¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 115

Cuando Mateo se enteró de que Rosaría iba al salón de belleza, se desconcertó.

¿No debería ir a buscar a Eduardo?

Rosaría estaba tan ansiosa por encontrar a su hijo, ¿por qué de repente quería ir al salón de belleza?

Sin embargo, Mateo solo tardó un segundo en adivinar la razón.

Antes, Mateo siempre había creído que era natural que las mujeres fueran a los salones de belleza, y no era posible que escondieran algo en ellos. Además, se prohibía que los hombres entraran en estos salones. Mateo nunca pensó en otra cosa. En este momento, vio la expresión en los ojos de Rosaría, de repente entendió algo.

-¿Crees que el salón de belleza esconde algo? -

-También quiero ir a averiguarlo. Lo habéis buscado en toda la Ciudad H tú y Javier, pero aún no tenemos noticias de Eduardo. Desde que Eduardo desapareció, controlamos todas las salidas y entradas de la ciudad. No creo que alguien se atreva a enfrentarse contigo y con Javier al mismo tiempo y que abandone la ciudad con Eduardo, ¿no es así? En este momento, la única explicación es que Eduardo todavía está aquí, en la ciudad, pero en un rincón desconocido. Hemos buscado por todas partes, excepto los salones de belleza. Además, ¿no dejó Estela el salón de belleza hace poco? Dile a Mariano que averigüe si Estela dejó el salón al mismo tiempo que desapareció Eduardo. No sospecho fácilmente de una persona, pero si lo hago, tengo que averiguarlo. ¡Si le hace daño a mi hijo, tomaré venganza! -

La especulación de Rosaría era razonable. Parecía que recuperó su cordura de la noche a la mañana.

Su hijo todavía estaba esperando a que ella lo salvara, así que no podía perder la calma.

No podría hacer nada si no hubiera ningún sospechoso. Ahora que se sospechaba de Estela, Rosaría agarraría esta pista.

Después de escuchar las palabras de Rosaría, Mateo también creía que tenía razón. Le pidió apresuradamente a Mariano que investigara cuándo Estela abandonó el salón de belleza. Coincidentemente, solo había tres horas de diferencia.

Cuando Rosaría escuchó esta respuesta, estaba un poco emocionada.

-Quiero ir a ese salón de belleza sin llamar atención. Mariano y tú no entréis. Te mantendré informado -

Mateo sostuvo la mano de Rosaría con fuerza y dijo -Eduardo ha desaparecido. Estoy tan preocupado como tú. Sé que quieres recuperar a Eduardo, pero tienes que prometerme que te protejas a ti misma. En caso de haya algún imprevisto, no hagas ninguna tontería. Sal y encontraremos una solución juntos. Rosaría, ya te he perdido una vez y no quiero volver a perderte. No sé si tendré el coraje de vivir sin ti -

Rosaría miraba las lágrimas en los ojos de Mateo y asintió.

-No te preocupes. Volveré con nuestro hijo -

Rosaría sonrió levemente. Se le notaba la tristeza.

Mateo ordenó a alguien que ayudara a Rosaría.

Alana siempre se sentía preocupada. Temía que algo sucediera. Al mismo tiempo, Jaime quería salir para conseguir alguna información.

Alana caminó por el salón de belleza sola, pensando en las maneras imponentes de Mateo.

Tal vez la gente de la Ciudad H solo sabía que Mateo era un soldado retirado, y que era el sucesor de la familia Nieto y el presidente del Grupo Nieto, pero Alana sabía la crueldad y la frialdad de Mateo.

Ella había acompañado a Mateo a la ciudad Y para salvar al Sr. Rolando, el segundo hijo de la familia Nieto. Y Rolando había muerto en esa batalla.

En aquel entonces, Mateo parecía haberse vuelto loco. Irrumpió solo en el cobijo de los enemigos y rompió las extremidades de su líder. Sin embargo, no perdió su última razón.

Esa crueldad y sangre fría eran una pesadilla que Alana nunca sería capaz de borrar de su mente en toda su vida.

Después de regresar de allí, Alana cayó enferma. Cada vez que pensaba en la crueldad de Mateo, temblaba el cuerpo, como si hubiera caído en un sótano de hielo.

¡No!

No era sótano de hielo, ¡era el infierno!

Mateo se volvió loco como Satanás, torturaba sin piedad a aquellos que dañaron a sus queridos.

¡Las personas queridas eran el límite de Mateo!

¡Y ahora secuestraron a su hijo!

Alana se volvió cada vez más asustada. Corrió apresuradamente al sótano para ver si Eduardo estaba muerto.

Una cantidad tan grande de medicina para un niño tan pequeño, Alana no sabía si le dejaría secuelas.

Cuando escuchó los pasos, Eduardo rápidamente cerró los ojos.

La cuerda en su muñeca aún no había sido desatada, pero estaba ligeramente suelta. No esperaba que alguien viniera.

A Eduardo el corazón le latía con furia, pero él no pudo demostrarlo. Sudaba mucho por el miedo.

"¡Echo mucho de menos a mamá!" pensó Eduardo.

Los pasos se acercaban cada vez más, y Eduardo estaba asustado, con el alma en un hilo.

Olía a perfume, Eduardo quedó un poco aturdido.

"¿Una mujer?" pensó.

Estaba desconcertado.

Antes de que pudiera averiguar quién era, se encendió la luz en el sótano.

La luz deslumbrante hizo que parpadeara Eduardo, por eso, Alana lo encontró despierto.

-¿Estás despierto? -

La voz de Alana no era alta, pero era redonda. Sin embargo, no era una buena señal para Eduardo.

Quería seguir fingiendo estar muerto, pero no podía. Alana le levantó bruscamente y casi le asfixió.

Le costaba respirar. Para salvarse, Eduardo no tuvo más remedio que abrir los ojos y respiró profundamente. Su mirada hacia Alana transmitía su ira.

-¡Mi mamá y mi padrino no te perdonarán! -

Eduardo se dio cuenta de que, aunque lo sostenía en vilo, la cuerda en su muñeca parecía haberse aflojado un poco. Rápidamente desató la cuerda, y se le ampollaron los dedos. Sentía dolor, pero no pudo decirlo.

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