Mi pretendiente es mi EX-MARIDO romance Capítulo 373

Cuando Doria regresó a la casa de los Collazo, Briana estaba leyendo una revista en la sala de estar.

Doria le preguntó directamente al sirviente:

—¿Dónde está el presidente Rivera?

El sirviente la miró, luego miró a Briana, dudó un rato y se negó a hablar.

Briana ni siquiera levantó la cabeza, hojeó la revista que tenía frente a ella y dijo con indiferencia:

—¿Para qué buscas a mi papá?

Doria estaba muy enojada en este momento, así que no le contestó en un buen tono:

—Eso es asunto mío, ¿qué tiene que ver contigo?

Al escuchar eso, Briana detuvo su movimiento, frunció el ceño, levantó los ojos para mirarla y se burló:

—Es cierto que no tienes nada de educación.

—Si tienes tanto tiempo puedes ir a hacerte un mantenimiento en los salones de belleza. No estoy de humor para perder el tiempo contigo, ¿o es que crees que no pasa nada si publico el video de esa vez en el club?

Efectivamente, la cara de Briana se puso descontenta en un instante.

Al ver esto, el sirviente dijo apresuradamente:

—El señor Rivera está en el estudio.

Doria no le dedicó ni un segundo más, solo retractó la mirada y caminó hacia el estudio.

Briana se levantó, miró su espalda y tiró la revista a la basura.

En el estudio, Rivera estaba revisando el contrato cuando de repente se abrió la puerta.

Miró y dijo a la ligera:

—Por cortesía, ¿no deberías llamar primero a la puerta?

Doria se rio y dijo con frialdad:

—Tampoco me has avisado cuando fuiste a buscar a mi hermano. ¿No sabías que el respeto es mutuo?

Al escucharla decir eso, Rivera no se sorprendió, solo cerró el contrato.

—Fui a verlo por tu bien.

—Pues no he notado qué hay de bien.

Rivera se apoyó en el asiento, juntó las manos y dijo a la ligera:

—Dijiste que eres la hija de Miriam. Por el momento te puedo creer por la reliquia de Miriam que has enseñado, tampoco me molestaré por investigarlo. Pero si todo lo que dices es cierto, tu hermano es una humillación para la familia Collazo. Solo le recordé este hecho para que conozca la verdad y se aleje de ti. Si esto no es por tu bien, ¿por qué es?

Aunque Doria sabía que Rivera no le diría nada bueno a Ismael, pensó que solo usaría a Armando para atacar a Ismael, ¡no esperaba que pudiera decir esas cosas!

Doria apretó los labios con fuerza.

—Siempre será mi hermano, este es un hecho que nadie puede cambiar.

Rivera dijo:

—Viviendo en el mundo, todos tenemos que sacrificar algunas cosas por otras. Ya que has elegido disfrutar de la gloria y la riqueza, te daré todo lo que te mereces. Pero para ello, tienes que sacrificar algo de igual importancia, es decir, mantenerte alejada de esa gente que te puede ser de obstáculo. Puedes no darle importancia a esto, pero ahora que formas parte de la familia Collazo, todo lo que tienes representa a la familia Collazo, así que tienes que pensarlo todo antes de hacerlo.

Doria se burló:

—No sabía que tengo tanta importancia.

—Pues este es el caso, debes saber que cuando entraste por la puerta de la familia Collazo, hay innumerables ojos que están fijos en ti.

—Dado que el presidente Rivera se preocupa tanto por hacer quedar bien a la familia Collazo, en lugar de perder el tiempo conmigo, es mejor que eduques más a la señorita Briana.

—En cuando a lo de Briana, tengo mis planes —Rivera volvió a decir después de una pausa—. Briana creció en un ambiente diferente al tuyo. Es consciente de lo que hace y no hace cosas como dejar sus debilidades para otras personas. En comparación, no tengo que preocuparme por eso.

Doria se calmó.

