¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 297

A Víctor no le importaba para nada la voz quejosa de Lidia, e incluso la admiraba.

Esta mujer era increíblemente atrevida a escupir en él.

Lidia lo maldecía en el corazón, pero desafortunadamente, no pudo decir nada.

Pensaba, "¿Qué demonios quiere hacer este bastardo?"

Víctor la llevó a lo profundo del cementerio donde se conservaban las urnas cinerarias y la dejó caer en el suelo.

La frialdad hizo que Lidia temblara involuntariamente.

De repente levantó la cabeza y al ver las urnas colocadas allí, se asustó hasta tal punto que se puso pálida.

Protestaba gimiendo en vano.

Ella sacudía la cabeza suplicándole misericordia a Víctor.

Sin embargo, éste dijo riendo -¿De verdad crees que puedes salir impune de irritarme? Escúchame bien, si no hubiera sido por el hecho de que eres la mejor amiga de Rosaría, te habría pegado sin clemencia -

-¡Qué bastardo eres! -

Lidia lo ojeaba con furia, pero solo pudo reñirlo en el corazón.

Víctor parecía saber que lo estaba regañando, pero eso no le importaba en absoluto. Incluso le dijo en un tono burlador -Casi me olvidé de decirte que el personal de servicio ya ha pedido permiso hoy, así que aquí no habrá nadie más hasta mañana por la mañana. Mira lo amable que soy contigo. No te maltrato ni regaño e incluso he empleado a tantas personas con quienes puedes pasarlo bien esta noche. Enviaré a alguien a recogerte mañana por la mañana. Disfrútalo -

Después de decir eso, se levantó para marcharse.

Lidia perdió completamente la calma.

Pensaba, "¿Qué significa eso?

¿Este bastardo quiere dejarme aquí sola?

¿En serio?"

Ella luchaba por levantarse. Sin embargo, para su desgracia, estaba atada firmemente. No podía hablar, y casi iba a llorar a causa del asusto. Desafortunadamente, él era un bruto, un monstruo.

Víctor no defendería a las mujeres por bellas que fueran si no le gustaban. Además, ella le había dejado la impresión de ser una sargentona auténtica.

-¿Pero una sargentona tendría miedo del cementerio? -

-¡En absoluto! -

Se preguntó Víctor, y se marchó con su propia respuesta.

Ella casi estaba muerta de enfado. Si hubiera podido saber la posibilidad de tal consecuencia, habría salido de casa con un amuleto.

El viento rugía ferozmente, y ella comenzó a asustarse.

Tenía ganas de llorar.

Pensaba, "¿Alguien me puede salvar?"

Sin embargo, nadie sabía de su situación, y el culpable, Eduardo, ya había entrado en la sala y se puso extremadamente feliz al ver a Laura allí.

-¡Eduardo! -

Laura gritó felizmente viéndolo entrar, pero Eduardo la previno con un gesto.

-No hables -

Puso un dedo en sus labios haciendo una seña a Laura para que se callara. Solo entonces fue cautelosamente a la habitación interior en la que Rosaría todavía estaba descansando, cuya cara hinchada y roja le dolía el corazón a él.

¿Esto cómo podría ser una alergia causada por cosméticos?

Se retiró en silencio.

Laura cogió su brazo felizmente y dijo -Eduardo, ¿qué regalos me has traído?-

Al ver las manos vacías de Eduardo, no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Era realmente demasiado aburrido estar aquí.

Él sacó una pequeña consola de videojuegos de su bolsillo y se la entregó a Laura.

-Aquí la tienes. La diseñé yo mismo. Vamos a ver hasta dónde puedes llegar -

-¿Para mí? -

-¡Por supuesto! -

Eduardo no pudo evitar mostrarle el cariño que tenía hacia ella.

Laura se echó felizmente en la cama y comenzó a jugar.

Eduardo miró a su alrededor y sintió que había algo que hacía infeliz a Rosaría.

"A mamá no le gusta maquillarse. Incluso en ocasiones importantes y solemnes, se vestía sencillamente. Ahora que ya está hospitalizada, ¿cómo va a usar cosméticos?"

