Cuando Doria Aparicio acababa de volver al estudio, Claudia Freixa se acercó corriendo y la llevó a la salida del té.
—¿Qué tal? ¿Qué dice la policía? ¿Algún resultado?
Doria sacudió la cabeza.
—No, solo me han preguntado la situación general.
Claudia dijo en tono sarcástico:
—Pues parece que Lorenzo ha ofendido a bastantes personas. Sería difícil encontrar al asesino.
Doria justamente tenía sed, por eso se giró a coger un vaso para beber y dijo lentamente:
—He visto a Alba en la comisaría.
—¿Alba? ¿Qué hacía ella allí?
—Igual como yo, para hacer la entrevista.
Doria tomó un poco de agua y siguió:
—Pero me parece...
Claudia preguntó:
—¿Qué?
Doria paró el pensamiento y sacudió la cabeza.
—Nada, mejor esperamos el resultado de la policía.
Claudia dijo:
—Por cierto, he quedado con Rafaela en el bar al que fuimos la última vez, ven con nosotras para relajarte un poco. Llamé a Daniel, ¿llamarás a ese gilipollas también?
—Mejor que no, está enfadado conmigo estos días.
Desde ayer hasta ahora, Édgar Santángel no le envió ningún mensaje, tampoco la llamó. Ella esta mañana le había enviado un saludo y no la había contestado nada hasta ahora.
Claudia dijo contentamente:
—Pues mejor, vamos sin él. Lo pasaremos mejor.
Doria suspiró.
—Nah, id vosotros. Voy a adelantar el trabajo. Se ha acumulado un montón.
Al oír eso, Claudia tampoco le obligaría.
—Vale, tampoco trabajes hasta muy tarde, vuelve pronto.
Doria contestó sonriendo:
—Okay.
Durante toda la tarde, Doria estuvo en la oficina e hizo bastantes borradores.
Cuando acabó el último, ella se estiró y notó que ya oscureció. Ya eran las 11 de la noche, pero no notó que ya era tan tarde.
Doria cogió el móvil y vio que ese gilipollas todavía no le había contestado.
«Vaya mente más estrecha.»
Doria recogió las cosas y llamó a Vicente Laguna mientras se dirigía al exterior.
Cuando descolgó la llamada, Vicente preguntó:
—¿Qué pasa, señorita Doria?
Doria dijo:
—¿Édgar aún está en la empresa?
—Sí, el señor Édgar todavía está reunido. Hay bastantes asuntos últimamente y la reunión ya ha durado todo el día.
Doria dijo “ok” y preguntó:
—¿Entonces él estos días dónde está? ¿En la Mansión Estrellada o el apartamento que está en el centro?
Vicente posiblemente no sabía por qué ella de repente preguntó eso, además recordaba que a Doria no le gustaba la Mansión Estrellada, por eso contestó con cautela:
—¿Debe ser el apartamento del centro?
—De acuerdo, os dejo a trabajar.
Al colgar la llamada, Doria cerró la puerta del estudio y condujo hacia el apartamento del centro. Al otro lado, Vicente sostenía el móvil en la mano todavía sin poder reaccionar.
10 minutos después, Édgar salió de la sala de reunión.
Vicente se acercó apresuradamente.
—Señor Édgar, la Señora ha llamado hace poco.
Édgar preguntó:
—¿Qué ha dicho?
—Ella preguntó...si usted todavía está en la empresa.
Vicente siguió su principio de ser un asistente apto y excelente y repitió también su propia contestación.
—Le dije que usted todavía está en la reunión y ya lleva usted todo el día en ella.
Édgar recordó el mensaje que le envió Doria por la mañana. Todavía no la contestó.
Él preguntó a Vicente mientras sacó el móvil:
—¿Nada más?
—No...
Vicente de repente recordó.
Él siguió:
—En este caso, deberías buscar ayuda. A lo mejor te llevo a casa.
—Prefiero llamar a la policía.
Édgar preguntó:
—¿De verdad no me vas a pedir que te lleve?
—¡No!
—Vale, pues vuelve conmigo a mi casa.
«De verdad, ¡qué tóxico es este hombre!»
Édgar bajó la mano que estaba sujetando el brazo de Doria y cogió su mano.
Doria cerró los ojos y dijo:
—No te pases. ¿No estamos peleados?
—¿Desde cuándo?
A Édgar no le afectó nada y la llevó hacia el piso. Parecía que, ya que vino ella, no la dejaría irse.
Después de subir al ascensor, Doria quería soltar su mano, pero tras varios intentos no lo consiguió. Al final solo pudo dejarlo estar.
Mirando los números subiendo de plantas del ascensor, Doria preguntó de repente:
—Hace poco, parece que he visto a Julieta. ¿Ella también vive aquí?
Édgar la miró y contestó sin emoción:
—Parece que de verdad necesitas examinarte la vista.
Doria se quejó:
—Si tú no hubieras salido a taparme la vista, ya podría comprobarlo yo misma. Es que se parecía mucho de espaldas.
—¿Has estado dibujando toda la tarde?
—¿Qué? Sí...
—Has usado demasiado la vista, es normal que te deslumbres. No te preocupes.
«¡No me preocupo ni un pelín!»
Se ve que este gilipollas no dijo nada útil. Doria no le hizo ningún caso y se dedicó a intentar liberar su mano de la de este hombre. Sin embargo, cuando ella acababa de conseguir soltarla un poco, él la estiraba a sus brazos.
Se escuchó la voz baja al lado de la oreja de Doria
—Hay cámaras en el ascensor, no me toques tanto.
Doria se quedó sin palabras.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...