Doria se negó a que Édgar la acompañara durante la operación. Al principio no quería que diera a luz, por miedo a que enfermara.
La operación fue muy sangrienta y dolorosa. Ella no quería que él viera.
Édgar no tenía que culparse a sí mismo, puesto que ya estaba estresado.
Además, quería dar a luz al bebé.
Antes de entrar en el quirófano, Doria tomó la mano de Édgar con seriedad, —Puedes encontrar una nueva chica si yo muero. Siempre que sea amable con mis hijos.
Édgar se rió sin ton ni son, —Entonces encontraré uno que los maltrate todos los días.
Los ojos de Doria se abrieron incrédulos, —¿Cómo puedes…?
Le pellizcó la nariz, —No pienses demasiado. Cierra los ojos y duerme bien, luego terminará.
Doria extendió la mano y lo miró con sus ojos llorosos. Era dudoso que no se asustara cuando la operaran.
Estuvo toda la noche temiendo que la cirugía pudiera fallar de qué manera. Édgar se inclinó, abrazándola suavemente y susurrando, —Tranquila. Estaré contigo si ocurre.
Doria había dicho palabras similares cuando estaba herido e inconsciente. Aunque sabía que era un consuelo, Doria se lo tomó bien y susurró, —¿Y los niños?
—¿Cómo podemos preocuparnos por ellos si todos estamos muertos? Sólo llévalos al orfanato.
Doria se quedó sin palabras. Sus emociones se disiparon al instante.
Doria lo apartó, —De acuerdo. No más charla. Me voy a ir.
Édgar mostró una leve sonrisa y asintió, quedándose en su sitio y despidiéndola. Inmediatamente después, Zoé también fue empujada.
Estaba tumbado en la cama del hospital, mirando a su alrededor con curiosidad, sin ser consciente de lo que estaba pasando.
Édgar se puso en cuclillas a su lado y le frotó la cabeza, —Recuerda lo que te dijo papá ayer.
Zoé recordó y dijo con voz adenoidea. —No tengo miedo. Dormiré y me despertaré para ver a mamá y a mi hermana.
—Sí, eso es. Puedes verlos cuando te despiertes.
Zoé se agarró a su dedo y, por primera vez, gritó claramente, —Papá.
Édgar se congeló ligeramente y luego suavizó su voz, —Buen chico. Papá te está esperando aquí.
Pronto, Zoé entró en el quirófano. Édgar se levantó y se apoyó en la pared, cerrando los ojos y exhalando.
Rosalina vio que estaba nervioso, pero sólo pudo consolarlo en general, —Estarán bien.
Sólo después de un largo rato, Édgar abrió los ojos con la voz ronca y seca, —Todo lo que han sufrido es por mi culpa, pero sólo puedo esperar fuera. Sin poder hacer nada.
—Doria no te dejó entrar porque no quería que te culparas así. Nada de esto es culpa tuya. Te has esforzado al máximo.
Édgar bajó la cabeza en silencio. El tiempo pasó, y el sol disipó la niebla y la penumbra de la madrugada.
La luz del sol brillaba en todo el pasillo. Sin embargo, la operación continuó.
Por la tarde, Rafaela entró corriendo, —¿Cómo va todo? ¿Ya salió Doria?
Rosalina se había dirigido a la enfermera preguntando por las precauciones mientras Rafaela y Daniel se mantenían al margen.
Édgar puso a Doria en la cama antes de mirar la cuna, haciendo una pausa antes de decir, —¿Por qué hay dos?
Rafaela se quedó sin palabras. Así fue Daniel.
Deben ser las palabras más crueles que los dos pequeños bebés han escuchado desde su nacimiento.
—La enfermera lo había dicho al sacarlos. Eres tan descuidado.
Édgar no dijo nada. Miró su reloj de pulsera y no tuvo tiempo de dedicarse a los dos bebés.
—Tengo que ir a la sala de operaciones. Dejad esto a vosotros.
Daniel asintió, —De acuerdo.
Aunque estaban a salvo, Zoé aún no había salido. Édgar se fue directamente a la zancada. Poco después, Doria se despertó.
Rafaela percibió sus movimientos y se apresuró a acercarse, —¿Te encuentras bien?
Tal vez la anestesia aún hacía efecto, murmuró, —¿Dónde está el bebé?
—Aquí están. Las gemelas. ¡Son increíbles!
Doria sonrió y preguntó, —¿Ha salido ya Zoé?
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Los comentarios de los lectores sobre la novela: Mi pretendiente es mi EX-MARIDO
Quiero el finall...