Eduardo pensó por un momento y le preguntó casualmente a Laura.

-Laura, además de ti, ¿quién más está hospitalizado aquí? -

-Una mujer. Abuelita me dijo que fue esa mujer la que me ha donado el riñón. Además, abuelita quiere que ella sea su ahijada, pero no sé si lo ha conseguido -

Ella le contó de manera caótica lo que había oído por casualidad. En cuanto a los detalles, ella no estaba muy segura, pero ¿quién era esa mujer?

Eduardo frunció el ceño.

-¿Dónde vive esa mujer? -

-En la habitación 315, no muy lejos -

Mientras escuchaba las palabras de Laura, él parpadeaba.

-¿Mamá la ha visitado alguna vez? -

-Supongo que sí. Mamá fue a verla cuando abuela vino a visitarme. Más tarde, mamá salió a comprarme manzanas y regresó maquillada. Sin embargo, abuela dijo que mamá estaba alérgica a los cosméticos. Eduardo, en la cara de mamá no se dejarán cicatrices, ¿verdad? -

Laura por fin levantó la cabeza desde la consola de videojuegos y miró a Eduardo con preocupación.

-Probablemente no. Puedes jugar aquí tú sola. Tengo que salir por un rato -

Laura se descontentó al oír sus palabras e hizo una mueca.

-Eduardo, pero no has venido a verme? ¿Adónde vas? -

-Voy al baño -

Le dio una excusa sencilla.

Laura señaló el baño de la habitación y dijo -Hay uno en la habitación -

-Estoy acostumbrado a usar el baño público -

-¿Así? -

Laura nunca sabía que Eduardo tenía ese hábito, entonces le resultó un poco asombrosa.

Eduardo tampoco quería explicarle nada más. Frotó su cabeza y sonrió -Compórtate bien. Juega tú misma ahora. Volveré pronto después de salir a echar un vistazo -

-Vale, date prisa -

-¡Bien! -

Eduardo sonrió, luego se levantó y se fue.

La habitación 315, ¿seguro?

Quería ver quién era esa mujer tan desinteresada en donar un riñón a su hermana.

Pensaba, "Está bien si era sincera, pero si se trataba de algo contra mamá a propósito..." Volvió a fruncir los ceños.

No llamaba mucha atención caminando por el pasillo gracias a su pequeña figura.

Pronto, Eduardo llegó a la puerta de la habitación de Abril.

Llamó a la puerta y la voz de la enfermera llegó desde adentro.

-¿Quién es? -

Eduardo abrió la puerta, asomó su pequeña cabeza y miró directamente dentro.

-Perdón. ¿Es esta la habitación 316? -

Era muy lindo con una voz suave y agradable al oído, por lo que la mirada de la enfermera permaneció unos segundos en él. Justo cuando estaba a punto de decir algo, Abril dijo con disgusto -Esta es la habitación 315, ¿qué te pasa con los ojos? ¿O es que tus padres no te enseñaron a leer los números? ¡Fuera! ¡No me molestes! -

Los ojos de Eduardo de repente se llenaron de lágrimas.

-Abril, pero ¡qué mezquina eres! -

-¡Cállate y lárgate ya! ¿Quién crees que eres? ¿No ves que estoy molesta? -

Abril estaba sufriendo un terrible dolor. Había solicitado una bomba analgésica del hospital, pero el médico dijo que sólo podía usarla durante dos días porque de lo contrario, sería perniciosa para su salud, por lo que tendría que seguir soportando el dolor. Al enterarse de que no se produjo ningún conflicto entre Rosaría y la señora Lorena cuando ésta regresó, se sintió peor aún.

Había jugado durante tanto tiempo su papel en la intriga elaborada por ella misma e incluso donó un riñón, pero todo eso no tuvo ningún impacto en el estatus de Rosaría en la familia Nieto. Su esfuerzo simplemente no valía la pena.

Justo cuando se sentía distraída y disgustada, la entrada de ese mocoso la hizo sentirse peor aún.

Al ver el estado actual de Abril, Eduardo pensó que una mujer tan poco amable no podía ser aquella que había donado bondadosamente un riñón para salvar a su hermana.

