-¡Señora Rosaría, tenga cuidado! -
Mariano fue el primero en notar que algo andaba mal.
Oyendo el grito de Mariano, Rosaría apretó a Laura entre los brazos al instante.
El que se acercaba era un hombre alto, quien iba directamente hacia Laura, Rosaría se apresuró a entrar en la habitación con su hija y cerrar la puerta muy asustada.
-Madre, padre, cuidad de Laura por mí -
Entregando a la hijita a la pareja González, Rosaría miró hacia afuera desde la mirilla.
El tipo ese era tan fuerte como Mariano y estaban peleándose.
Rosaría frunció el ceño.
"Ahora Cecilia y Mohamed ya están controlados, ¿quién más podría venir a robar a mi hija?"
"¿Podría ser Mateo?" Se preguntaba.
"¡No, es imposible!"
"Mateo nunca haría esto." Pensaba Rosaría.
Estaba segura de que aun cuando Mateo se hubiera aprovechado a su hija para la venganza sobre la familia Suárez, no haría tal cosa.
Pronto ese hombre se volvió débil y agotado, y antes de que Mariano pudiera agarrarlo, hizo un truco para distraerlo y huyó de inmediato.
Mariano quería detenerlo, pero Rosaría lo impidió.
-¡No te vayas! Puede que hayan puesto trampas para que entres, entonces no lo sigas. Necesitamos tu protección aquí -
Rosaría analizaba la situación racionalmente.
Si ese tipo había venido por Laura, volvería a hacerlo sin falta. Así que no podía dejarla sola.
Mariano se acercó a ellas, y al verificar que no estaban heridas, preguntó -Señora Rosaría, ¿conoce a ese tipo? -
-No. Nunca lo he visto antes -
Rosaría tenía buena memoria, pero no creía que lo conociera.
Mariano parecía un poco preocupado.
-Señora, es mejor que vuelva conmigo -
-No quiero volver por el momento. Puedes traer aquí a más personas para ayudarme -
Rosaría sabía lo que Mariano quería decir, pero ya estaba decidida.
Manuel y Nuria estaban asustados por lo que acababan de surgir.
-¿Qué está pasando? Ahora que lo de las fotos ya está resuelto, ¿por qué esta vez vino por Laura? -
Nuria temblaba y abrazaba fuertemente a Laura.
Al ver lo asustada que era, Rosaría la consoló -No pasa nada, madre. Es inevitable que alguien envidie a la familia Nieto por su riqueza. Sólo tenemos que tener cuidado -
-¡Qué malvados son ellos, que se atreven a robarle la hija a una mujer en pleno día! -
Nuria estaba tan preocupada que se apresuró a llevar a Laura adentro.
Sin embargo, Laura permanecía calmada. La niña no pensaba en nada más que comerse la pierna de pollo y no se había dado cuenta de lo que pasaba.
-Abuela, ¿qué te pasa? -
Mirando a su abuela, Laura le preguntó con preocupación.
Sin embargo, Rosaría se sintió aliviada por lo descuidado de su hija.
Mariano no podía irse, así que llamó a Mateo rápidamente y le contó todo lo que había pasado.
Rosaría no lo impidió, entró en la sala de estar con Manuel y dijo suavemente -Padre, perdóname, os he dejado preocupados recientemente -
-Está bien, Mateo nos ha dicho que te has escondido para esperar el momento oportuno. Ya no estamos preocupados, porque pensamos que Mateo te protegerá. Pero ¿qué haces volviendo con estos equipajes? ¿Os habéis peleado? -
Manuel era muy cuidadoso y se dio cuenta de la maleta detrás de Rosaría.
Rosaría dijo sonriendo -No es así, simplemente porque os echo de menos. Además, quiero relajarme unos días aquí -
Manuel la escuchaba sin decir nada.
Nadie conocía mejor a Rosaría que él. A pesar de su apariencia delicada, ella siempre era muy terca con sus decisiones. Entonces si ella no le quería contar nada, no lo haría aunque le preguntaba.
-Bueno, así que puedes pasar algún tiempo con tu madre. Ha estado tan preocupada por ti que incluso ha perdido mucho peso -
-Padre, ¿no estás preocupado por mí? -
Rosaría continuó con una sonrisa.
ÉL negó con la cabeza y dijo -No. Con lo astuta que eres, nada te será amenaza -
-Padre, sé que estás bromeando. Bueno, te serviré una taza de té -
Diciendo eso, Rosaría se levantó y fue a la cocina.
Mirándola, Manuel sonrió contentamente.
Nuria salió del baño con Laura tras lavarle las manitos, y al ver a su marido solo en la sala de estar y a su hija en la cocina, dijo -Vaya, ¿cómo puedes mantenerla ocupada a Rosaría si ella acaba de volver a casa? ¿No puedes hacerlo tú solo? -
-Pero ella misma quiere hacerlo por mí -
Dijo él con orgullo.
Nuria lo echó un vistazo y dijo -Vale, vale, ya lo sé -
Al ver eso, Laura se metió en el regazo de Manuel y preguntó en voz suave -Abuelo, ¿te gusta el té? -
-Sí, me gusta mucho -
La niña le agradaba porque se parecía mucho a la Rosaría infantil.
Laura dijo de repente -Entonces te compraré muchas hojas de té cuando me den dinero -
Oyendo eso, Mateo lo siguió.
Estaba tan cerca de Rosaría que podía olfatear la fragancia en su cuerpo, pero no se atrevía a tocarla, temiendo que algo fuera mal.
Nunca se creía un hombre que tenía miedo de la esposa, pero ahora ya no estaba tan seguro.
Laura dijo entre los brazos de Mateo -Papá, acabo de comer una gran pierna de pollo -
-¿De verdad? ¿No tienes miedo de engordarte? -
Mateo le tocó la carita regordeta cariñosamente.
-¡No! -
Viendo que su marido parecía tener algo que decirle a Mateo, Nuria le hizo un gesto a Laura y dijo -Laura, ven, te llevo a comer algo delicioso -
-¿Comemos tartas? -
Laura gritó emocionada.
-Bien, las haré por ti si te gustan -
-¡Hura! -
Laura se puso entusiasmada tan pronto como oyó eso. Rápidamente se levantó y la siguió a la cocina.
Ahora en la sala de estar solo están Manuel, Mateo y Rosaría.
Rosaría permanecía en silencio, preparando el té con mucha atención.
Preparar el té era un arte, pero Mateo nunca sabía que Rosaría lo conocía tan bien.
Parecía que la educación de Manuel funcionaba.
Entre el vapor y la fragancia del té, Mateo no podía retirar su mirada de Rosaría.
Manuel los miraba y estaba más o menos consciente de lo que pasaba.
-Rosaría, ya es hora. Sírvele una taza de té a Mateo -
Ya que él le había pedido, Rosaría no dijo nada. Tomó las tazas y les iba a servir el té.
-Lo hago yo mismo -
Mateo dijo con el brazo extendido, pero Rosaría lo impidió -No te muevas -
Entonces se quedó inmóvil.
Viendo lo cauteloso que estaba, Manuel frunció el ceño, pero no dijo nada.
Terminando su trabajo, Rosaría dejó la tetera y le dijo a Manuel -Padre, voy a ayudar a mi madre en la cocina. Podéis seguir charlando -
Diciendo eso, se levantó y se fue. Había pasado esos minutos sin echar un vistazo a Mateo.
Mateo se sintió tan amargado que ya no quería probar esa taza de té ante él.
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