La habitación de Marcos estaba bien quemada, que apenas podía distinguirse su original aspecto.
También se deformó por el incendio la caja fuerte fijada en la pared, cuya puerta se colgaba flojamente a un lado, y las cosas de su interior se redujo a cenizas.
Justo cuando Doria miraba distraída, sonó el sonido de Édgar a su espalda:
—¿Es José quien te dio las cosas?
Ella le respondió suavemente:
—Sí.
El hombre le preguntó otra vez:
—¿Cómo sabes la contraseña?
Doria salió de sus pensamientos y dijo despacito:
—Me acordé del cumpleaños de mi padre. Marcos nació el mismo día que él, son iguales sus cumpleaños, pues probé abrirla con el número del día. Inesperadamente, tengo mucha suerte.
Édgar dijo:
—Sobre tu padre biológico, ¿tienes alguna otra impresión?
Ella negó con la cabeza.
—Sin siguiera recordar su apariencia, ¿cómo yo podría tener otra impresión?
—¿Quieres vuelves a verlo?
Doria no le contestó en seguida.
Se volvió a mirarlo, dijo atentamente:
—Ahora puedo determinar que, todo lo que supuse antes es erróneo, porque te siempre gusta hablar de tales cosas poco realistas e inexplicables.
Édgar levantó levemente sus comisuras de boca.
—Vale, ¿terminaste tu vistazo por aquí? Saldremos si tú termines.
Aquí ya no quedó nada que ver. Doria dijo:
—Vámonos.
Regresó a su propio cuarto y sacó del armario la maleta. Del principio de no malgastar de ningún modo, ella llevó toda la ropa aún capaz de vestir hasta que la maleta no podía caber nada más.
Después de que subieron al coche, Édgar, golpeando el volante con los dedos, habló:
—¿Cuál condición te puso José?
Llevando el cinturón de seguridad, ella dijo sospechosa:
—¿Mande?
—¿Te ayudó, sin condiciones?
—Sí —dijo con voz baja—. Tal vez sintió que, lo ayudé antes, así que no me habló de nada.
Édgar frunció el ceño y miró hacia ella.
—¿Porque lo llevaste al hospital?
—No totalmente por eso… pero también se incluye.
No dijo nada él.
—De todos modos, es complicado. No puedo explicarlo bien ahora, te la diré después.
Édgar habló:
—No vayas a verlo individualmente en el futuro.
Ella hizo una pausa y luego preguntó:
—¿Todavía el lado de la Familia Santángel está asignando a personas para atraparlo?
—¿O qué crees?
Doria llevó unos segundos vacilando, y finalmente habló:
—Bueno, si yo podría…
Sin tener que pensar más, Édgar de inmediato supo qué iba a decir ella y la rechazó directamente.
—No.
—No he dicho nada.
—Estoy bastante claro qué existe en tu mente. ¿No quieres que yo aborde este caso y haga que los hombres de Saúl lo dejen pasar?
Ella explicó:
—Solo quise preguntar si hay esta posibilidad, no dije que tienes que hacerlo. Si te molesta, no lo tengas en cuenta.
Édgar mirándola de reojo, se rio sin aviso.
—Doria, ¿por qué siempre recuerdas bien los favores poco importantes? ¿Ya olvidas qué él te hizo antes?
—No lo olvido, solo es que ya terminaron las cosas. En vez de acordarse del mal de otros, el bien se debe más recordarse. De tal manera, también podemos pasar mejor. Para ser justo, él nunca ha tomado la iniciativa de lastimarme, al principio porque Armando debió a los usureros, luego porque…
Ella no quería mencionar a Alba, pues volvió a decir después de una pausa:
—Creo que en comparación de aquellas cosas, las que me ayudó valen la más pena recordarme. Está bien si no puedes hacer frente a eso, haré todo lo que pueda a agradecerlo.
Édgar entrecerró un poco los ojos azules.
—Yo puedo ayudarte, pero tengo una condición.
Doria le preguntó preocupada:
—¿Cuál es tu condición?
—Regresa conmigo a vivir en la Mansión Estrellada.
Al oírlo, ella apretó los labios, bajando ligeramente la cabeza, no dio respuesta por un tiempo.
Édgar dijo:
—Pero tienes que esperar hasta que se atrapen Marcos y Briana.
Como se enteraba bien de qué estaba preocupado, ella no lo refutó más.
Al llegar al departamento, Doria consiguió su pajama y luego entró en el baño. En la ropa que vestía ahora todavía permanecía el olor a humo.
Después de cerrarse la puerta, Édgar retiró la vista y su rostro de repente se volvió frío. Sacó el teléfono del bolsillo y marcó el número de Vicente.
—¿Qué tal ahora?
—Aún está en la sala de urgencia, su situación…no sale bien.
—Encuentra el mejor médico para que lo salve.
Vicente asintió y luego dijo:
—Señor, hemos ya revisado, además de que la frena fue alterada, el acelerador también. Si él hubiera saltado del coche un poco más tarde, se habría temido que…
Édgar dijo con voz fría:
—Ya basta.
—¿Necesitamos investigar quién lo hizo?
—En este punto, excepto Marcos y Briana, ¿quién si no? Ampliad el área de la búsqueda, localizad a ellos dos lo antes posible.
—Entiendo.
Después de colgar la llamada, él arrojó el móvil en el sofá y levantó la mano a frotar el entrecejo.
Casi.
Solo un poco más.
Si esta noche hubiera sido Doria quien condujera, habría sido también ella la que estaba ahora en la sala de urgencia.
En el baño, Doria terminada de la ducha se sintió más cómoda por todo el cuerpo, y se disipó el cansancio.
No le secó totalmente el pelo y salió, a punto de ir a la cocina para ver si habría alguna comida, Édgar de repente la caminó y abrazó.
Sin pensar que él la esperara aquí, ella le tocó el hombro.
—No me aprietes tanto… me estás sofocando.
—Yo soy el que se está sofocando.
Ella dio cuenta de que su tono era más baja que lo habitual, quien parecía estar soportando algo, así que no movió más y solo le preguntó suavemente:
—¿Qué te pasa?
—Nada. Solo déjame abrazarte un momento.
Doria se sentía impotente.
¿Eso era la excusa para que este gilipollas se aprovechara de ella?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...