NADIE COMO TÚ romance Capítulo 82

Valeria había visto este collar muchas veces, y cada vez, Aitor lo sostenía como si fuera un tesoro contemplando perdido.

Valeria se tragó las palabras que iba a decir. Solo miró a Aitor en silencio.

A la luz de la luna, la expresión de Aitor en ese momento distaba mucho de lo habitual.

Había añoranza y también arrepentimiento e impotencia en su mirada.

Valeria sentía como si hubiera un pequeño erizo dando vueltas en su pecho y estaba algo angustiada.

En ese momento, Aitor pareció darse cuenta de la aproximación de Valeria y giró la cabeza.

—¿Has terminado de ducharte? —en un abrir y cerrar de ojos, su rostro recuperó la frialdad habitual y guardó el collar.

—Sí —Valeria se calmó lo más rápido que pudo—. Ve a ducharte.

—Vale.

Aitor respondió y se volvió a su habitación.

No se apresuró a ir al baño, sino que primero se acercó al escritorio y metió el collar, con cuidado, en el cajón. Después cogió la toalla y entró en el cuarto de baño.

Valeria permaneció en la habitación y escuchando el sonido del agua del baño, sus ojos no pudieron evitar mirar al escritorio.

Tenía un poco de curiosidad.

«¿Cuál es el origen de ese collar? ¿Por qué Aitor se pone una expresión tan triste cada vez que lo mira?»

Valeria no sabía qué le pasaba. Nunca había sido una persona muy curiosa. Pero en ese momento, sentía como si una mano invisible la empujara hacia el escritorio.

«Sólo una mirada. No pasa nada solo echar un visto. ¿Verdad?»

Valeria se aseguró de que Aitor seguía duchándose. Después, contuvo la respiración y abrió con cautela el cajón de Aitor.

No sabía qué le pasaba, solo sentía que el collar era como una espina en el corazón y le molestaba mucho.

Nunca se había sentido así ni cuando estaba con Vicente.

El cajón no estaba cerrado con llave y se abrió. Valeria vio que contenía unos documentos, y en los documentos había unas fotografías. También estaba el collar.

Valeria sacó primero el collar y lo colocó con mucho cuidado en la palma.

Era un collar hermoso, de cristal. No tan magnífico como los diamantes, pero tenía un estilo especial. Se notaba por la mano de obra que no era barato.

Valeria le dio la vuelta y se quedó helada al ver el reverso.

El collar tenía forma de corazón y en el reverso, tenía grabada una inscripción.

A diferencia de las elaboradas tallas del resto del collar, era claramente una talla de aficionado. Un poco rudimentaria pero se podía reconocer con facilidad que era una “S”.

«S...»

Valeria de repente recordó las palabras de Julián cuando se vieron antes.

—Han pasado diez años enteros desde que murió Sabela, y pensé que no le volvería a gustar otra mujer a Aitor.

«¿Puede que este collar pertenezca a esa mujer llamada Sabela?»

«Entonces, ¿quién era ella? ¿Era la ex novia de Aitor? ¿Dónde estaba ahora?»

Impulsada por la curiosidad, Valeria sacó también la foto del cajón. En el momento que vio la foto, se sorprendió de nuevo.

En la fotografía había un chico y una chica, ambos muy jóvenes. Parecían tener unos 18 años.

¡Esto era un collar de cristal! ¡Se rompería si cayera al suelo!

Se agachó apresuradamente para cogerlo, llegando incluso a utilizar su mano herida. Se produjo un doloroso desgarro, pero no le importó en absoluto.

Sin embargo, Aitor fue más rápido.

Se agachó y se acercó con una gran zancada. El collar finalmente aterrizó en su mano antes de caer al suelo.

La mano de Valeria se quedó en el aire, pero se sintió aliviada al ver que el collar estaba bien.

Nada más suspirar, escuchó la fría voz de Aitor sonando por encima de su cabeza.

—Valeria Santos, ¿puedes explicar qué demonios estás haciendo?

Valeria se asustó, levantó la vista y vio a Aitor mirándola fríamente con el collar en la mano.

En el momento en el que se encontró con sus ojos, Valeria sintió como si le golpearan fuertemente en el corazón con un martillo. Qué daño.

Nunca pensó que Aitor la mirara de esa manera.

Incluso antes, cuando se acababan de conocer, aunque Aitor era distante, nunca la miró así...

La mirada era fría, e incluso con asco.

Valeria murmuró en voz baja:

—Lo siento, vi que te has embobado contemplando este collar y no sentí un poco de curiosidad.

Su voz se volvió cada vez más baja, casi inaudible al final.

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