Después de ducharse, Luisa García se puso a ordenar sus cosas. A mitad de camino, descubrió que el colgante que llevaba en el bolso había desaparecido.
Había buscado en todos los lugares posibles, pero no encontró nada.
Luisa se dejó caer en el sofá, con los ojos un poco apagados.
Debería haber caído cuando fue atacada esta noche.
Llevaba el capuchón del bolígrafo desde que estaba en el instituto. Durante tantos años, nunca lo había perdido.
Tras quedarse con la mirada perdida durante un rato, apretó los dientes y se levantó de golpe. Buscó el spray de pimienta caliente del cajón y la pequeña arma que había comprado para protegerse en momentos de peligro. Cogió su teléfono y salió corriendo.
Corrió hasta la puerta de la oficina del periódico y buscó en todos los lugares donde acababa de estar. Sin embargo, no lo encontró.
Cuando volvió a casa, estaba llena de frustración. Esto, en muchos años, le había dado valor sin miedo.
Era su luz y su fe.
Nunca esperó que se perdiera a toda prisa. Parecía que no podía encontrarlo de ninguna manera.
Tumbada en la cama, daba vueltas en la cama sin poder conciliar el sueño. En el momento en que cerraba los ojos, eran ese par de ojos aterradores los que la hacían sentir desesperación y asfixia.
Luisa volvió a sentarse bruscamente. Al abrir su teléfono, tocó accidentalmente el registro de llamadas.
Intentó buscar el último número en WhatsApp. Lo encontré.
Lo miró durante mucho tiempo, pero no hizo clic para añadirlo a su lista de contactos.
Algunas personas parecían estar muy lejos de ella. De repente, un día, cuando estaba tan cerca de ella, sintió que era tan irreal.
Dejó el teléfono, se tumbó en la cama y cerró los ojos.
Al día siguiente, cuando llegó a la agencia de noticias, su colega le dijo, —Luisa, ¿volviste a quedarte despierta hasta tarde para trabajar ayer? Incluso tienes ojeras. ¿No estás trabajando demasiado?
Las comisuras de la boca de Luisa García se crisparon. Su sonrisa era seca, —No, no descansé bien anoche.
En ese momento, alguien dijo, —Luisa, el editor jefe quiere que vayas a su oficina.
Luisa respondió y se dirigió al despacho para llamar a la puerta. Tras entrar, el editor jefe le dijo, —Luisa, ¿has estado investigando el proyecto de Nueva Costa recientemente?
Luisa asintió, —No creo que esto termine con la muerte de Israel. Todavía hay muchas cosas que podemos explorar. Yo...
—Ya no hay nada que escribir al respecto. El resto de los medios de comunicación se han centrado en el Grupo Santángel y en Édgar. A nadie le importará lo que ha hecho Israel.
Luisa frunció el ceño, —Pero...
El redactor jefe le puso el documento delante, —Aquí hay una exclusiva por violencia doméstica. El cliente está en el edificio contiguo al nuestro. Puedes seguirlo y denunciarlo.
Luisa bajó la cabeza y no habló.
—Luisa, la persona implicada es un gran pintor famoso. Su influencia es extraordinaria. Esta exclusiva es lo que mucha gente quiere conseguir. Si no hubieras traído una noticia tan grande para nuestra empresa periodística, no te habría tocado a ti. Deberías seguir esto bien. Definitivamente será una noticia explosiva.
Aparte de sus pinturas, la relación entre él y su esposa se convirtió en un tema de preocupación para la gente.
Cada vez que asistía a un evento, Steve atendía a su mujer de todas las maneras posibles. Se veía que los dos eran muy dulces y felices.
Con el tiempo, Steve había sido conocido como un buen marido.
Ahora que su mujer había muerto repentinamente, se sospechaba que Steve había matado a su esposa.
Tal contraste en la imagen era realmente inconcebible.
Después de leer las experiencias pasadas de Steve y las fotos de su esposa, Luisa sintió que había algunas fotos en las que su esposa tenía expresiones extrañas. En efecto, merecía la pena investigarlo.
Su intuición le decía que no era tan simple como la violencia doméstica.
Luisa llamó a Steve, —Hola, Sr. Billings. Soy la reportera de Prensa de Ciudad Sur, Luisa García. Si tiene tiempo por la tarde, ¿puedo tener una entrevista con usted?
Al otro lado de la línea, la voz de Steve era triste, pero aceptó de inmediato, —Sí.
Después de que Luisa confirmara la hora de su encuentro, guardó su teléfono.
En tan poco tiempo, había estado listo para enfrentarse a los periodistas. Parecía que esta persona era más difícil de tratar de lo que había imaginado.
Luisa encendió el ordenador y siguió buscando información sobre Steve y su mujer, tratando de obtener más pistas.
Hoy en día, hay demasiada gente mojigata y gentil que es un completo demonio por naturaleza.
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...