Seguía siendo la misma cara de sus recuerdos. En comparación con la inmadurez de la juventud, tenía las líneas más marcadas y parecía más tranquilo y severo.
Lo más importante, ya no tenía la ternura que añoraba, solo quedó frialdad. Parecía que estaba escuchando el informe de los subordinados, asintió de vez en cuando con la cabeza y dio algunas órdenes.
No entró directamente en la oficina del jefe sin mirarla.
Cuando se marchó, la oficina entera se alteró.
—Madre mía. Creía que nuestro jefe sería una mujer de mala leche o un viejo, ¡no esperaba que fuera tan joven y guapo!
—Sí, sí, primero el presidente del Grupo Lustre, y ahora nuestro nuevo jefe. ¡Siento que mi vista ha mejorado!
Lola también estaba muy emocionada, tiró de Valeria y dijo, —Dios mío, Valeri, no esperaba que el nuevo jefe fuera tan guapo, Es... Oye, Valeri, ¿por qué tienes tan mala cara?
Valeria se mordió el labio, negó con la cabeza sin decir nada.
Lola estaba demasiado emocionada por la llegada del nuevo jefe, y no le prestó atención a Valeria. Solo comentó con algunas chicas jóvenes a su alrededor, —Oye, ¿cómo se llama el nuevo jefe? Recuerdo que se llamaba…
—Vicente Cabrera —dijo Valeria.
Lola y las demás se quedaron atónitas, y miraron a Valeria.
Valeria las ignoró y miró en dirección de la oficina de Vicente.
Ya habían pasado dos años, pensaba que lo había dejado ya. Pero su aparición, la derribó.
Ni siquiera estaba segura de si la había reconocido como ella a él.
¿Y qué pasaba si la reconoció? ¿Y qué si no lo hizo? A estas alturas, ya no esperaba que le diera una explicación o que pudieran volver como antes.
Sin mencionar lo mucho que había cambiado en dos años, ella ya no era la Valeria de antes.
La pesadilla de hacía dos años, el matrimonio de ahora. Ya no había marcha atrás...
En lo que quedaba del día, Valeria estaba muy ansiosa. Tenía miedo de que Vicente la reconociera.
Pero se lo había pensado demasiado.
Cuando Vicente asumió el cargo, inmediatamente convocó reuniones breves sobre el posicionamiento de personal y de la revista, e hizo algunos ajustes.
En la reunión, escuchó atentamente los informes de los editores y ocasionalmente dio algunas instrucciones. Desde el principio hasta el final, no pareció ver a Valeria que estaba al final de la mesa de conferencias.
Parecía que la había olvidado.
Era normal. Si tuviera algo que le valía la pena recordar, no se habría marchado sin despedirse hacía dos años.
Cuando terminó la jornada, Valeria no quería quedarse ni un segundo más, cogió su bolso con la intención de volver a casa.
En este momento, su editora jefa la detuvo.
—Espera, Valeria. Dale este informe al jefe, y de paso, hazle el informe.
Valeria se congeló, se dio la vuelta y dijo dudosa, —Editora jefa, hoy tengo una emergencia en casa, ¿podría...?
La editora jefa Ariana García estaba hoy de mal humor porque su comportamiento en la reunión no fue tan bueno como el editor jefe del otro grupo. Cuando escuchó el rechazo de Valeria, se enfadó, —Valeria, ¿crees que eres demasiado buena por solo una entrevista popular?
Ariana siempre hablaba con tanta franqueza, y Valeria sabía que no podía rechazarla, —Claro que no, Ariana, voy ahora.
Valeria volvió la cabeza y se encontró con los ojos llenos de ternura y afecto de Vicente, exactamente iguales a los de hacía dos años.
—Valeri —volvió a hablar Vicente, acercándose a Valeria—, desde que regresé, he estado pensando en cómo ponerme en contacto contigo. No esperaba que trabajáramos en la misma empresa.
La voz de Vicente era baja y dulce y se acercó más a Valeria, cuyos labios casi rozaron su frente.
—¡No!
Valeria de repente reaccionó, empujó a Vicente y retrocedió tambaleándose.
Vicente no esperaba que Valeria lo apartara y se sobresaltó. Lo comprendió cuando vio el anillo de matrimonio de Valeria.
—¿Estás casada? —preguntó Vicente en estado de shock.
Valeria no tuvo el valor de mirarle a los ojos, se giró y asintió.
Vicente mostró una mirada extraña, de repente se acercó a Valeria y la agarró de la muñeca.
—¿Qué haces? —Valeria se asustó por su acción y trató de liberarse, pero no pudo retirar su mano.
Vicente miró fijamente el anillo, y sonrió burlonamente.
—Valeria, ¿ el hombre que has elegido solo puede comprarte un anillo de diamantes tan ordinario? —inquirió Vicente con sarcasmo.
Valeria se quedó atónita por su repentino cambio de actitud, antes de que pudiera reaccionar, Vicente la soltó y se apoyó en el respaldo del sofá indiferente.
Al encontrar la mirada de Valeria, Vicente sonrió aún más desdeñoso. Levantó levemente la barbilla y dijo, —¿Qué pasa, Valeri? Solo estaba fingiendo hace un momento. No creerás que aún me gustas, ¿verdad?
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