En el edificio luminoso Celia Moreno se encontraba frente al despacho del presidente de la empresa Sánchez con el rostro pálido. Al mirar a través de la puerta, un hombre y una mujer se abrazaban oyéndose al hombre jadear.
—Señor Vicente, la empresa de Rafael Moreno ya está a punto de declararse en quiebra, ¿eres tan cruel con Celia Moreno, no? —La encantadora voz de la mujer salió por la puerta.
Celia se sorprendió al escucharlo.
«¿La empresa de mi abuelo materno?»
El hombre encendió tranquilamente un cigarrillo y dijo fríamente:
—Ella es solo un juguete, y ahora no vale nada.
«¡Un juguete!»
Celia no pudo controlarse más y cayó al suelo débil e impotente.
—¿Quién está ahí? —La mujer de la oficina sorprendida miró hacia la puerta.
—Vicente Sánchez, ¿es cierto lo que has dicho?
Celia lo miró directamente y estaba sentada en la puerta, antes fue considerada la futura esposa de Vicente, pero ahora se vio en un estado miserable.
—Ahora ya lo sabes, no te hace falta preguntar más —el hombre respondió con indiferencia mirándola como si viera algo puerco con ojos lleno de molesta.
Celia estaba tan frustrada que todo su cuerpo se enfrió.
Ella sabía que Vicente era un despiadado en las palabras de los demás, especialmente en el sector comercial, pero llevaban años juntos y, ¡nunca pensó que esta vez la trataría como una enemiga!
Durante cinco años, había trabajado para él desde el nivel más bajo hasta ser la jefa de comercio. La noche en que se emborrachó y la arrastró al hotel, el momento en que se convirtió en su mujer, pensó que estaba soñando y su deseo de tantos años se había realizado por fin.
Pero él era tan excelente y ella siempre temía no poder seguirlo.
Incluso tenía la relación tan íntima con él, tampoco se atrevió a aflojar sus esfuerzos en absoluto. ¡Aparte de cinco horas al día para dormir, siempre estaba trabajando para la empresa Sánchez!
Ella pensaba que era especial en su corazón, y nunca sabía que hoy sería así.
—¡Bang! —Con un fuerte golpe cerró la puerta y se huyó.
Celia corrió con sus tacones tropezando y cayendo. Quitándose los zapatos, como una loca corrió hacia la empresa Moreno.
Tardó media hora en llegar a la entrada de la empresa sin descansar ningún minuto, ya estaba como una mendiga.
Celia jadeó y vio que una gran multitud de personas que rodeaban la entrada de la empresa señalando a la cima del edificio.
—¡Qué pobre! ¡Está alguien arriba del edificio!
Celia miró a la figura que estaba en lo alto del edificio y su corazón dio un vuelco.
—Alguien vino de su familia hoy. El señor Borja Sánchez, el abuelo de Vicente ha dicho así, ¡despiértate!
—Abuelo, lo quiero a Vicente —En la oscuridad, Celia dijo triste pero emocionada—. Lo quiero a Vicente toda mi vida, y nunca amaré a nadie más.
Era un amor tan puro y apasionado pero triste.
—Vete tú. Espero que no te arrepientas —El abuelo no volvió a mirarla, pero ella comprendió que su abuelo estaba totalmente decepcionado con ella.
***
Al momento siguiente, la escena cambió instantáneamente al momento atrás que su abuelo estaba de pie en lo alto del edificio, con la cara llena de desdicha y cansancio.
—Celia, ya no puedo mantener la empresa, no lo puedo...
Celia sentía que su cuello estaba ferozmente estrangulado por algo, y solo mirando con ojos abiertos que su abuelo Rafael saltó...
—¡No! —Un grito miserable salió.
Su voz fue clara y desesperada, como un rugido de rabia desde el infierno, que le sobresaltó a la gente que estaba a su lado y gritó furiosamente:
—¡Doctor! Mi hija no se encuentra bien.
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