Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 350

Cuarenta minutos después, el coche se detuvo frente a un edificio residencial.

Doria se sentó en el coche, miró a su alrededor y confirmó que estaba estacionando en el lugar donde Édgar la había traído antes de abrir la puerta del coche y salir del coche.

No obstante, Doria estaba algo perdida, porque esta comunidad era muy grande y había mucha gente.

Ella se sentó en un banco de un lugar con una vista amplia y utilizó el método más estúpido e ineficaz, que era esperar.

Doria no podía preguntar a Édgar, porque no le diría la verdad y tendría más cuidado.

Incluso sería mejor jugar a suerte.

Doria se quedó sentada de forma inmóvil, miraba a todas las personas que entraban y salían de la comunidad.

El tiempo pasó volando y el cielo se oscureció gradualmente.

Justo cuando cogió su bolso y se iba a dar la vuelta, ella vio una figura que caminaba hacia ella.

Doria se detuvo para echar un vistazo y, efectivamente, era la joven que le había presentado Édgar cuando la llevó al centro comercial.

Después de sentir su mirada, Julieta Nores la miró, se sorprendió por un momento y dijo,

—¿Señorita Doria?

Doria se acercó y asintió con la cabeza,

—Hola.

—Señorita Doria, cómo...

—Tenía que hacer algo cerca, me acordé de que Édgar me trajo y dijo que vosotros vivíais aquí. Pasé de paso para echar un vistazo y no me esperaba que hubiera esta casualidad —Doria miró lo que Julieta tenía en la mano y dijo—. ¿Vuelves del supermercado?

Julieta reaccionó,

—Sí... Acabo de comprar unas verduras.

Doria se rio y dijo,

—Parece pesado, déjame ayudarte. También le compré algo al pequeño y subo a verlo.

Julieta no esperaba que Doria dijera eso y quiso negarse inconscientemente, pero Doria ya había cogido lo que tenía en la mano y tuvo que guardarse las palabras. Si se negara, parecía demasiado obvio y resultaría más sospechoso.

Julieta dijo rápidamente,

—Señorita Doria, ya que ha venido, cenemos juntas. Voy a comprar más comida.

Dicho esto, Julieta quiso aprovechar la oportunidad para escaparse, pero Doria la detuvo con una leve sonrisa y dijo,

—No hace falta, tengo algo pendiente, solo voy a echar un vistazo al pequeño, que hace mucho que no lo veo.

—Pero... no hay fruta en casa, voy a comprarlo.

Había un puesto de frutas al lado y Doria dijo,

—Iré a comprarlo.

Realmente, no era adecuado visitar a la gente con las manos vacías.

Cuando se dirigió al puesto de frutas, Doria miró hacia atrás y vio a Julieta siguiéndola, sin presentar ninguna anormalidad. Doria inclinó la cabeza, retrajo la mirada y compró algunas frutas de temporada.

Sin embargo, justo cuando ella no estaba prestando atención, Julieta sacó su teléfono y rápidamente envió un mensaje. Cuando Doria la miró, fingió que no había pasado nada y le sonrió.

Después de comprar frutas, Doria siguió a Julieta hasta el piso de arriba y Julieta tomó la iniciativa de conversar,

—Señorita Doria, vi en Internet que tú misma abriste a una tienda, ¿no?

—No lo abrí sola, fue con una amiga.

—¡Guay, es bastante impresionante! Hoy en día, hay muy pocas personas tan hermosas y capaces como la señorita Doria.

Doria sonrió y dijo,

—Es solo por la suerte.

—Señorita Doria, no seas humilde, la suerte y la fuerza son indispensables. He visto tus diseños y son muy buenos, a veces me das envidia. Si tuviera tu habilidad, no habría...

A mitad de la conversación, se detuvo y Doria preguntó,

—¿Qué ocurre?

Julieta se rio da secas y fingió,

—Nada, nada, ya llegamos, señorita Doria.

—Sí.

Cuando llegaron a la puerta, Julieta sacó la llave para abrir la puerta, miró adentro un par de veces y luego se giró hacia Doria para decirla,

—Señorita Doria, adelante. La casa está un poco desordenada.

—Nada, es normal tener muchas cosas al tener un niño.

Julieta puso las verduras y las frutas que compró sobre la mesa, luego se dirigió al dormitorio, sacó en sus brazos al pequeño con ojos agrandados y dijo,

—Señorita Doria, ¿puede ayudarme a cuidar del pequeño? Voy a preparar la cena.

Doria abrazó al pequeño y bajó la voz como si temiera asustarlo,

—Sí.

Julieta se apresuró a llevar las cosas a la cocina y finalmente suspiró aliviada.

El pequeño parecía muy feliz al ver a Doria, no paraba de reír en sus brazos y movía los puños alegremente en el aire.

Los labios de Doria se doblan y se sentó en el sofá sosteniendo al pequeño. Quería coger un juguete para que él jugara, pero no parecía haberlo en el salón, volvió con el pequeño a la habitación del bebé y cogió un juguete.

Cuando estaba a punto de irse, Doria se detuvo y frunció levemente el ceño, mirando la habitación vacía.

Doria abrazó al pequeño, caminó nuevamente hacia la puerta y su mirada cayó al lado del zapatero.

Ella retiró la mirada, miró a su alrededor y fue aún más extraño, porque no había rastro de que viviera otra persona.

«¿Cómo podía Julieta dejar a un bebé en casa y salir a comprar sola? Es demasiado extraño».

En ese momento, Julieta salió de la cocina, caminó hacia Doria y dijo,

—Señorita Doria, perdone por las molestas, pásame al bebé.

Doria sonrió, le pasó al niño y habló despacio,

—¿Cuidas sola al niño?

A Julieta se le puso los pelos de punta al oír su pregunta repentina y no supo cómo responder,

—No... no del todo, cuando estoy demasiado ocupada, también… pido a mi vecina que lo cuide.

Doria fingió sorprendida y luego volvió a decir,

—Resulta que la vecina te ayuda a cuidar al niño, ¿y dónde está tu marido? Recuerdo que tenéis otro hijo, ¿verdad? ¿Estás en el infantil o en primaria?

—Esto...

Julieta empezó a sudar y Doria dijo de nuevo,

—No he visto en casa, fotos de tu esposo y del otro niño.

Cuando Doria hablaba, mantenía una leve sonrisa en su rostro, como si lo preguntara casualmente.

Pero Julieta conocía la importancia, porque el señor Édgar ya se lo había explicado. De lo contrario, no lo habría hecho en el centro comercial.

Justo cuando Julieta respiraba con nervios, de repente sonó el timbre y rápidamente dijo,

—Voy... voy a abrir la puerta.

Después de que se abrió la puerta, afuera había un joven de apariencia común y un niño de cinco o seis años.

El hombre dijo,

—Cariño, no te enfades conmigo. Aunque no me quieres hacer caso, vuelve a casa conmigo por el bien de los niños.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO