Por la noche, Doria volvió cuando Claudia se había dormido.
Édgar estaba leyendo un libro en el sofá. No reaccionó cuando oyó que se abría la puerta.
Doria estaba cansada y preguntó mientras se dirigía al dormitorio:
—¿Te has duchado?
Édgar respondió que sí.
Doria se sacó el camisón:
—Es bastante tarde. ¿No te vas a la cama?
—Sí —murmuró pero no parecía preocupado.
Doria se detuvo, se acercó a él y se sentó a su lado:
—¿Qué pasa?
Édgar pasó una página y dijo:
—Nada, ve a ducharte. No te preocupes por mí.
Doria se quedó sin palabras. Este hombre debía estar molesto por algo.
Doria miró y se dio cuenta de que no podía entender qué estaba leyendo y preguntó:
—¿Qué estás leyendo?
—Sutras budistas.
¿Qué demonios le pasaba?
Antes de que Doria dijera nada, Édgar dijo con su tranquila voz de barítono:
—He dormido solo durante tres días y debería leer algo de budismo para controlarme.
Al oírlo, Doria se sintió divertida y dejó el libro a un lado:
—¿Eres un niño que necesita mi compañía todos los días?
Édgar la miró y dijo:
—¿Por qué no? No puedo dormir sin ti.
Doria se levantó y luego le revolvió el pelo como si estuviera engatusando a un niño:
—Vale, me ducharé y luego dormiré contigo.
La agarró de la mano cuando estaba a punto de marcharse. Al instante, ella cayó en su abrazo.
Édgar le puso la mano en la cintura y le dijo sugestivamente:
—¿Qué clase de sueño?
—Dormir, sólo dormir —ella respondió.
—Tal vez tengamos una comprensión diferente del sueño —se burló Édgar.
Doria dijo con los dientes apretados:
—¡Compórtate!
Édgar sonrió, la besó y la levantó.
Doria se sorprendió y dijo:
—¿Qué estás haciendo? Quiero ducharme...
—Juntos.
—¿No dijiste que ya te habías duchado?
—¿No vas a dormir conmigo? ¿Por qué no puedo ducharme contigo? —dijo con picardía.
Doria se quedó sin palabras.
Pasaron dos horas cuando se tumbaron en la cama. Doria ya estaba muy cansada y preguntó mientras bostezaba:
—¿Cómo fueron las cosas en el estudio?
—Es genial deprender de mujeres —dijo Édgar y continuó—. Trabaja más para mejorar el negocio del estudio y puedo ayudarte a gestionar las finanzas.
Doria ya no tenía fuerzas para discutir con él. Al cabo de un rato, susurró:
—¿Hay alguna noticia sobre Ning?
Édgar reconoció:
—Ninguna noticia es buena.
—Es cierto.
Édgar la abrazó y le dijo:
—Está bien, estás cansada, duerme.
—No.
—Entonces... ¿ustedes son los hombres de Édgar?
Un hombre de delante se giró y la miró:
—Soy tu hermano.
Ning se quedó atónita:
—Yo no tengo un hermano...
—He mentido.
Ning se quedó sin palabras. Miró al desconocido y se encogió de miedo. Se sintió como una hormiga que creía haber escapado de la sartén, pero acabó en el fuego.
Después de un rato, preguntó en voz baja:
—¿Adónde me llevas?
—De vuelta a Ciudad Norte.
—¡Eres un villano! No quiero ir contigo.
—¿Qué te hace pensar que soy una villana?
Ning respondió:
—¡Mi padre dijo que no puedo creer a ninguno de los Curbelo y que no debería volver con ellos a Ciudad Norte!
—¿Entonces por qué te fuiste con César?
—¡Es mi tío! Además, él no tenía intención de enviarme de vuelta a Ciudad Norte. Sólo quería llevarme a un lugar seguro.
El conductor se rió:
—Es tu tío y eliges creerle a él en lugar de a tu padre. ¿Por qué no me crees cuando te digo que soy tu hermano?
—Efectivamente, César es mi tío, pero yo no tengo ningún hermano. Me estás mintiendo.
—¿Desde cuándo miento yo? Apenas tenías un año cuando dejé Ciudad Norte. Pero no somos hermanos de sangre. Fuiste adoptada por tu padre. A él le preocupaba que te molestara este hecho. Por eso te ocultó la verdad.
Ning se sorprendió:
—¡Eso es una tontería!
—¿Qué tontería? Te llevaré de vuelta a Ciudad Norte. Podrás preguntarle a tu padre en persona.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...