Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 329

Varias personas comentaron atentamente al pasar junto a Doria.

Cuando ésta escuchó estos comentarios, no pudo evitar levantar las cejas.

«¿Últimamente Édgar está rodeado de mujeres?».

Doria retrajo la mirada y entró en el edificio del Grupo Santángel.

Como Vicente Laguna se lo había dejado claro antes, todos los empleados que trabajaban en la recepción la conocían. Luego de verla, se pusieron nerviosas.

«¡¿Por qué vino la esposa del presidente en este momento?!».

Sin embargo, como no se atrevieron a detenerla, solo pudieron marcar rápidamente el número de la oficina del asistente del director general.

Luego de que Vicente cogió la llamada, entró en pánico totalmente, y se fue a esperar en la puerta del ascensor a toda prisa.

En cuanto Doria se bajó del ascensor, vio a Vicente parado allí y sonrió.

—Buenas tardes.

—Buenas... tardes...

Vicente tosió y la siguió.

—Esto… Señorita Doria... Tengo algunas preguntas que hacerle, ¿puedo entretenerla unos minutos?

—¿Qué preguntas?

—Se trata de...

Vicente pensó con todas sus fuerzas y se le ocurrió una excusa.

—Cuando las parejas se pelean, ¿en qué piensan las chicas?

Al escuchar esto, Doria se detuvo un poco y sonrió aún más.

—¿Tienes novia?

Vicente se rio secamente.

—No, estoy tan ocupado en el trabajo que no tengo tiempo para ello. Solo es una pregunta que vi anoche en el internet, no tengo novia, pero tengo mucha curiosidad por saber en qué están pensando las chicas, por eso se lo pregunto.

—Si no tienes novia, ¿para qué quieres saber eso?

Al ver que volvía a avanzar, Vicente rápidamente se colocó frente a ella, ansioso dijo,

—Como no he tenida novia quiero prepararme con antelación. Si algún día la tengo y la hago enfadarse, tendré suficiente conocimiento para evitar una pelea.

Doria dijo,

—Pues te lo digo luego, compré la cena, se va a enfriar si no se la coma.

Vicente dijo sin pensarlo,

—¡Tenemos un microondas para calentarlo!

Doria no sabía qué responder.

Se lamió los labios y miró la oficina de Édgar.

—¿Hay alguien dentro?

La respuesta decisiva de Vicente:

—¡No!

Doria preguntó,

—¿De verdad?

—¡Sí!

Doria pareció creerlo.

—Está bien, ¿dónde quieres que hablemos del tema de tu posible novia?

Vicente exhaló un suspiro de alivio y la condujo a la sala VIP de espera.

Doria apenas dio dos pasos, aprovechándose de que Vicente no prestaba atención, se dio la vuelta rápidamente y llegó a la puerta de la oficina del presidente en un abrir y cerrar de ojos.

Cuando abrió la puerta, solo había una mujer en la oficina. No se sabía en dónde estaba Édgar.

Después de verla, la mujer frunció el ceño con descontento.

—¿Cuánto tiempo me hará esperar el señor Édgar?

Después de hablar, murmuró para sí misma,

—Está claro que es un hijo ilegítimo, es descortés y maleducado, ¡qué odioso!

Al escuchar eso, Doria, que estaba a punto de disculparse para irse, se detuvo y la miró.

—Disculpa, ¿a quién esperas aquí?

—A…

—Si tienes tan mala valoración de él, ¿para qué le esperas? ¿No me digas que es para decirle eso a la cara?

La mujer se puso avergonzada por sus palabras, luego se puso de pie y dijo enojada,

—No necesito explicarte mis asuntos, ¿ahora son tan arrogantes los empleados de el Grupo Santángel? Ya no me extraña, será que de tal jefe tales empleados.

—La señorita Mónica tiene razón, luego le daré una lección.

Llegó la voz de Édgar por detrás.

Doria giró la cabeza para encontrarse con su mirada, y éste la miró levemente enarcando una ceja.

