Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 321

Doria cogió la copa de Édgar y tomó un sorbo.

Era un vino dulce y sabía muy bien.

Esto hizo a Doria recordar aquella vez que el gilipollas la había engañado para que bebiera.

Doria dejó la copa de vino, miró de reojo a Édgar y dijo,

—Señor Édgar.

El hombre respondió con una voz baja,

—¿Qué?

—Aquella vez que me emborrachaste en el Club Crepúsculo, ¿me llevaste a casa o vino Claudia a recogerme?

Édgar no esperaba que ella mencionara esto de repente y dijo sonriendo,

—¿Qué opinas?

Doria resopló,

—Ya sabía que no tenías buenas intenciones cuando me hiciste emborracharme.

De hecho, fue el momento más borracho de su vida y no recordaba nada cuando se despertó.

«El gilipollas sabe aprovecharse de la mínima oportunidad».

Pensando en esto, Doria preguntó nuevamente,

—¿Qué hiciste mientras estaba borracha?

El gilipollas planeó todo esto con tanta dedicación y no sería solo para emborracharla, sino debió haber hecho algo atroz.

Édgar arqueó las cejas y contestó,

—Si te hubiera hecho algo, ¿no lo notarías?

Doria se quedó sin voz.

«Vaya, tiene razón, pero sigo sin poder creerlo».

Cuando se terminó la botella de vino, Doria se sintió un poco mareada, se apoyó sobre el hombro de Édgar y miró al mar a lo lejos. Sintió que su cuerpo y alma estaban relajados.

Parecía que había estado ocurriendo tantas cosas en los últimos meses y cada una de ellas eran tan desesperantes que casi la derrumbaba.

A veces ni siquiera sabía si su elección era correcta o incorrecta.

Antes del divorcio, nunca hubiera pensado que algún día ella y Édgar se sentarían juntos y mirarían el mar en silencio de esta manera.

La vida era tan extraña, que se tenía que experimentar y perder para saber lo que uno realmente quería.

La voz grave de Édgar sonó,

—¿Estás borracha?

Doria negó con la cabeza,

—No.

Édgar giró la cabeza para mirarla y descubrió que su mirada estaba desenfocada,

—¿Doria?

—¿Qué...?

Édgar no continuó, estaba pensativo y posó su mirada en la brisa nocturna.

Pero Doria estaba obsesionada con las palabras que no había dicho Édgar, después de esperar un buen rato, no escuchó más sonidos y tocaba la cintura de Édgar con insatisfacción.

Édgar cogió su mano, la miró con sus ojos oscuros y habló con una voz ronca,

—¿Qué haces?

—Me llamaste porque tienes algo que decirme, ¿no? ¿Por qué no lo dices?

—Simplemente te quería llamar.

—No te creo.

Édgar se rio diciendo,

—Es cierto.

Doria se hinchó los mofletes, sus labios parecían pétalos de rosa y sus hermosos ojos húmedos lo estaban mirando como si estuviera demandándole en silencio.

Édgar la miró fijamente, sus ojos se oscurecieron un poco, luego levantó la mano para sujetar su barbilla y la besó.

Estando borracha, Doria parecía mucho más entusiasmada que de costumbre. Después de un gemido, ella lo abrazó de cuello y comenzó a besarlo como respuesta.

Édgar le sujetó la nuca con una mano y le rodeó la cintura con la otra. La colocó sobre el cojín y profundizó gradualmente el beso.

Después de mucho tiempo, Doria lo apartó de repente y Édgar preguntó en voz baja,

—¿Qué ocurre? Mi amor.

Doria jadeó levemente y dijo,

—Todavía no lo has dicho.

Édgar no esperaba que después de emborracharse fuera más insistente que de lo habitual.

Acariciaba su cuello y frotaba suavemente la parte posterior de su oreja.

A Doria le picaba un poco, pero no dijo nada precipitadamente, porque sintió que Édgar estaba pensando en eso.

Doria contuvo la respiración y esperó en silencio.

Había ilusiones y curiosidad en sus ojos, y esperaba oírle decir algún gran secreto.

Según experiencia, Doria lo olvidaría a la mañana siguiente.

Después de un rato, Édgar dijo,

—En realidad, ese niño no es...

En ese momento, un transbordador pasó a lo lejos y su silbido tapó las palabras inacabadas de Édgar.

Después de que cesó el silbido, Doria frunció el ceño y miró con un poco de sospecha al hombre que tenía delante.

Luego, ella apartó con fuerza al hombre que tenía encima y se sentó.

Pudo ser que el silbido despertó un poco a Doria y ella dijo,

—¡Ya recuerdo! ¿Te aprovechaste de mí cuando estaba borracha?

Édgar se rio,

—No.

—¿No?

En ese momento, algunas imágenes borrosas aparecieron en la mente de Doria, en las cuales Édgar también la estaba besando bestialmente en sus abrazos.

«¡Qué gilipollas! ¡Encima no lo quiere admitir!».

—¿Cómo me he aprovechado de ti?

—Tú habías...

Doria no era capaz de decirlo detalladamente por la vergüenza, sus orejas se pusieron rojas, porque ella parecía haberse sentado en sus piernas en aquella imagen.

Antes de que Doria continuara, Édgar la abrazó para que ella se sintiera de frente encima de él, luego le sujetó la cabeza y la besó en los labios,

—¿Fue así?

Recreó la escena al cien por cien y finalmente estaba resuelto el caso.

Antes de que Doria pudiera protestar, Édgar la había vuelto a besar.

Al final, Doria no supo ni cómo había vuelto al coche.

A pesar de que estaban rodeados del mar y no había nadie en medio de la noche, Doria seguía muy nerviosa.

«¿Qué le pasa al gilipollas? ¡Cómo es posible que lleve condones a todas partes!».

El espacio interior del coche ya era pequeño de por sí, pero el gilipollas cambiaba de posturas para jugar con ella y dijo mientras mordía su oreja suavemente,

—Querida, relájate.

Doria hundió la cabeza en el pecho de Édgar y dijo jadeando,

—¡Cállate!

—¿Qué?

La voz del hombre era grave y extraordinariamente atractiva.

Empezó a llover afuera, el sonido de la lluvia cayó sobre el techo del coche y la niebla fue cubriendo gradualmente las ventanas del coche.

Cuando terminaron, Doria ya estaba exhausta y quedó dormida en los brazos del hombre.

Después de un rato, ella sintió que entraba un poco de viento frío y se olía un leve olor a tabaco.

Doria se esforzó en abrir los ojos y vio a su lado el hombre satisfecho.

Él sintió que ella se movía en sus brazos, la miró de reojo y echó el humo a un lado. Le habló con un tono muy suave,

—¿Te he despertado?

Doria volvió a cerrar los ojos por el sueño y suspiró débilmente,

—¡Qué animado estás!

Édgar se rio entre dientes, apagó el cigarrillo y esperó a que se disipara el olor a humo para cerrar la ventana.

—Duerme.

Aunque seguía siendo ruidosa la lluvia de afuera, Doria tenía tanto sueño que cayó dormida en breve.

Édgar besó su frente y la abrazó con fuerza.

Parecía ser que su amnesia por el alcohol tenía un límite. Si él se lo hubiera contado hacía un momento, sería como ponerle una bomba de tiempo impredecible.

«Te lo diré más tarde».

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO