Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 326

Tan pronto como terminó de hablar, Doria bajó las escaleras.

Ella sonrió y llamó,

—Señor Carmelo.

Carmelo le saludó con la mano.

—Ven, ven, siéntate a mi lado.

Doria se acercó y se sentó a su lado.

Carmelo se puso las muletas en ambas manos y dijo con una sonrisa,

—¿Cuándo llegaste? Estaba por ir a recogerte, pero tenía miedo de demorarte.

—He llegado hace nada.

—Pues casi hemos llegado al mismo tiempo.

Carmelo miró a su ropa mientras hablaba, estaba un poco perplejo.

—¿De dónde te has manchado de tanto polvo?

Al escuchar esto, Rivera detuvo por un instante su gesto de tomar el té.

Doria dijo,

—Nada, la señorita Briana acaba de hacerme una broma, no he tenido tiempo de cambiarme de ropa aún.

Carmelo frunció el ceño con fiereza y miró a Rivera.

—¿Qué broma?

Rivera se rio.

—Briana ha sido un poco caprichosa, ya la he regañado.

Al ver que se mostraba reacio a decir la verdad, Carmelo volvió a mirar al criado que estaba detrás de Rivera y dijo con brusquedad,

—¡Habla!

—Esto…

El sirviente dudó un buen rato, pero no se atrevió a hablar.

Carmelo golpeó el bastón con fuerza y dijo enojado,

—¿Qué te he dicho hace un momento? Me acabas de decir sí con tan buena actitud, ¡pero resulta que solo me estás engañando!

—Me ha malinterpretado, le prometo que no volverá a suceder algo así de nuevo.

El rostro de Carmelo estaba sombrío, recordando eso de lidiar los trastos que el sirviente dijo antes, más el polvo que flotaba en la habitación y la ropa manchada de Doria, pudo suponer más o menos lo que pasó.

Él dijo,

—¡Será mejor que te comportes como me has prometido! ¡De lo contrario Miriam no te lo perdonará en el cielo!

En ese momento, entró otro sirviente para susurrarle algo a Rivera.

Éste asintió.

—Invítalo a pasar.

Carmelo preguntó,

—¿Quién está aquí?

Rivera dijo,

—Un socio de negocios. Usted tiene buenos ojos, puede ayudarme a echar un vistazo.

—Tengo mucha edad para eso.

Doria sintió que era aburrida quedarse en una situación así, pensaba ir a darse una ducha y cambiarse de ropa para ir al estudio.

Inesperadamente, tan pronto como ella hizo un movimiento, Carmelo le dio un ligero toque y le indicó que no se fuera. Los movimientos de Carmelo eran tan pequeños que Rivera no los notó en absoluto.

Después de que Doria entendió lo que quería decir, se quedó allí sentada.

Al cabo de un rato, apareció a la vista el visitante.

Resultó ser William Gilabert.

William entró a la sala de estar e intercambió saludos con Rivera, luego los miró como un caballero educado.

—Hola, Carmelo, señorita Doria.

Rivera miró en silencio y lentamente dijo,

—Resulta que os conocéis.

William sonrió levemente.

—Carmelo y yo nos hemos visto una vez en el extranjero. Después de regresar a la Ciudad Sur, también tuve la suerte de visitar a la familia Figueroa. En cuanto a la señorita Doria, solía colaborar con el señor Édgar, por eso nos hemos visto algunas veces por casualidad.

Rivera no parecía querer escuchar el nombre de Édgar, le dijo a William que tomara asiento y ordenó al sirviente que sirviera té.

Rivera dijo,

—Me han dicho que el señor William también es de la Ciudad Sur, ¿de qué parte de la Ciudad Sur es?

William dijo un lugar.

—Estuve en el extranjero hace muchos años, cuando regresé descubrí que el lugar donde vivía antes había cambiado totalmente.

