¡Mujer, no más citas a ciegas! romance Capítulo 9

El doctor había terminado el chequeo completo de Dulcinea, corrió la cortina y vio al imponente hombre parado frente al sofá opuesto. Respiró hondo antes de acercarse, acompañado por la enfermera.

Estaban en el hospital de la familia Sandoval, y el doctor era consciente de que Nemesio era el gran jefe. A pesar de su juventud, ese hombre había tomado las riendas de la familia Sandoval antes de cumplir los treinta, su presencia era distinguida y su aura era poderosa, siempre con una actitud que parecía decir "no te acerques", lo que había hecho que muchos retrocedieran intimidados.

Cuando había llegado sosteniendo a la mujer en sus brazos, su expresión era tan sombría que daba miedo.

"Presidente Sandoval, la revisión está completa, no hay otras lesiones, se desmayó debido al estrés extremo y al cansancio", le informó el médico.

Nemesio asintió ligeramente, la fría luz de sus ojos destellando por un instante mientras su mirada se posaba sobre el rostro desaliñado de Dulcinea, con su cabello enmarañado y las marcas de lágrimas en sus mejillas. Las heridas en su cuello y brazos habían sido tratadas de nuevo por la enfermera, que le aplicó un vendaje limpio.

Ella dormía profundamente, con el pecho subiendo y bajando suavemente, sin mostrar signos de ser perturbada por los movimientos a su alrededor. Dulcinea no era de las que confiaban fácilmente en otros, había crecido con una sensación constante de inseguridad. ¿Quién le había ofrecido suficiente seguridad como para que se durmiera sin defensas?

Julio, al oír que no había nada grave, quiso acercarse para llevársela, pero Jaime lo detuvo con un gesto: "Julio, el presidente Sandoval todavía no ha hablado".

"¿Qué pasa? ¿Acaso tenemos que esperar a que él decida sobre ella?", le preguntó Julio con una mirada fría hacia ellos.

"Así es", respondió Jaime con una cortesía impecable, sin una sonrisa, sin dar pie a errores.

Julio estaba a punto de estallar y empujarlo cuando este le recordó: "La competencia mundial es en una semana, Julio. ¿Estás seguro de querer pelear conmigo? Si te lastimas la mano, podría afectar tu rendimiento muy seriamente".

"¿Me estás amenazando?", Julio valoraba mucho la competencia; se sabía por las tardes que pasaba entrenando en el gimnasio, ansiando una medalla de oro para probar su valía, se quitó los guantes y los arrojó al suelo. "Mira, aunque hoy me rompan esta mano, me llevo a Dulcinea. Nemesio, no me obligues a decir palabras desagradables, te vas a comprometer en un mes, no arruines la reputación de Dulcinea".

"¡Ella!...", Julio la señaló, ella dormía tranquilamente en la cama del hospital, y su corazón se apenó solo de pensarlo. "Sabes lo mucho que le duele por dentro, así que no le agregues más sal a su herida".

Julio conocía bien el afecto de Dulcinea por Nemesio; desde el momento en que ella le confió su secreto cuando su amor apenas despertaba, él había comenzado a protegerla cuidadosamente. Si no fuera porque ella amaba tanto a Nemesio, ya habría peleado con este último para defender a su hermano.

Jaime intentó detener a Julio nuevamente, pero Nemesio se adelantó con pasos largos y levantó a Dulcinea en sus brazos, abrazándola.

El rostro de esta descansaba suavemente contra su pecho, completamente ajena a lo que ocurría a su alrededor. Nemesio miró de reojo a Julio, y con su voz baja y amenazante le dijo: "Ella pertenece a la familia Sandoval, deja de decir 'nuestra Dulcinea'".

Julio sintió una opresión en el pecho; después de tanto hablar, eso era lo único que Nemesio había escuchado.

Justo cuando estaba a punto de llevarse a Dulcinea, Julio exclamó con urgencia: "¡Nemesio, oye tú!".

"Julio, el presidente Sandoval no le hará daño a la Señorita Lago", intervino Jaime, deteniéndolo con una mano que se posó casualmente en su muñeca, ejerciendo una presión discreta pero firme sin lastimarlo.

Para cuando Julio logró deshacerse del agarre, el auto de Nemesio ya se había ido. Jaime lo vigilaba con ojos de halcón, impidiendo que lo siguiera.

"Jo...", Julio se pasó las manos por su cabello desordenado y suspiró hacia el cielo nocturno. "Ay, Dulci, ¿cómo terminaste con un hombre así? Que Dios te ayude".

...

Dulcinea despertó al día siguiente por la tarde, sintiéndose como si un peso enorme la hubiese aplastado, había dormido tanto que su cuerpo parecía quejarse con cada movimiento.

Giró en la cama y casi se muere del dolor, se tomó un momento para recordar lo que había pasado la noche anterior, sus moretones eran el recuerdo de haberse golpeado varias veces contra la puerta, sobrevivir a aquella noche le hizo soltar un largo suspiro de alivio.

Alcanzó su celular en la mesita de noche y estaba a punto de llamar a Julio cuando su teléfono móvil sonó, era él.

"¿Dulci, ya despertaste?".

Capítulo 9 1

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