¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 426

Sin ninguna demora, Rolando se fue corriendo al sótano.

Ahí Mateo estaba lidiado todavía con Cecilia, y se volvió desconcertado en cuanto lo vio a Rolando acercarse.

-¿Qué pasó? -preguntó Mateo.

-Ven, tengo algo que decirte -

Rolando no se lo diría delante de Cecilia, quien era astuta, y capaz de destruirlo todo.

En cuanto lo vio, Cecilia lo insultó a gritos.

-¡Rolando! ¡Hijo de puta! ¿Cuánto sufrió mi hija por ti? Te había nacido un hijo, y tú ¿qué le habías hecho? Eres un cobarde que ni siquiera te atreviste a protegerla. ¿Sabes cuánto sufrió en tu familia? ¡Hijo de puta! -

Escuchando sus palabras, el rostro de Rolando se demudó.

-¿Sufrió en mi familia? Si ella no hubiera nacido un hijo, el negocio de la familia Gómez se habría estancado ya. Y tú habrías perdido tu posición en la sociedad de clase alta. Durante los cinco años ella había conseguido todo, pero, ¿se casó conmigo para ser mi esposa decente? -

Mientras discutió Rolando con Cecilia, los recuerdos amargos se le brotaron que le hicieron darse cuenta de lo imbécil que era.

Si no hubiera preocupado por Rosaría, no habría entrado aquí para las discusiones inútiles.

Hasta hoy en día, Rolando sentía mucho odio hacia Cecilia.

Si no le hubiera educado mal, Estela no habría llegado a tal situación, ni tampoco condenada a la muerte.

Su muerte era un daño irreversible para su hijo.

"¡Sin vergüenza que me insultó de tal manera!" pensó Rolando.

Las palabras de Rolando le hicieron aún más enojada a Cecilia.

-De todas maneras, te has casado con mi hija, entonces sigo siendo tu suegra. ¿Vas a permitir que tu hermano me maltrate? Si hubiera vivido Estela, nunca te lo perdonarías -

-Cállate, ella ya está muerta -

Terminadas las palabras, Rolando se marchó.

-¡Rolando! ¡No te muevas! Estela tenía un mensaje para ti, ¿no lo quieres escuchar? -gritó Cecilia.

De repente se detuvo Rolando, pero no la miró -¡Que su mensaje se encierre junto con ella! Y tú lo guardas para el resto de tu vida -

Sin ninguna vacilación, Rolando salió del sótano.

Mientras Cecilia gritaba, le toparon la boca.

-Hablaremos cuando hayas decidido decirme la verdad -dijo Mateo.

Terminadas las palabras, se marchó Mateo.

Cecilia se rompió en sollozos, pero nadie le haría caso.

-¿Qué pasó? ¿Dónde está Rosaría? -preguntó Mateo preocupado.

-¿Has visto el mensaje que te envié? -dijo Rolando.

-¿Qué mensaje? -

Mientras Mateo buscó su teléfono, no lo encontró.

Entonces se acercó al coche por el teléfono y revisó el mensaje, de pronto se quedó aturdido.

-¿Entró Rosaría al sótano? -

-Sí -

Sus palabras le hicieron a Mateo aún más desalentado.

El escalofrío le recorrió todo el cuerpo pensando en el rostro demudado de Rosaría.

Mientras Mateo subió las escaleras, lo detuvo Rolando -Rosaría se acostó con Eduardo, y no quiso que les molestara nadie -

Entonces se detuvo Mateo.

Mientras revisando el mensaje, recordó lo que le había dicho a Cecilia durante los días, y se quedó aún más nervioso.

-¿Por qué nadie me lo avisó? -

-Puede que ella no se lo permitiera -

De pronto Mateo se calló.

Al final subió las escaleras. Abriendo la puerta de la habitación de Eduardo, se dio cuenta de que estaba cerrada por dentro.

"¡Rosaría está enojada!"

Pensó Mateo.

Quería explicárselo a Rosaría, pero ¿de qué manera?

Además, con la puerta cerrada, Mateo comprendió que Rosaría no lo quería escuchar.

Hacerla descansar bien siempre había sido el deseo de Mateo. Ahora que ella se acostó, él se quedó inquietante.

Después de unas vueltas inútiles delante de la puerta, al final Mateo bajó al primero piso.

Nunca se había quedado tan nervioso como ahora.

A pesar de que las olas de agotamiento le empujaron una tras otras, Mateo se mantuvo lúcido y las inquietudes le impidieron descansar.

No sabía cómo se sentía ahora Rosaría, lo único que quería era abrazarla fuertemente y explicárselo todo.

Pensaba que Rosaría le comprendería, pero en un santiamén todo se vino abajo.

No era tan fuerte como se imaginaba.

Inquietante, ansioso, Mateo daba las vueltas distraído por la sala, pero nada le tranquilizó.

Quería ver a Rosaría, pero su juicio le impidió.

Debería estar muy cansada. Cuando hoy Mateo se fue por Cecilia, ella estaba preocupada. Ahora que todo marchaba bien, descansaría por un buen rato.

Pero sin ella a su lado, Mateo se quedó inquietante.

Nunca pensó que la amaba a Rosaría de una manera tan ciega.

Mientras mentía a Rosaría, tampoco se sentía cómodo.

Pero no tuvo ni siquiera un chance para explicárselo.

El tiempo pasó volando, pero Mateo estaba sufriendo.

Apagó la luz y encerrado en la oscuridad, sin embargo, nada le tranquilizó, y el frío junto con la soledad le rodeaba.

Entonces se levantó y salió.

Mientras Rosaría se quedó dormida profundo. Ahora estaba relajada porque se enteró de que estaba salvo y sana su hija Laura.

Pero soñaba de manera interrumpida. En los sueños se encontró con todo tipo de personas y ligada con muchos líos. Se quedó perdida en un recuerdo infinito en que se repetían los mismos sucesos.

Cuando se despertó Eduardo, vio a Rosaría durmiendo con un rostro lívido. La quería despertar, pero en vano, luego la escuchó murmurando algo.

-Corre, Eduardo, corre -

Murmuró Rosaría ansiosa y angustiada. Eduardo se quedó nervioso y la movió suavemente.

-Mamá, despierta, estoy aquí -

Eduardo apretó fuertemente sus manos. El calor y la ternura de su palma que le transmitió a Rosaría le hicieron más tranquila.

De repente sonó el teléfono de Rosaría.

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