Se retiró sin decir nada, pero pronto volvió a abrir la puerta y dijo lastimosamente -Señorita, en la 316 no hay nadie. ¿Puedo esperar a mi mamá aquí? -

-¡No! -

Ella no tenía ninguna simpatía en absoluto.

Siendo huérfana desde la infancia, había vivido muchas más miserias que Eduardo. Pero, ¿quién la había mostrado misericordia dándole un poco de cariño? ¡Nadie!

Ahora, ¿por qué le tenía que mostrar compasión a este mocoso?

La enfermera no pudo contener la compasión por el niño y se dirigió a Abril.

-Señorita, este niño también es un pobrecito. Tal vez sus padres han salido y estarán de vuelta en poco tiempo. Podemos dejarlo quedarse aquí. Te garantizo que no te molestará -

Abril se puso enfadada inmediatamente.

-¿No me molestará? Me vuelvo enfadada tan pronto como lo veo. ¿Puedes evitar que me moleste? Además, ¿qué relación tiene conmigo? ¿Por qué debería dejarlo quedarse en mi sala si no hago obras de caridad? -

La enfermera estaba algo molesta por sus palabras y no pudo evitar decir -¿Pero no donaste también un riñón a la señorita Laura? ¿Qué te va a costar permitirlo esperar aquí un momento si has sido tan generosa? -

-¿Cómo es comparable con Laura? ¿Quién es Laura? La hija de Mateo Nieto, ¡el mejor empresario de la Ciudad H! Mateo e incluso toda la familia Nieto me han de agradecer para siempre por lo que hice por la hijita. Y este mocoso, ¿lo conoces? Cállate si no sabes nada. No tienes el derecho de decirme qué hacer ya que eres simplemente una empleada que trabaja por mí -

Fueron extremadamente ofensivas las palabras de Abril.

La enfermera ya no pudo aguantarla más.

-Señorita, estamos en una habitación VIP. Aquellos que pueden vivir en este piso son ricos sin duda alguna. Tal vez este señorito es de alguna gran familia -

-¿Y qué? ¿Quién puede ser más rico que la familia Nieto? O sea, ¿tan poderoso como Mateo? Ni siquiera me importa Rosaría, y los demás, ni hablar. ¿No has oído que la señora Lorena quiere que yo sea su ahijada? Dictaré en la Ciudad H en el futuro. ¡Échalo como te lo mando! De lo contrario, ¡lárgate también! -

Eduardo había oído las palabras de Abril claramente a un lado.

Especialmente lo de su desdén por Rosaría.

Pensaba, "¡De hecho, la alergia en la cara de mamá no fue una incidencia!"

Mirando a la enfermera con mucha lástima, Eduardo dijo -Gracias, ya no necesito. Me voy ahora mismo -

-¡Te acompaño! -

No pudiendo soportar más las palabras de Abril, se levantó y se acercó a Eduardo.

Viendo que incluso una enfermera se atrevía a desobedecerla, Abril agarró la taza a su lado y la arrojó hacia la enfermera con mucha furia.

-¡Vete y no vuelvas jamás ya que estás despedida! Te he dicho que no vas a cobrar nada si no me obedeces, ¿recuerdas? -

El agua caliente salpicó en la espalda de la enfermera, y la taza la golpeó aún más fuerte.

La enfermera se detuvo un momento y dijo enojada -¡Tampoco quiero seguir sirviendo a alguien tan arrogante y ruda como tú! -

Diciendo eso, cogió de la mano de Eduardo y salió de la sala.

Abril rompía unos objetos al azar con enojo detrás de ellos, llenando toda la habitación de ruidos estruendosos.

Su feroz movimiento hizo que la herida le empezara a doler, y al oír su gemido, la enfermera se detuvo.

Aunque ya no quería la retribución, no podía dejar que algo realmente pasara a Abril.

Justo cuando la enfermera quería darse una vuelta y echarle un vistazo, Eduardo de repente agarró su mano y dijo lastimosamente -Quiero hacer pis, ¿me podrías llevar al baño? -