Sería imposible decir que no se vio afectado Édgar por este asunto, sino que minimizó el impacto en solo una noche, y hasta directamente invirtió la situación. Ahora Saúl y sus hombres ya no pudieron reprimir a Édgar con lo del Concurso de Diseñadores.
Sin embargo, el estigma seguiría ahí para siempre sin que se aclarara la cosa.
Después de salir del bufete, Doria fue directamente al Grupo Santángel.
Cuando llegó, Édgar precisamente terminó con una reunión. Todo un piso se quedó en silencio, y todos los empleados no osaron ni respirar con fuerza.
Por no encontrar a Vicente, ella directamente caminó a la oficina del presidente y tocó la puerta suavemente.
En el interior, Édgar estaba sentado en el escritorio leyendo los documentos. Parecía que no oyera el sonido.
Doria se le acercó lentamente, le preguntó con la mayor seriedad luego de hacer una tos:
—Señor Édgar, ¿te haré un café?
Pero él solo dijo fríamente sin levantar la cabeza:
—¿Todavía no lo has hecho?
—¿Y la cena también?
Al oír eso, Édgar dio una pausita y levantó la cabeza despacio. Cuando la vio, la frialdad en sus ojos azules se disipaba gradualmente y se volvió suave.
—¿Cuándo llegaste?
—Un poquito antes —Doria fue a sentarse frente a él y preguntó—. Pues ¿planeas otra vez solo tomar café sin cenar?
Édgar bajó la cabeza, firmó rápido en un documento y le contestó:
—Sí, qué aburrido comer solo.
Al escuchar eso, ella no pudo evitar preguntarle:
—¿Por qué no me reconociste cuando te pregunté la primera cuestión, pero supiste que fui yo cuando te pregunté si querías cenar?
Le respondió con tono ligero:
—Un auxiliar con buen salario no tiene el comportamiento tan estúpido de hacer dos preguntas seguidas.
Doria se quedó sin hablar.
«Vete a la mierda, ¡gilipollas!»
Dijo Édgar:
—Espérame unos minutos.
—Bueno.
A continuación, solo se podía oír el sonido de hojear los documentos y escribir con la pluma.
Doria sentada a un lado, se sintió un poco aburrida. Así empezó a jugar con las cosas sobre el escritorio.
Precisamente al divertirse con gran interés, su mirada de repente cayó en un marco.
Ella estaba un poco atónita.
Se colocaba la foto allá de ellos dos en la Iglesia de taoísmo.
Ese gilipollas le dio aquel marco tan feo y de colores, pero se quedó a sí mismo un marco tan bonito.
Doria dio unas risas con frialdad.
Tras diez minutos, Édgar finalmente dejó los papeles y levantó la cabeza.
—Vámonos.
Debido a oír su voz de repente, ella no reaccionó por un instante.
—¿Adónde?
—¿No quieres ir a comer?
Doria hizo una mueca.
—No te busqué para comer.
Édgar dijo:.
—¿Eh?
Ella abrió el bolso, y sacó el documento.
—He ahí lo que me dio Rivera. Ya fui a buscar a Eliseo para que lo examinara, él me dijo que no hay problema en eso. Pero ahora vivo en la casa de la Familia Collazo, pues no es conveniente llevarme con este documento.
Édgar arqueó las comisuras de boca.
—Entonces, ¿quieres entregarme para que yo lo guarde?
Doria dijo formalmente:
—No, intentaré pedir una caja fuerte al banco.
—¿Es más segura la caja fuerte del banco que yo?
Ella no quería bromear más con él, solo lo colocó sobre la mesa y lo empujó hasta frente a él.
—Ayúdame a guardarlo. Todavía no he pensado bien cómo usarlo, o sea, si eso pueda ayudarte en algún ámbito, también podrás usarlo.
Dijo él:
—Mismas reglas, no me hagas esperar.
Alba apretó el móvil con fuerza.
—¿No podemos estar en paz?
—Mira, ¿cómo puedes decir así? ¿No somos aliados? O sea, he grabado este video en el disco y copiado varios, si quieras llamar a la policía con esto, te lo regalaré.
Ella colgó el teléfono directamente, después de un aliento profundo, se cambió de ropa y se fue de casa.
Caminando en el camino, llamaba sin saber cuántas veces a José, pero nunca logró contactar con él.
En este momento, ella sintió de repente que alguien la seguía detrás de ella.
Se volvió violentamente, pero no vio nada.
Alba se retiró la mirada y volvió a ir adelante. Poco a poco, había otros más sonidos de pasos, lo que también indicó que más de una persona la seguía.
Casi se le salía el corazón, y al notar que por adelante estaba una tienda, ella se apresuró a correr hacia allá y se paraba por la entrada jadeando fuerte.
Los empleados y otras personas en la tienda la miraban, con expresión perpleja.
Después de ver a alguien más estar aquí, Alba se relajó un poco. Compró una botella de agua y llamó a Lorenzo sentada en la tienda.
—Alguien me está siguiendo, no puedo ir…
—Está bien, si no vienes, subiré este video al Internet.
Alba apretó los dientes con odio.
Y él colgó la llamada antes de que ella pudiera decir algo más.
Llevada unos minutos sentada aquí, Alba abrió una aplicación y pidió un taxi.
Muy pronto, el coche se detuvo frente a la tienda.
Alba salió con cara llena de molestias. Justo cuando subió al coche, la puerta se abrió de nuevo y un hombre se metió rápido.
El conductor sentado en la primera fila, al ver eso le preguntó:
—¿Os conocéis?
Aunque el hombre a su lado llevaba una gorra con visera, ella lo reconoció de un vistazo. Surgió una alegría en el corazón y dijo:
—Sí.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...