En el Grupo Santángel...
Cuando Édgar salió de la sala de reuniones, Vicente se apresuró a caminar y se detuvo frente a él: —Sr. Édgar, ha habido un accidente.
—¡Habla!
—La señora Collazo tuvo un accidente de coche hace diez minutos. —Al notar el repentino cambio de expresión de Édgar, Vicente se apresuró a continuar—. No es grave, ya que sólo se trata de una colisión por detrás. Nuestros hombres han enviado a la señora Collazo al hospital. Sr. Édgar, esté tranquilo, su vida no corre peligro.
Édgar se dio la vuelta bruscamente, se dirigió hacia el ascensor y dijo con voz fría:
—¿Has investigado a ese conductor?
—Sí. Parece que solo es un accidente. Fueron muy cooperativos después de lo sucedido y ahora está en camino al hospital.
Édgar apretó ligeramente sus finos labios y entró en el ascensor, sin decir nada más.
Vicente le siguió:
—Seguiré investigando esto.
Édgar dijo:
—Bloquea la noticia de su accidente de coche al público.
—De acuerdo.
—Si alguien se atreve a hacer algo en este momento, significa que es él o ella quien planeó esto.
Vicente asintió con la cabeza:
—Entendido.
***
Media hora después, Édgar llegó al hospital.
Su subordinado, que había estado vigilando a Doria en la sala, salió y le saludó:
—Sr. Édgar, el médico ha dicho que la Sra. Doria acaba de sufrir una leve conmoción cerebral y está temporalmente inconsciente. Solo tiene que quedarse en el hospital dos días en observación.
—¿Dónde está ella?
—Todavía está en la habitación.
Édgar hizo una pausa y preguntó con voz fría:
—¿Dónde está ese conductor?.
Su subordinado le contestó:
—Han venido los agentes de la policía y ahora están tomando sus declaraciones en la puerta de la sala de la señora Doria.
—Llévame allí.
—De acuerdo.
En la sala, un hombre dijo:
—Agentes, no queríamos chocar. Había un control en la carretera y tampoco nos dimos cuenta. Ella frenó de repente, eso fue tan repentino que no pudimos controlar el coche.
El otro hombre intervino:
—Es cierto. Nuestro coche también sufrió graves desperfectos a causa del accidente. En cuanto a los gastos de mantenimiento, reclamaremos al seguro y ella no tendrá que indemnizarnos. ¡Qué mala suerte!
El oficial de policía les lanzó una mirada:
—Parece que tú eres la parte agraviada. ¿Por qué no han prestado atención al estado de la carretera cuando conducías? ¿Están ciegos?
El hombre replicó:
—Tengo que justificar lo que paso. Si fuera yo quien se enfrentara a la situación de hoy, no pisaría el freno tan repentinamente y no se produciría este accidente de coche. Pero señor, usted también sabe que es una mujer, las conductoras siempre tienen poca capacidad de tensión y se ponen nerviosas fácilmente cuando hay una emergencia...
—Para. Déjate de tonterías. ¿Cómo puedes echarle la culpa por ser conductora? ¿Sabes cómo mantener la distancia de seguridad al conducir? Según los videos de vigilancia y las marcas de frenado, ustedes dos son totalmente responsables.
—Bueno, después de todo, ambas partes son responsables de esto. Lo aceptaremos sin importar el castigo. ¿Podemos irnos ya?
El policía le dijo:
—¿Por qué tienen tanta prisa? Espere a que se despierte.
Los dos hombres intercambiaron una mirada y permanecieron en silencio.
Justo en ese momento, se oyó una serie de pasos mientras Édgar se dirigía hacia ellos.
Al verlo, los dos hombres bajaron inmediatamente la cabeza.
Cuando se acercó, el policía le preguntó:
—¿Son ustedes su familia?
Édgar se detuvo:
—Soy su marido.
—Bueno, estábamos tomando las declaraciones hace un momento. Cuando se despierte, también hay que tomar la declaración de la señora. Podría ir a ver si ya se despertó.
Édgar respondió con un sonido nasal.
Antes de entrar en la sala, echó un vistazo a los dos hombres que se esforzaban por reducir su sensación de presencia y luego echó una mirada a Vicente. Luego entró en la sala a pasos agigantados.
Vicente dio un paso adelante y dijo:
—Hola, quiero conocer los detalles del accidente de coche.
El agente de policía señaló a uno de los hombres:
—Usted, por favor. Replantee la situación. Le advierto que no diga tonterías.
—Oh, no se moleste. Nos iremos nosotros mismos.
—Sí, sí, nos iremos por nuestra cuenta.
Los dos hombres se fueron rápidamente uno tras del otro.
Édgar dijo con voz tranquila:
—Síguelos.
—De acuerdo.
Tras salir del hospital, los dos hombres pararon un taxi y se fue cada quien a su casa.
Al ver esto, Vicente le dijo a Édgar:
—Sr. Édgar, son muy cautelosos y no han hecho nada sospechoso.
Édgar dijo:
—Continúa siguiéndolos y comprueba sus identidades.
Vicente recibió el pedido y se fue.
***
Al mismo tiempo...
En cuanto volvió a casa, el hombre sacó inmediatamente su teléfono y marcó un número.
—Sr. Jairo, tarea terminada.
—¿Cómo? ¿Édgar no ha dudado de ti?
—Humm... Probablemente no.
Jairo le criticó:
—¿Probablemente no? Tonto.
El hombre dijo:
—Quizá Édgar pensó que era un puro accidente y nos pidió que nos fuéramos. Pero temiendo que organizara a sus hombres para que nos siguieran, volvimos directamente a casa,así que no puede averiguar nada.
Jairo resopló:
—De alguna manera eres inteligente. Este accidente es una lección para esa mujer. Si se atreve a actuar de nuevo con tanta arrogancia, la próxima vez no será simplemente un pequeño accidente de coche.
—Sr. Jairo, al principio pensábamos darle un castigo a ella, pero ésta se negó a abrir la puerta. Como vinieron otras personas, sólo pudimos abandonar la idea.
—No importa, con esto es suficiente. Si hacemos demasiado, causará dudas. —Jairo añadió—. —Actúa como siempre en estos días y no vengas a buscarme. Cuando este asunto esté resuelto, Te mandaré a la otra ciudad. No quiero que vuelvas de nuevo por que quizás Édgar pueda descubrir algo.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...