—Según lo que dices, crees que no hay nada que haya hecho la señorita Briana que no pueda ser expuesto a la vista del público, ¿no?

Al escuchar esto, Rivera entrecerró los ojos sin hablar.

Doria prosiguió:

—Supongo que sabes bien que lo que quiero es muy simple, pero si alguien de los que me importa sufre daños por eso, no me importa darlo todo para luchar contra el responsable. De todos modos, no tengo nada que perder.

Dicho eso, Doria se fue.

Detrás de ella, el rostro de Rivera se enfrió gradualmente.

De vuelta a la habitación, Doria cerró la puerta con llave, dejó sus cosas y se dejó caer sobre la cama.

No parecía haber hecho nada, pero se sentía agotada.

Después de un rato, sonó el teléfono en su bolsillo.

Doria echó un vistazo y vio que era Édgar quien llamaba, respiró hondo antes de cogerla.

La voz de Édgar llegó:

—¿Has llegado?

—Sí, he llegado hace un momento, ¿qué hay de vosotros?

—Acabamos de llegar.

Doria quiso preguntarle a Édgar a dónde había llevado a Ismael, pero cuando las palabras llegaron a sus labios, volvió a tragarlas.

Aunque ella no preguntó, Édgar sabía lo que estaba pensando y le susurró en voz baja:

—Lo he traído a la Mansión Estrellada, le puesto algunas sábanas en el piso para que se apañe allí.

Doria se quedó atónita.

Édgar dijo:

—El dormitorio principal es mi habitación. Tú has dormido en la habitación de invitados. Él solo puede dormir en el suelo.

—No es un poco...

—Venga, deja de pensar en ello, no son cosas de las que debas preocuparte —dijo Édgar—. ¿Fuiste a buscar a Rivera?

Doria dijo que sí.

Édgar dijo:

—¿Qué dijo?

Doria susurró:

—¿No has dicho que no hace falta calentarse la cabeza para saber que no le ha dicho nada bueno?

—Sí. Pero tu hermano también tiene la culpa por ser impulsivo con unas cuántas palabras de provocación. Doria, sé que es muy importante para ti, pero tienes que tener clara una cosa, no siempre puedes protegerlo a tu lado.

Al escuchar lo que dijo sobre Ismael, Doria no pudo evitar fruncir el ceño para replicar:

—¿Por qué dices que es impulsivo? Ismael es mucho más maduro y sensato que los chicos de la misma edad.

—La primera vez que me vio me dio una paliza, ¿eso no es impulsivo?

Doria entendió, «El gilipollas todavía guarda rencores», así que dijo lentamente:

—Él pensó que... Espera, eso fue porque me hiciste algo indebido.

Llegando a eso, Doria volvió a guardar silencio.

Cada vez que Ismael actuaba con impulso era porque quería defenderla.

Ya fuera la paliza que el dio a Édgar, o si quería matar a Armando.

Después de un rato, se escuchó una voz al otro lado del teléfono:

—Se hace tarde, vete a dormir.

Doria sabía que no quería hablar de lo que pasó cuando se divorciaron.

Antes de colgar el teléfono, Doria de repente se acordó de algo y volvió a decir:

—Por cierto, si te viene bien, hazme el favor de buscar a José.

Édgar frunció el ceño con disgusto.

—¿Para qué quieres buscarlo?

—Estaba en la escena de hoy también, fue tras Armando, tengo miedo de que... —dijo Doria—. Si no quieres, déjalo, ya me apaño.

Édgar se quedó sin habla.

«¿He dicho que no quiero?».

Doria dijo:

—Bueno, adiós, tengo que ir a ducharme.

Édgar se humedeció los labios y dijo lentamente:

—¿Quién ha dicho que no puedes seguir la llamada mientras te duchas?

—¡Yo misma!

Después de hablar, colgó el teléfono.

Doria realmente no sabía lo que pensaba ese hombre.

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