Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 356

Después de que se había marchado, Alba retiró la vista con disgusto, sacó toallitas limpiándose las manos, y mandó al conductor,

—Vámonos.

Pronto el coche negro se detuvo delante de un salón de belleza.

Alba entró con habilidad, llevando la bolsa.

En la sala de VIP, una mujer se tendía en la cama, recibiendo los cuidados del cuerpo entero.

—Señora Mónica.

Mónica abrió los ojos, y le hizo un gesto al trabajador a su lado.

—Vete primero.

Mónica no se movió, diciendo con pereza,

—¿Está todo hecho?

—Sí.

Alba no pudo evitar fruncir las cejas.

—Pero…

—¿Pero qué?

—Lorenzo no parece muy confiable. Temo que va a estropear nuestro plan.

Mónica Alcocer se rio despectiva.

—Un tipo como él, normalmente se satisface con el dinero. Las personas que se pueden arreglarse con dinero, son las más confiables en este mundo.

Alba no le contestó.

Mónica la miró.

—¿Alguna pregunta?

—Señorita Mónica, ¿qué haremos si nos descubren?

—Siempre y cuando no lo digas, yo tampoco diré, y el tipo que acepta el dinero ni siquiera hablará de nada. Además, tu maestro también es juez, ¿está contento de que pierdas ante otros? O sea, ¿es que no tienes confianza en ti misma?

—Tengo confianza, pero…

—Ya es suficiente. Sólo te ayudo a simplificar las cosas. Es un gran desafío diseñar en el estilo de otras personas. Tienes que conservar tus propias fuerzas ahora, ¡y vencerá a esa zorra cuando llegue la final!

Al mencionar la palabra ‘zorra’, la intensidad de rencor le hizo a Mónica que se apretara los dientes.

¡Todavía no pudo olvidar la vergüenza que había pasado en el grupo Santángel aquel día!

—Bueno, si no tienes otras cosas, vuélvete primero. Si hay algún problema, te lo contaré de antemano.

—Entonces me voy.

—Vale, y llama al trabajador cuando salgas, que todavía no ha terminado el servicio.

Alba respiró honda y se dio una vuelta a marcharse.

Al llegar a casa, cuando Alba estaba a punto de teclear el código, oyó unos pasos detrás, y se volvió alerta.

—¿Quién?

—Soy yo.

El hombre detrás de ella levantó la cabeza lentamente, y se vio la cara de José López bajo la visera.

Sin embargo, Alba apretó la manija con más fuerza.

—José… ¿Para qué me encuentras?

—Eustacio está enfermo y se ha hospitalizado. Si tienes tiempo, ve a verlo.

Al oír esto, Alba mostró disgusto por un rato, y dijo,

—Me ocupa participar en el concurso, entonces no tengo tiempo. Además, como no soy médica, no funciona nada mi visita.

Mientras hablaba, Alba abrió la puerta y quería entrar.

Pero cuando estaba a punto de cerrar la puerta, la manija fue sujetada desde fuera, y José dijo,

—Alba, al concurso que dices, ¿también asiste Doria?

Alba frunció las cejas,

—¿Para qué preguntas esto?

José se quedó en silencio un rato, y dijo después,

—Pues… que te portes bien en el concurso, y no pienses en nada más. Yo me encargo de atender a Eustacio.

—¿Qué quieres decir, José? ¿Qué más puedo hacer si no me compito bien? ¿Crees que voy a vencerla utilizando malos trucos otra vez?

—No me refiero así.

—Si no lo indicas, no lo has dicho.

Alba frunció más el entrecejo, y lo miró de arriba abajo.

—¿Por qué de repente me dices este? ¿Estás enamorado de ella? Bueno, sí, es tan linda que a cualquier hombre le gustará.

Al oír la burla en sus palabras, José también se puso un poco enfadado.

—No es lo que piensas. Sólo me parece que has conseguido el éxito de hoy con mucha dificultad, no vas a fracasar ante nadie trabajando con pie llano. No hay necesidad de utilizando otros medios…

—Vale, he sabido lo que quieres decir.

Alba le interrumpió,

—No la provocaré si ella no me provoca a propósito.

José se retiró la mano.

—Entonces prepara bien el concurso, me voy primero.

Él acababa de volverse, Alba cerró la puerta enseguida.

Mordiéndose los labios, tiró la bolsa a la pared con fuerza. ¿Desde cuándo, incluso las personas confiables a su alrededor empezaron a apoyar a Doria? ¿Por qué? ¿Por qué todos los que Doria había conseguido eran los mejores? ¿Y ella sólo tenía lo que se quedaba?

No sólo la oportunidad del intercambio a París, sino también en la editorial de Joyería SG, e incluso Édgar…

¿Por qué también era sobresaliente, pero solía ser inferior a Doria en todas partes?

¡No se resignó a esto!

¡Definitivamente ganaría el campeón de este concurso de diseñadores!

***

En cuanto Doria regresó a la tienda, vio que Daniel Fonseca estaba en la puerta, tomando el sol, y la saludó con una sonrisa,

—Señora Doria, has vuelto.

Doria asintió suavemente con la cabeza, e intentaba decirle algo varias veces, pero no dijo nada al final.

Daniel notó sus ganas de hablar, y le preguntó,

—Señorita Doria, ¿hay algo de que quieres hablar conmigo?

Ya que le había preguntado, Doria contestó entonces,

—Todavía no he ido a tu sala de piano, ¿podría ir a visitarla?

—Claro, es mi placer.

En este momento, en la sala de piano sólo había un personal y dos chicas que aprendían a tocar el piano.

—Hay más en el segundo piso, señorita Doria, ¿te gustaría subir a verlo?

—Bien.

El segundo piso era tranquilo, debía ser un lugar para descansar cuando se sentía cansado. También se podía escuchar el sonido de piano de vez en cuando desde el piso de abajo.

Daniel estaba frente a la cafetera.

—Señorita Doria, ¿quieres café?

—No, lo he bebido antes, un vaso de agua está bien.

—OK.

Daniel vertió un vaso de agua, y se le dio en la mano.

Doria pensó un momento, y dijo,

—¿Podría preguntar por qué has abierto una sala de piano aquí?

Daniel enarcó las cejas, apoyándose en la barandilla del balcón.

—Señorita Doria, te lo he dicho que voy a quedarme en la ciudad Sur durante un tiempo, y es aburrido estar en casa todos los días, así que vengo a divertirme.

—Entonces has abierto la sala de piano al lado de nuestra tienda, ¿es una intención o una casualidad?

Daniel sonrió, y no le contestó de pronto.

—Te agradezco por las cosas anteriores, y creo que no eres un donjuán que juegue con los sentimientos, pero a veces tu comportamiento le molesta a mi amiga de verdad.

—Sólo quiero pedirle disculpa por lo que pasó antes.

—Si no quieres tener relaciones con ella, entonces no me parece necesaria esta apología.

Daniel lamió los labios, y no sabía qué podía decir por un momento.

Doria respiró honda.

—Si vienes a abrir la sala aquí por esta razón, creo que…

—No es así.

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