Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 362

Cuando Doria se despertó al día siguiente, sintió agujetas en la cintura y en la espalda, hasta le dolía la cabeza. En resumen, era todo un sufrimiento.

Se sentó en la cama y sintió que el mundo estaba dando vueltas ante sus ojos.

En ese momento, la puerta del dormitorio se abrió y llegó una voz masculina baja,

—¿Te has despertado?

Doria le dirigió la mirada, luego tomó la almohada con las últimas fuerzas y se la tiró.

—¡Cabrón!

Édgar tomó la almohada en sus brazos, sonrió y dijo,

—¿No te complací anoche? ¿Por qué a la mañana me tratas así?

Las orejas de Doria estaban rojas y calientes, «¡El gilipollas ha sido tan descarado de mencionarlo!».

Aunque anoche estaba borracha, no significaba que no recordaba nada.

El gilipollas se aprovechó de su borrachera para torturarla de todas las formas posibles. De lo contrario, no sentiría tanto malestar ahora.

Édgar se acercó con sus largas piernas y dejó la almohada.

—Está bien, fue mi culpa. ¿Quieres dormir un rato más?

—Duerme tú si tanto te gusta.

Doria levantó la colcha y se levantó, le temblaban las piernas al pisar el suelo.

Édgar la sostuvo, reprimiendo la sonrisa de sus labios.

—Tendré más cuidado la próxima vez.

—¡Ni lo sueñes! ¡No habrá ninguna próxima vez!

Doria apartó su mano con enojo y se fue al baño.

Édgar miró su espalda, con una mano metida en el bolsillo de su pantalón, sonrió satisfecho.

Como a Doria le dolía todo el cuerpo, se quedó bañando un buen rato para relajarse. Después de salir de la bañera, sintió que su cuerpo estaba mucho mejor.

Mientras Doria se preocupaba por qué ponerse, la voz de Édgar sonó fuera de la puerta,

—Te dejo la ropa aquí.

Doria cerró los ojos y no quiso hacerle caso.

Una vez que los pasos se habían alejado, fue a por la ropa. Las prendas eran todas de su talla. Doria respiró hondo y se las puso lentamente.

Cuando se dirigió a la sala de estar, Édgar estaba de pie en el balcón hablando por teléfono. En la mesa había arroz congee y algunos otros platillos preparados.

Doria se frotó la barriga vacía y se sentó a comer.

Al cabo de un rato, Édgar terminó la llamada, sacó la silla y se sentó frente a ella.

—¿Ha salido el tema de la competición de diseñadores?

Doria asintió débilmente.

Al escuchar esto, Édgar preguntó,

—¿Es difícil?

—No, pero me da un poco de asco.

Para ser honesta, no esperaba que le tocara el trabajo de Alba Espina. No sabía si considerarlo una coincidencia o una putada del destino.

Édgar arqueó las cejas.

—¿Sólo por eso te has puesto descontenta y has dejado de hacerme caso?

El gilipollas realmente sabía darse una excusa perfecta.

Doria se tragó el arroz congee que tenía en la boca.

—El tema de la competición de diseñadores salió ayer, así que no tiene nada que ver con que te ignore.

Édgar se lamió los dientes y no siguió más esta conversación sabiendo que no sacaría palabras bonitas de ella, por lo que simplemente dijo,

—Te llevaré después de comer.

Cuando Doria salió después de comer, eran las once. Y cuando llegó a la tienda eran las once y media.

Antes de que se bajara del coche, Édgar dijo,

—Tengo una reunión por la noche, no iré a recogerte, vuelve temprano.

—Vale.

Tan pronto como Doria quiso tirar de la puerta del auto, Édgar la arrastró hacia atrás, sus ojos negros estaban fijos en ella.

—¿Todavía estás enojada?

—No.

No valía la pena enfadarse con él, solo estaba enfadada consigo misma.

Édgar frunció el ceño.

—¿Por qué estás enfadada conmigo? Dímelo, ¿vale?

Doria lo miró tranquilamente.

—Ya te lo dije antes, pero como no le das ninguna importancia…

—He dado importancia a todo lo que has dicho. ¿Es porque no estuve de acuerdo en tener un bebé? Pero si anoche...

—¡Cállate!

La comisura de los labios de Édgar se crispó.

—Buena chica, no te enfades más, ¿no querías ver al nieto de Lourdes? Te llevaré a visitarlo en unos días.

Doria se limitó a mirarlo, como si quisiera ver algún rastro de mentira en su rostro.

Pero, obviamente, no salió con éxito.

Su expresión seguía siendo tan tranquila y serena como siempre, parecía que ella fue la que estuvo equivocada todo el tiempo.

Doria se rindió, inclinó la cabeza y dijo,

—Estaré liada con la competición durante estos días, hablemos de ello en unos días.

—Bien.

Al entrar en la tienda, Doria se acostó en el escritorio, mirando distraídamente las Gypsophilas paniculatas que había fuera de la ventana.

Sin saber el tiempo que pasó, finalmente se animó, respiró hondo, encendió la computadora y comenzó a buscar obras que había hecho Alba en el pasado, y tomó una tarde para estudiar eso.

Ni siquiera se dio cuenta de que Claudia había venido a darle el café de la tarde.

Por la noche, Doria finalmente tuvo algunas ideas, se hizo un boceto y regresó.

Al ingresar en la casa de los Collazo, Doria vio un auto que nunca había visto en el jardín.

En la sala de estar, Rivera Collazo estaba charlando con un extraño.

Cuando el hombre la vio, se levantó y sonrió levemente.

—Hola, señorita Doria.

Doria miró a Rivera, luego a él.

—Hola, ¿quién es?

—Soy el asesor legal del Grupo Collazo, hoy estoy aquí para transferirle el 10% de las acciones del presidente Rivera.

Doria frunció el ceño.

—¿Las acciones?

Rivera dijo,

—He considerado esto durante mucho tiempo, pero tienes razón, te lo mereces.

Doria frunció los labios, sonriendo levemente.

«Rivera no será tan amable, seguramente me está tendiendo alguna trampa con esto».

Pero Doria no podía negarse directamente, porque les había dicho que había venido a esta casa por el dinero.

De modo que cogió el documento del escritorio y lo miró con indiferencia.

—¿Solo tengo que firmarlo?

El asesor legal sacó apresuradamente el bolígrafo.

—Sí, sí, solo firme al final del documento, luego marque una huella y todo estará listo.

Doria le sonrió.

—Disculpa, no tengo mucho conocimiento sobre las leyes. ¿Puedo llevármelo para leerlo con más atención? Te lo daré luego de firmarlo.

—Cualquier duda que tenga, se la puedo resolver.

—Tengo que ver cuánto beneficio me puede traer esta transferencia de acciones. Antes de firmarlo, creo que es necesario que lo lea cuidadosamente, de lo contrario, si salgo perdiendo no sabré a quién acudir para reclamar mis pérdidas.

El asesor legal vaciló,

—Esto...

Al mismo tiempo miró a Rivera.

Este último hizo un gesto con la mano, se levantó y dijo,

—Puedes llevártelo para que te lo mire alguien que entienda de la ley, me vale con que me lo traigas firmado dentro de esta semana.

—Pues gracias de antemano, presidente Rivera.

Doria terminó de hablar, asintió a modo de saludo y subió al segundo piso sin mirar hacia atrás.

El asesor legal susurró,

—Presidente, ¿realmente deja que se lo lleve así?

Rivera dijo,

—Aunque se lo lleve, no podrá cambiar nada.

Se podía decir que ese documento de transferencia de acciones no tenía ningún problema.

Rivera entrecerró los ojos y dijo,

—Simplemente ve y ocúpate del resto, yo me ocuparé de esto.

—Sí.

El asesor legal se fue.

Siempre que Doria pudiera firmar el documento de transferencia de acciones, su plan estaría medio hecho.

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