—Parece que el señor William es realmente una persona que aprecia el pasado, después de tantos años decidió regresar a la Ciudad Sur.

—Tampoco es eso. Da la casualidad de que la empresa tiene intenciones de abrir el mercado nacional, y el único lugar que conozco es la Ciudad Sur.

Parecía que simplemente estaban charlando, pero Rivera en realidad estaba indagando sobre la realidad de lo que decía.

De hecho, Rivera había investigado a fondo a William antes de la cooperación y, naturalmente, sabía que él y Carmelo se conocían, lo que dijo antes fue a propósito.

En cuanto a que conocía a Doria, pensó que no debería haber mucha conexión entre ellos dos, porque solo se habían visto algunas veces por Édgar.

Rivera tenía algunas dudas sobre la relación entre William y Carmelo, pero al ver su respuesta tan generosa de antes, sin la intención de ocultar que se conocían, bajó un poco las guardias.

Durante su charla, Carmelo de vez en cuando decía algunas palabras, mientras que Doria no era capaz de intervenir, se limitó a estar aburrida en el sofá, quitando los pelillos que se le habían pegado a los pantalones cuando estaba organizando el trastero.

Cuando William hablaba, su mirada se posaba sobre ella inadvertidamente, se quedaba distraído por un instante.

Después de la conversación, William se levantó.

—Entonces hasta luego.

Cuando Doria estaba en las nubes, de repente lo escuchó llamarla por su nombre. Enseguida se puso de pie.

William la miró con una sonrisa tranquila.

—Saluda de mi parte al señor Édgar.

Doria asintió.

—Sí.

Rivera dijo,

—Te acompaño a la salida.

Después de que los dos se fueron, Doria volvió de sus pensamientos.

Carmelo se apoyó en el bastón y dijo,

—Niña, acompáñame a dar un paseo afuera, te contaré algo sobre estos lugares, porque ellos definitivamente no te lo dirán.

Doria ayudó a Carmelo a salir a dar un paseo por el jardín.

Mientras caminaba, Carmelo le contó la historia de este lugar y lo que solía ser. Señaló algunas esculturas de no muy lejos.

—Allí es donde tu padre te construyó un pequeño Disneyland. Te encantaba. Hubo un tiempo que te quedabas allí todos los días, solo salías de allí para comer y dormir.

Doria miró ese extraño lugar, un pequeño castillo brilló débilmente en su mente, pero no podía recordar nada más.

Continuaron avanzando y Carmelo volvió a decir,

—¿Viste ese árbol grande? Solía ser una casa de flores, estaba llena de todas las variedades que tu madre cuidaba. Eran extremadamente difíciles de cuidar. Una vez tu padre hizo enojar a tu madre, tú fuiste en secreto a la casa de flores para recoger un gran ramo de flores con el fin de alegrar a tu madre, pero ella no sabía qué expresión poner al respecto.

Doria re rio.

«Qué traviesa era».

Carmelo dijo, luego suspiró.

—Ya todo pertenece al pasado.

Después de un tiempo, Doria preguntó,

—¿Ha ocurrido un gran incendio aquí?

Carmelo dijo,

—Fue causado por esa explosión. El fuego era tan grande que casi quemó todos los rastros que había aquí. Lo que ves ahora está todo reconstruido.

Con eso, Carmelo se volvió para mirarla de nuevo.

—Debes saber que tus padres biológicos te quieren mucho. Quizás en algún lugar que no sabes, hay gente que te está mirando y protegiendo en silencio.

Antes de que Doria pudiera responder, el anciano rápidamente cambió de tema.

—Por cierto, ¿dónde está el cementerio de tu madre? Quiero visitarla.

Doria escuchó las palabras y dijo tras un silencio,

—No tengo ni idea.

Ella dijo de nuevo,

—Murió cuando yo era una niña, no tengo ninguna impresión de ella y no sé dónde está su cementerio.

Carmelo suspiró.

—¿Cómo falleció?

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO