¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 378

Al ver salir a la señora Verónica, Rosaría se puso seria de inmediato.

De todos modos, fue Eduardo quien tuvo la culpa. Así que no le convenía discutir con ella.

-Señora Verónica -

Dijo Rosaría.

Al escuchar a Rosaría llamarle "señora Verónica", se sentía molesta y dijo -¿Qué pasa? ¿Te molesta alguna cosa que hice yo? Si te molesta, podrías decírmelo en persona en vez de ordenar a un niño que hiciera una cosa como tal. ¿De verdad crees que puedes hacer cualquier cosa con la familia Suárez? Rosaría, te alerto. Nunca te he considerado un miembro de la familia. ¡Incluso si tu hijo siguiera armando más alboroto, no lo haría nunca! No creas que lo dejaré pasar porque lo hizo un niño. ¡Eso es imposible! -

Al oír estas palabras, Mateo quería hablar algo a favor de Rosaría. Pero fue impedido por ella.

Ella sonrió y dijo -Señora Verónica, creo que me malentendió. Tampoco quiero ser un miembro de su familia. Lo que pasó hoy sí que fue culpa nuestra. Dime cómo le podemos compensar -

Al ver la cara fría e indiferente de Rosaría, se sintió muy incómoda. Sin embargo, no quería resignarse. Dijo -Dime tú, ¿cómo me quieres compensar? -

-Les compensamos por doble de la pérdida que le causamos a la familia Suárez -

Mateo ya no quería escuchar a señora Verónica hablar más. Por eso quería decir algo para poner fin a la discusión.

Pero señora Verónica le impidió con una mirada.

-¿Crees que a nuestra familia falta dinero? -

-Entonces, ¿qué es lo que quieres? ¡Dímelo de una vez! -

Mateo no quería que Rosaría se enredara con Señora Verónica por mucho tiempo. Pensaba, "Hace falta salir de este apuro cuanto antes para poder llevar a Rosaría a comer."

Señora Verónica estaba muy molesta, pero al ver lo grosero que era Mateo, no pudo evitar enojarse aún más.

-Mírame la cara. ¡Esto es pintura! ¡Tu hijo me echó pintura en la cara! ¡Si hubiera tardado más tiempo en limpiarla, mi cara se habría quedado desfigurada! -

Al acordarse del dolor que le pasó, incluso tenía ganas de golpear a Eduardo con látigos.

Mateo de repente se rio.

-Bueno, la próxima vez le voy a acordar a Eduardo que use otra cosa, ya que la pintura no es fácil de limpiar -

-¿Qué? -

Señora Verónica casi se desmayó por la furia.

Rosaría tiró de la manga de Mateo y lo miró con ojos llenos de reproche.

Pensaba, "Venimos para resolver problemas ¿Por qué no deja de provocar a la Señora Verónica? Si de verdad se desmayara por la furia, ¿cómo podría yo salir del apuro?"

Al verle hacer eso, Mateo lo entendió y prestó más atención a sus comportamientos.

Las personas al lado de la Señora Verónica le consolaron e incluso había una que le alcanzó un vaso de agua caliente.

Tomó un sorbo de agua caliente y finalmente se tranquiló. Miró a Rosaría enojada y dijo -Ustedes dos son muy parecidos. Tu hijo me pegó y hoy voy a hacerle pasar la factura. ¡Arrodíllate! Te daré diez latigazos, y les dejo tranquilos -

Al escuchar las palabras de Señora Verónica, la expresión de Mateo cambió inmediatamente.

-Señora Verónica, será mejor que lo piense otra vez. Darle a mi esposa diez latigazos no tiene nada que ver con lo que hizo mi hijo. No me voy a mover a ver si te atreves a azotar a mi esposa o no -

La expresión de Rosaría también cambió.

Pensaba, "Sea como sea, Eduardo es solo un niño. Claro que él tiene la culpa de este accidente. Pero ahora me quiere azotar a mí. ¿Qué es eso?"

Rosaría miró a Señora Verónica y ella también le estaba mirando.

-¿Por qué me mires? ¿No estás de acuerdo conmigo? ¡Entonces lárgate! Mañana, haré saber a todo el mundo lo maleducado que es tu hijo. ¡Quiero ver si los demás me apoyan a mí o a ti! -

La esquina de los labios de Señora Verónica se curvó ligeramente. Sabía muy bien que Rosaría iba a resignarse por su hijo.

Rosaría también se dio cuenta de que lo que quería señora Verónica no era nada más que vengarse de ella con la excusa de Eduardo.

Pensaba, "Me guarda mucho rencor por lo que pasó a Ada y a Marte. Pero por desgracia no me pudo hacer nada debido a Javier. Ahora tiene una oportunidad tan buena para desahogar su furia. Claro que la aprovechará al máximo."

Mateo miró a Rosaría, sin saber lo que estaba pensando, y la jaló detrás de ella.

-Señora Verónica, si de verdad necesitas azotar a alguien para desahogar tu ira, está bien. Se dice que el padre tiene la culpa por lo maleducado que es su hijo. Así que debe ser yo quien recibo el castigo. ¿No son sólo diez látigos? ¡Yo los recibo! -

Mientras hablaba, Mateo se quitó la ropa y demostró su pecho con musculoso.

Los ojos de Rosaría se humedecieron al instante.

-No lo hagas. Sabes muy bien que la persona a la que está apuntando soy yo -

-Eres mi esposa. ¿Qué diferencia hay entre tú y yo? Lo que quiere Señora Verónica no es nada más que desahogar su ira. Hacemos lo que nos pide y ya -

Dijo Mateo sin rodeos.

Señora Verónica no se enojó por sus palabras sino dijo sonriendo -Está bien. Recuerda que no soy yo quien te obligo a hacerlo -

-¡No digas más! Pero señora Verónica, le aconsejo que te comportes con medida. De lo contrario, el tiempo te pasaría factura -

Las palabras de Mateo provocaron a señora Verónica.

-¡Tráeme el látigo! -

La doctrina educacional por la que abogaba la familia Suárez consistía en que quien bien te quiere te hará llorar. Así que era normal que guardaba un látigo en la casa.

Alguien inmediatamente trajo un látigo y se lo entregó a Señora Verónica.

Señora Verónica le dijo al mayordomo que estaba a su lado -¡Ven!

Si hubiera sido Rosaría quien recibiría los latigazos, habría tenido mucho gusto de hacerlo ella misma. Pero si era Mateo, creía que era mejor que lo hiciera otro porque seguro que le iba a cansar mucho.

El mayordomo no se atrevió a hacerlo.

-¿De qué tienes miedo? Somos nosotros quien tenemos la razón -

Señora Verónica miró enojada al mayordomo.

Rosaría se sintió angustiada. Quería levantar a Mateo, pero él le impidió.

Él sonrió y dijo -No te preocupes. ¿No son sólo diez latigazos? No tengas miedo. Cierra los ojos y cuenta hasta diez. Cuando llegue el número, abre los ojos y vámonos a casa a comer. Mamá ha cocinado el pollo con mango que te gusta -

Al ver a Mateo hablar con tranquilidad, los ojos de Rosaría se humedecieron de nuevo.

Ella sabía que Mateo había sufrido mucho por culpa de ella.

-¡Empieza! -

Más cariñosos que se comportaban ellos dos, más enojada se volvía señora Verónica.

Pensaba, "¿Por qué se comportan así?"

"¿Para mostrarme el amor filial?"

"¿Para poder burlarse de lo mal que trato a mi nieta?"

Señora Verónica se sentía cada vez más enojada.

El mayordomo no se atrevió a desobedecerle, y lanzó su látigo hacia la espalda de Mateo.

Mateo soltó un resoplo lo cual destrozó el corazón de Rosaría.

-Mateo -

-¡No te preocupes! Cierra los ojos, no mires -

La voz de Mateo era tan suave, como si no estuviera siendo castigado.

Al final, las lágrimas de Rosaría corrieron por su mejilla.

Pensaba, “No he hecho nada malo. ¿Por qué a señora Verónica siempre le molestó?”

"Además, Mateo está sufriendo por mi culpa. Sin importar donde esté, siempre estoy acompañada de infortunio."

Rosaría seguía culpándose a sí misma, contando el número de látigos.

Diez latigazos que recibió Mateo fueron una de las torturas más cruel que había pasado a Rosaría.

Cuando finalmente terminó, Rosaría abrió los ojos atropellada. Al ver la herida en el cuerpo de Mateo, sus lágrimas volvieron a caer.

-Señora Verónica, ¿está contenta ahora? -

La voz de Rosaría llevaba un tono interrogativo.

No entendía por qué trató a uno de sus familias así.

Pensaba, "¿Acaso le gusta verle sufrir a sus familias?"

Señora Verónica nunca había visto a una mirada tan rencorosa de Rosaría.

Incluso cuando le dijo que le quitaría de la lista de los miembros de la familia Suárez, Rosaría no la miró con tanto resentimiento.

Sin embargo, ahora la mirada de Rosaría era como una cuchilla afilada que penetraba directamente en el corazón de Señora Verónica.

-¡No fue culpa mía! -

-¡Sí! No debería haber soñado con volver a la familia Suárez. No debería tener ninguna relación con vosotros. Han pasado veinte años. No estabais a mi lado cuando más os necesitaba. ¿Por qué debería reconoceros ahora? ¡Para mí, sois solo unos desconocidos con quien tengo relación de parentesco! Si no fuera por esta relación, ¿te atreverías a azotar a Mateo hoy? Si pidiera a Eduardo que te pidiera disculpa, ¿te atreverías a hacerle daño a él? ¿Qué es lo que he hecho mal? ¿Qué hiciste a vosotros, por lo que me odiáis así? Si no quieres verme más, me voy de la Ciudad H y ya. ¡Me importa un pepino quien sea tu nieta! No me olvidaré nunca de estos diez latigazos hoy. Yo, Rosaría, juro que no importa lo que le pase a la familia Suárez o a ti en el futuro, ¡no os ayudaré! ¡Tú y yo somos desconocidas a partir de hoy! -

Después de decir eso, Rosaría levantó a Mateo y le vistió, pero tenía miedo de que le doliera la herida, por lo que hacía con mucha cautela.

Al ver las lágrimas de Rosaría, el corazón de Mateo estaba a punto de romperse.

-No te preocupes, no me duele -

-¿Cómo qué no te duele? No estás hecho de hierro -

Rosaría sintió que a Mateo le había tocado una suerte pésima por haberse casado con ella.

-Está bien, no son heridas muy graves. No les debemos nada en el futuro -

Después de que Mateo terminó de hablar, cogió la mano de Rosaría y se fueron.

Señora Verónica de repente entró en pánico. Ella sintió que después de que Rosaría saliera de esta puerta, muy posiblemente no volvería a verle por el resto de su vida.

Se sentía muy angustiada.

-¡Para! ¿He dicho que os podáis ir? -

A señora Verónica le dio pena pedirles que se quedaran así que les dijo esto.

Rosaría se detuvo, luego se dio la vuelta y dijo fríamente -¿Qué? ¿Quieres dar diez latigazos a mí también? -

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