Normalmente, Eduardo era un niño muy obediente, así que a veces a Rosaría se le olvidaba que, en realidad, él apenas cumplía cinco años de edad. Ahora, al ella le dolía el corazón ver a su hijo con esa mirada llena de esperanza.
En comparación con los otros niños de su edad, Eduardo había tenido que soportar mucho más.
Extendió su brazo y lo acarició suavemente de la mejilla, diciéndole en voz baja -Hijo, muchas gracias -
De repente, Eduardo se puso lloroso.
Se apresuró a negar con la cabeza y dijo con una sonrisa -De nada, soy el primogénito -
Esta frase hizo que el corazón de Rosaría se agriara.
-Pero también eres mi hijo. Es mi deber cuidarte bien. Muchas gracias por lo que has hecho durante este período de tiempo. Desde ahora, déjanos todo a tu papá y yo y descansa bien -
Rosaría no podía esperar para abrazarlo con todas sus fuerzas.
Su hijo siempre había sido muy sensible y obediente desde pequeño, y eso le ablandaba el corazón.
Al verla así, Eduardo se precipitó a detenerla -Mamá, sigues enferma. Abrázame como te dé la gana cuando te recuperes -
-¡Bien! -
Rosaría sintió que a su hijo le debía demasiado.
Laura sonrió y dijo -Hermano, ¿por qué no bajamos para buscar a papá? Mamá aún no se ha recuperado de la salud. Debemos dejar que la acompañen los abuelos, ya que probablemente estén muy preocupados ya -
En ese momento, Laura seguía echándolo de menos a su papá.
Después de todo, ¡había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vio!
Naturalmente, Rosaría sabía lo que la niña tenía en la mente. Parecía que su hija prefería a Mateo que a ella.
Había estado celosa por eso, pero ahora que ambos sus hijos estaban tan bien, eso ya no le importaba.
-Está bien, Eduardo, baja con tu hermana. Tengan cuidado -
-¡Bien! -
Eduardo asintió.
Lidia dio un paso adelante para cargar a Laura con sus brazos y dijo sonriendo -Los llevo abajo yo, descansa bien -
-Bueno -
Rosaría también sonrió.
Viéndola mimando a su hermanita, Eduardo no reaccionó mucho, ya que a su parecer, a cuanto más gente le gustaba Laura, lo mejor sería.
-Mamá, descansa bien. Bajamos ya -
Dijo Eduardo obedientemente.
-Está bien -
Rosaría lo acarició suavemente de la cabeza y lo vio salir contento.
Poco después de que se fueron, la señora Nuria subió junto con el señor Manuel.
Mateo no apareció, muy probablemente por Laura.
Al ver a Rosaría acostada en la cama, la señora Nuria se puso llorosa.
-Nena, siempre nos estás ocultando lo que sufres. Ni siquiera nos has dicho que sufriste un accidente tan grave como este. ¿Acaso tus padres ya te parecen inútiles para ayudarte? ¡Qué raro tener que saber las noticias de nuestra propia hija mediante personas ajenas! -
-Mamá, no es así. Es que no quería preocuparlos. Además, tampoco estás en buenas condiciones, así que no deseaba que lo supieras -
Rosaría estaba un poco avergonzada por las palabras de su madre.
-Es verdad que no me encuentro bien, pero tengo que saberlo si a mi hija le pasa algo como ese. La vida siempre nos es más difícil a las mujeres. Ahora incluso sufres un aborto, ¿cómo te podría cuidar bien Mateo solo? ¡Es un hombre! Si algo te anda mal en este período de tiempo, sufriría durante el resto de tu vida. ¿Acaso no lo sabes tú? -
La señora Nuria dio un paso adelante para coger sus manos.
Cuando se dio cuenta de que la mano de Rosaría estaba fría, las lágrimas fluyeron instantáneamente por sus mejillas.
-Mira, todavía estás tan débil después de tantos días. Si sigues así, en el futuro tendrías muchos problemas con la salud, ¿cómo podrías tener más hijos? No me importa lo que digas, desde hoy me quedo aquí contigo para prepararte las comidas. Ya veo los platos que te sirve Mateo, sí son buenos y nutritivos, pero es un hombre y hay muchas cosas que no entendería -
Nuria se secaba las lágrimas, y eso le hacía sentir aún peor a Rosaría.
-Mamá, yo debería ser la que te cuida. ¿Cómo puedes decir eso? Bueno, le digo a Mateo que busque otro sirviente que te ayude -
-¿Cómo? ¿Me estás tomando como una vieja que no sirve para nada? Piénsalo bien, te he criado yo. Soy yo la que te conoce mejor, ¿me estás rechazando ahora? -
-Nada de eso. Es que te amo y no quiero verte sufrir -
-Lo sé, papá -
Rosaría sonrió y asintió.
Aunque no quería dejar a su querida hija, el señor Manuel solo suspiró y salió.
-No escuches a tu padre. ¿Qué sabe ese viejo? Eso no tiene nada que ver con él -
La señora Nuria dijo en voz baja. Luego, empezó a acariciar a su hija de las manos y continuó -Las mujeres tenemos que cuidarnos bien. Casi me morí de ansiedad cuando supe lo que te había pasado. ¡Maldita sea esa Anabel! ¿Cómo lo pudo hacer? -
-Muy bien, mamá, ya terminó. Ella también pagó por lo que había hecho, ¿no? Ya la enviaron a la capital, no creo que la dejen escapar de las torturas debidas -
Rosaría empezó a consolar a su madre.
Sin embargo, la señora Nuria la fulminó con la mirada y dijo -Buena hija mía, ¿no has tomado una decisión tan grande como esa? Incluso has envenenado a Mateo para buscar sola a esa mujer para el antídoto. Rosaría, ¿acaso te crees tan omnipotente ya? -
-No, mamá -
Rosaría estaba avergonzada por las palabras de su madre.
Incluso Mateo la había perdonado, ¿por qué volvió a hablar de eso su madre?
-¿De verdad? ¡Qué temeraria! Mateo no te habla de eso para no volver a recordarte ese bebé perdido. Pero como tu madre, te tengo que culpar. ¿No has sido demasiado audaz y imprudente esta vez? -
-Tienes razón -
-¿Todavía te atreverás a actuar de esa manera en el futuro? -
-No -
En este momento, Rosaría bajó la cabeza y admitió su error como una niña. Admitiría todo lo que le dijera su madre, ya que sabía que lo culpaba por su bien.
Viéndola así, Nuria se alivió. Así que continuó con un suspiro -No es fácil ser la dueña de la familia Nieto. Ahora que Rolando puede dirigir toda la familia, ¿por qué no dejas todo? -
-Vale, ya lo he prometido ante papá, ¿no? En el futuro, Mateo se encargará de mantener la familia y yo pintaré y cuidaré de los niños. ¿Te parece bien? -
-Bien -
La señora Nuria llegó a soltar una sonrisa después de oírla decir eso. No obstante, las lágrimas que brillaban en sus ojos le seguían dejar a Rosaría preocupada.
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