgar estaba esperándola dentro de la trampa.

Después de un momento, Doria lo dijo en bajo y rápido.

Édgar levantó las cejas,

—¿Qué has dicho? No puedo oírte.

Las orejas de Doria estaban rojas y calientes, dijo la palabra vagamente,

—Cariño —hubo una pausa, añadió unas palabras más—, por favor. Te lo pido.

Los labios de Édgar se curvaron y se adelantó para dejarla en el suelo.

Esas eran las palabras que ella se había negado a pronunciar después de todo lo que él había hecho en la cama la noche anterior.

Doria cayó directamente en sus brazos.

Se desplomó sobre el hombro de Édgar, incluso quiso morir junto a ese gilipollas.

Menos mal que no había nadie más aquí, sino podría haberlo lamentado de verdad.

No muy lejos, Briana observó la escena y se marchó con una fría sonrisa.

Édgar tenía una sonrisa en los labios todo el tiempo cuando estaba ayudándola a quitarse el equipo de protección,

—Ha sido emocionante, te traeré la próxima vez.

¡Ya no habría una próxima vez! Que fuera él solo.

Si el tiempo hubiera vuelto a ayer, Doria nunca habría aceptado salir de cita con él.

Debería haber vuelto loca.

Édgar le dio un apretón en el brazo tembloroso,

—¿Estás mejor?

—No, quiero ir a casa.

Édgar la ignoró y susurró,

—Es que no haces suficiente ejercicio, Encima no admites que no tienes fuerza.

Doria hizo un puchero, no le respondió.

Édgar le dio otro apretón antes de decir,

—Vale, ¿a dónde más quieres ir?

—A casa.

Édgar miró con la cara de póquer,

—¿Estás segura?

Doria se rio secamente,

—No, no, sólo estoy bromeando, vamos a…

Antes de que las palabras salieran de su boca, oyó de repente un grito en un lugar no muy lejos.

Rápidamente respondió,

—¿Qué pasa ahí? Vamos a verlo.

Ese lugar, era el circuito de carreras.

Acababa de terminar una competición.

Doria y Édgar fueron, vieron a Alex Curbelo salir de su coche y quitarse el casco,

—Tengo que admitir que ya soy viejo, no puedo competir con estos jóvenes.

Alguien a su lado le dijo,

—El señor Alex está siendo modesto, hoy ha quedado segundo porque ha cambiado de coche, si no, seguiría siendo el campeón.

Alex levantó la mano y se rio,

—Está bien, eres muy exagerado halagándome.

Antes de que Doria pudiera ver nada más, Édgar le cogió la mano y le susurró,

—Vamos.

Por desgracia, eran demasiado lentos.

Alex los vio desde la distancia, a través de la multitud, y dijo mientras caminaba,

—Señor Édgar, ¿qué haces hoy aquí? —al decirlo, vio a Doria y dijo—. Así que hay una hermosa mujer contigo.

Doria finalmente supo por qué Édgar quería que se fueran.

Se podía ver que Alex no era una persona decente al abrir la boca.

También era él quien había enseñado a Édgar todas estas cosas.

Y después de que Alex le saludara así, todo el mundo del club supo que Édgar estaba aquí, y empezó a mirar a Doria que estaba su lado.

Édgar miró fríamente a Alex, y éste se dio cuenta por fin de su error. Tosió y le dio su casco a la persona que tenía al lado,

—Vosotros seguid jugando, yo acompañaré al señor Édgar por ahí —dicho esto, volvió a saludar a Doria—. Señorita Doria, cuánto tiempo.

Doria respondió amablemente con una leve sonrisa.

Después de alejarse un poco, Alex lanzó una mirada a Édgar que indicaba claramente que tenía algo que decir.

Los labios de Édgar se fruncieron mientras hacía una pausa para preguntar a Doria,

—¿Qué quieres de beber? Iré a comprar.

—Lo que sea.

—Espérame aquí, volveré pronto.

Alex añadió,

—Señorita Doria, entonces... me voy con él, puedes quedarte por aquí.

Doria sonrió y asintió,

—Vale.

Cuando se fueron, se puso a la sombra y llamó a Claudia para saber cómo estaba su madre.

Claudia dijo,

—Ya está mejor, el médico dijo que después de unos días en el hospital ya puede ser dada de alta. Y tú, ¿qué haces?

—Estoy fuera.

Ante eso, Claudia preguntó tímidamente,

—No estarás en una cita, ¿verdad?

¿Cómo pudo adivinar tan bien?

Al no oírla decir nada, Claudia supo que había adivinado correctamente y se rio,

—Bueno, ¿a dónde habéis ido?

A Doria le pareció demasiado complicado como para explicarla.

Tras hablar un rato, la madre de Claudia la llamó y ésta colgó el teléfono.

En ese momento, el sol se abrió paso entre las nubes y proyectó una luz silenciosa hacia abajo.

Hacía mucho más calor. Parecía que la primavera había llegado.

Aburrida de estar de pie, Doria fue andando lentamente por el camino del suelo iluminado por el sol.

No había dado más que unos pocos pasos cuando de repente oyó un chillido detrás de ella.

Doria miró hacia atrás y vio que un caballo corría a toda velocidad hacia ella.

Estaba a pocos metros de ella.

Doria no tuvo tiempo de esquivar y justo cuando el caballo estaba a punto de golpearla, cayó en un cálido abrazo y debido al impacto de la inercia, rodaron varias veces por el suelo antes de detenerse.

La voz del hombre sonó por encima de su cabeza,

—¿Te has hecho daño?

Doria reaccionó y se puso en pie,

—Estoy bien, ¿cómo estás tú?

Édgar se tumbó en el suelo y guardó silencio antes de decir,

—No estoy muy bien.

A Doria casi le salió el corazón del pecho y lo miró rápidamente, sin atreverse a tocarlo,

—¿Te has roto algún hueso? ¿O qué? Yo... llamaré a una ambulancia...

Acababa de coger su teléfono, Édgar le cogió la mano,

—No es tan grave, vuelve a llamarme cariño y estaré bien.

Ella lo empujó con enfado.

Incluso seguía bromeando el gilipollas en este momento.

El personal de las caballerizas se apresuró a acercarse y se asustó mucho al verlo,

—Señor Édgar...

Édgar se levantó lentamente con una expresión fría. Aunque no dijera nada, su aura era ya abrumadora.

Alex calmó al caballo y frunció el ceño, preguntando,

—¿Qué ha pasado?

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