La fachada de la iglesia estaba cubierta de flores.
El último rayo de la puesta de sol se veía desde la distancia.
Édgar dio la mano y dijo lentamente:
—Has dicho que conseguirás el certificado de matrimonio conmigo. ¿Sigue siendo válida la promesa?
Doria lo miró. Después de un rato, se dio cuenta de lo que él quería hacer.
Ella esperaba que Édgar le hiciera una propuesta, pero no esperaba que organizara una propuesta tan romántica.
Doria se sentía sorprendida:
—Me rechazaste la última vez.
—Así que estoy aquí para compensar —dijo Édgar y se arrodilló. Sacó un anillo del bolsillo—. Dame una oportunidad más, ¿quieres?
Los ojos de Doria estaban enrojecidos. Ella asintió ligeramente:
—Sí.
Cuando Doria estaba en La ciudad Norte, había perdonado todo el pasado y lo había superado.
Le pareció un error conocer a Édgar desde el principio.
Ella había intentado usar su fuerza y valentía para remediar el error.
Ella pensaba que su relación terminaría el día que se divorciaran.
Sin embargo, el divorcio fue sólo el principio.
En el pasado no conocía claramente a Édgar.
Sin embargo, después de un año, pudo saber claramente que Édgar no era tan complicado.
Sólo era un hombre decidido que se aferraba firmemente a sus principios y creencias.
Los forasteros y la familia Santángel siempre juzgaban a Édgar con sus prejuicios, por eso pensaban que era difícil tratar con él y que era tan temible.
Aunque vivía en un entorno tan complicado, su interior seguía siendo limpio y suave.
Era un lugar al que nadie podía llegar.
Sin embargo, ella llegó allí ahora.
Édgar puso el anillo en su dedo y se levantó. La abrazó y sonrió:
—¿Puedo llamarla ahora señora Santángel?
Doria resopló:
—No, espera a que tengamos el certificado de matrimonio.
—Vale, depende de ti.
Doria murmuró suavemente en sus brazos:
—¿Por eso me has traído aquí?
Édgarreleased lentamente:
—No realmente.
Tras decir esto, se apartó y Doria pudo ver una vista más amplia.
Édgar dijo con voz dulce:
—Esto es lo que quiero darte.
El cielo estaba lleno de estrellas parpadeantes.
Una a una, brillaban y titilaban.
Parecía que podían tocar las estrellas una vez que levantaban las manos.
Doria miró al entorno.
En sus bonitos ojos centelleaban pequeñas estrellas.
La voz de Édgar sonó:
—Este lugar es una de las Reservas de Cielo Oscuro del mundo.
Doria levantó la mano inconscientemente. Nunca había visto tal esplendor.
Todas las estrellas se veían tan cerca de ella y ocupaban todo el cielo nocturno.
Édgar extendió la mano delante de ella:
—Déjame enseñarte una magia.
Doria se volvió para mirarlo fijamente, aturdida diciendo:
—¿También sabes de magia?
Édgar levantó la ceja y le preguntó:
—¿Qué estrella te gusta? Yo elegiré por ti.
Doria señaló la estrella más brillante:
—Esa.
Édgar cerró la mano que tenía delante de ella y la agitó ligeramente. Al segundo siguiente, un collar con una estrella colgaba frente a ella de su mano.
Doria se quedó boquiabierta. Recordó que él no tenía nada en la mano en ese momento.
La boca de Doria se bloqueó.
Ella respondió a su beso y cerró los ojos lentamente.
El cielo estrellado era su telón de fondo.
Después de besarse, Doria se apoyó en su pecho:
—¿Viniste aquí hace tres años?
Édgar le cogió la mano y bajó la cabeza para mirar el anillo que llevaba en el dedo. Se sintió satisfecho y asintió con la cabeza.
Doria dijo:
—¿No me odiabas en aquella época? ¿Por qué has venido aquí?
Édgar soltó un pequeño y dijo:
—¿Quieres desenterrar el pasado en este momento?
Doria le corrigió:
—No se trata de rememorar el pasado. Sólo tengo curiosidad por saber por qué has venido aquí ya que me odiabas entonces.
Édgar vaciló y dijo:
—No te odio.
Doria sabía que lo que decía era cierto. Si no, no le traería algún recuerdo cada vez que volvía de un viaje de negocios durante esos años.
Édgar no sabía cómo expresarse en ese momento.
Además, tenía la impresión de que ella fingía estar embarazada y le obligaba a casarse con ella.
Pensó que era el tipo de mujer que utilizaría todos los medios para conseguir lo que quería.
Doria había hecho una introspección sobre el asunto. Ella también cometió algunos errores.
Era bueno que ella le explicara claramente al principio.
Pero no tenía sentido lamentarse.
Sin embargo, al principio no sabía lo complicada que era la situación de la familia Santángel.
Si estaba embarazada o no, en realidad ni siquiera importaba.
Saúl sólo necesitaba una persona que pudiera controlar a Édgar. Tampoco sabía que la razón por la que Édgar sospechaba que no estaba embarazada era porque Agustina había tratado con la gente que sabía la verdad.
Todas las cosas se acumularon y provocaron que tuvieran un matrimonio desafortunado durante tres años.
Édgar continuó:
—Cuando vine aquí por primera vez, decidí que debía traerte una vez en la vida.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...