«¿Qué plan malvado está tramando el gilipollas?».

Al verlo, Mónica Alcocer enseguida se puso como otra persona, en su rostro ya no había el enojo de antes, tímidamente se colocó el cabello alrededor de las orejas, pero todavía estaba un poco enojada.

—Sólo le pregunté cuándo volverá el señor Édgar, pero me reprendió sin motivo alguno y dijo que el señor Édgar era un descortés y maleducado. Además, me dijo que era una tonta esperándole. Esta es la primera vez que veo a una empleada así, se atreve a decir cualquier cosa confiándose de su belleza.

Édgar suspiró sin prisa.

—Ah, ¿sí?

—Sí, pero como el señor Édgar ha dicho que se ocupará de ella personalmente, tampoco le exigiré más responsabilidad.

Dicho esto, volvió a mirar a Doria.

—Es mejor despedir a tales empleadas lo antes posible, de lo contrario solo se volverán más arrogantes y afectarán la imagen general de la empresa.

Édgar miró a Doria.

—¿Afectar la imagen de la empresa? No creo que sea para tanto, me parece bastante hermosa.

Doria quería reír pero no rio.

Mónica apretó los dientes, «¡Sabía que es una zorra!».

Ella pisoteó enojada.

—El señor Édgar acaba de decir que se va a ocupar de ella, ¿no va a dar crédito a sus palabras?

—Creo que me ha escuchado mal, dijo que le daría una lección y no dije que me ocuparía de ella.

—¿Cómo piensa darle la lección? No será tan simple como bajarle de puesto, ¿verdad? Por lo menos...

Édgar miró a Doria, su voz era baja y lenta, con un toque de dulzura.

—¿Sabes que te has equivocado?

Doria cooperó con su actuación.

—Sí.

Édgar volvió a mirar a Mónica, su expresión volvió a la indiferencia.

—Se acabó la lección.

Mónica puso los ojos en blanco y casi se caía al suelo de enojo.

—Tú…

No consiguió decir el resto después de mucho tiempo.

Édgar dijo lentamente,

—Si no tienes nada que hacer, adiós. Tengo que seguir dándole la lección a mi empleada.

Mónica dijo enojada,

—¡Édgar! ¡Te has pasado demasiado!

—Es que soy un hijo ilegítimo descortés y maleducado.

Después de escuchar esto, Mónica supuso que debería haber escuchado lo que había dicho ella misma. Édgar la dejó aquí esperando un día, ella tenía la razón de enfadarse, pero ahora se convirtió en la parte con desventaja.

Volvió a pisar fuerte y solo pudo irse de mala gana. Antes de irse, le dio a Doria una mirada feroz y maldijo,

—¡Puta!

Al ver eso, Vicente cerró apresuradamente la puerta de la oficina y se escabulló silenciosamente.

Tan pronto como Doria quiso avanzar, Édgar extendió la mano y la presionó contra la puerta.

Doria dijo con sospecha,

—¿Qué estás haciendo?

Édgar le pellizcó la barbilla y entrecerró los ojos.

—Darte una lección.

Antes de que pudiera hablar, los delgados labios del hombre habían caído en los labios de la mujer.

Doria no tenía tiempo de jugar con él una escena de amor en la oficina, directamente lo apartó con la mano.

Los ojos negros de Édgar se fijaron en ella, su voz era baja y ronca.

—¿O si no tú me das la lección?

«Este gilipollas solo sabe decir tonterías».

Doria levantó la bolsa en su mano.

—Te traje la comida, se enfriará si no lo comes.

Édgar se humedeció los delgados labios con ganas.

—¿Por qué no me avisaste de que ibas a venir?

—¿Qué pasa? ¿Temas a que moleste tu cita con otra?

—¿Estás celosa?

Doria lo pateó enojada y caminó hacia el sofá con la comida.

Édgar la siguió, y sus labios se curvaron en una sonrisa.

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