¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 516

Los pasos se detuvieron en la puerta de la habitación de Rosaría, pero nadie llamaba ni entraba.

El ceño de Rosaría se frunció ligeramente y se levantó a toda prisa, fue directamente a la puerta y la abrió violentamente.

—¡Señora!

Fuera de la puerta estaba Yolanda.

La expresión que le dirigía a Rosaría le sorprendió un poco.

—Yolanda, ¿qué haces aquí? ¿Hay algún problema?

—No, no es nada grave, es sólo...

Yolanda vaciló.

Cuanto más vacilaba, más sentía Rosaría que algo andaba mal.

—¿Qué pasa?

—El señor Rolando ha dicho que va a descansar un rato y que no quiere que nadie lo moleste. Pero se dejó el móvil en el salón. Y alguien lo está llamando continuamente. No sé si debería entrar a despertar al señor Rolando, así que vine a preguntárselo a usted.

Yolanda se apresuró a terminar la explicación y entregó el teléfono de Rolando a Rosaría.

Rosaría no lo cogió.

Había cámara de vigilancia en esta habitación.

Además, ¿cómo pudo Rolando ser tan estúpido como para dejar su teléfono en el salón?

Hoy en día el móvil era muy importante, allí había de toda información.

Esto era claramente una trampa.

Y el hecho de que Yolanda no se dirigiera directamente a Rolando, sino que viniera a preguntarla a ella daba a entender algo, Rosaría era consciente de eso.

¿Pero Yolanda no trababa para la señora Lorena?

Al parecer Rolando realmente tenía un par de trucos bajo la manga, hasta podía controlar a alguien que trabajaba para la señora Lorena.

Rosaría miró a Yolanda y dijo con frialdad:

—Es el teléfono de Rolando, no puedo hacer nada, será mejor que vayas a dárselo a Rolando.

—Pero el señor Rolando ha ordenado que nadie le moleste.

Yolanda parecía especialmente ansiosa y avergonzada.

Rosaría dijo con frialdad:

—Hay prioridades con los asuntos, y Rolando ahora es el presidente del Grupo Nieto, así que, si algo se demora, ni tú ni yo podemos responsabilizarnos de ello. Es mejor esperar una reprimenda de Rolando que demorar algunos asuntos importantes. Ve.

Yolanda todavía estaba un poco nerviosa.

—Señora Rosaría, ¿por qué no va usted? Es la cuñada del señor Rolando, no le hará pasar un mal rato.

—Yolanda, ¿has olvidado quién eres? En esta casa, ¿tienes derecho a mandarme órdenes?

La cara de Rosaría se puso sombrío.

Yolanda se encogió, probablemente no esperaba que Rosaría fuera tan severa de repente, y no pudo evitar tragar saliva y decir:

—Señora, no es que le mande órdenes. Solo me da un poco de miedo el señor Rolando. Últimamente el señor Rolando no parece ser el mismo de antes, a veces cuando está solo, su mirada me espanta.

Al escuchar a Yolanda decir eso, Rosaría no estaba segura de si lo decía a propósito o si realmente quería transmitirle alguna información, pero, de cualquier manera, no podía ir a Rolando.

Esto era claramente una trampa tendida por Rolando y ella habría sido una tonta al meterse en ella sabiendo que era una trampa.

—No digas tonterías. Rolando siempre ha sido un tipo gentil. Si sigues hablando mal del señor Rolando, la señora Lorena te castigará cuando vuelva. Venga, ve a darle el teléfono al señor Rolando.

—Sí, sí, sí.

Yolanda se dio la vuelta con cara de amargura.

Rosaría tampoco se quedó mucho más tiempo y simplemente cerró la puerta y se fue al baño.

Temía que el baño también estuviera vigilado y se puso a buscarlo, pero afortunadamente no había nada.

Eso alivió a Rosaría.

¿Qué quería hacer Rolando?

Rosaría se dio una ducha apresuradamente y, luego cuando salió, sonó el motor de un coche afuera.

—Yolanda, ¿quién está fuera?

Rosaría abrió la puerta de su habitación mientras se secaba el pelo, justo a tiempo para ver a Yolanda en el salón, y preguntó con despreocupación.

—Es el señor Rolando. El señor Rolando contestó al teléfono y parece que hay una emergencia de la empresa, por eso se va.

Las palabras de Yolanda hicieron que Rosaría entrecerrara ligeramente los ojos.

Qué casualidad eso de salir por una urgencia ahora.

¿Fue para darle tiempo de salir a reunirse con el hombre del señor Joaquín?

Rosaría pensaba que todo era una demasiado coincidente.

No era una niña y naturalmente podía ver el juego sucio que había en esto.

Tal vez Rolando sacó a los niños para crearle una oportunidad de conocer al hombre del señor Joaquín.

Entonces, ¿quién era el hombre de ese señor Joaquín?

¿Alguien que trabajaba para Rolando?

En caso de que fuera uno de los hombres de Rolando… Si acudiera a la cita, estaría exponiéndose ante Rolando, porque demostraría que sospechaba de él.

Pero si no fuera y el señor Joaquín en verdad trabajaba para Mateo, ¿no habría perdido la oportunidad de tener noticias de Mateo?

Al fin y al cabo, ahora que Mateo estaba desaparecido, ¿quizás ese señor Joaquín supiera algo?

Rosaría dudó en su mente, sin saber qué hacer con ello.

A medida que pasaban los minutos, Laura durmió hasta las tres. Cuando se levantó, insistió en ir a ver a Adriano.

Rosaría no pudo decirle que no y la mandó a la habitación de Adriano.

Adriano no se había despertado.

Rosaría, algo apenada, le dijo a Laura:

—Adriano aún está durmiendo, así que no lo molestes. Vuelve a la habitación y dibujaré contigo, ¿vale?

—No, me quedaré con Adriano, todavía está herido.

A Laura le gustaba especialmente pasar el tiempo con Adriano.

Rosaría tampoco podía decir nada al respecto.

—Pórtate bien. No despiertes a Adriano y mira los dibujos animados tú sola, ¿vale?

—Vale.

Lo que les faltaba era una vida en paz con toda la familia junta.

Pero era inútil hablar con Laura de eso, ella tampoco lo entendería.

—Buena chica, come.

Mientras los dos niños comían, Rosaría no tenía nada de apetito.

Le preocupaba que le hubiera pasado algo a Mateo. Mario no le había dado ninguna noticia. Y ahora la casa de los Nieto estaba bajo la vigilancia. Incluso tenía que actuar con cuidado para hacer una llamada.

Parecía un pájaro atrapado en una jaula, incapaz de hacer nada.

A las ocho de la tarde, Rosaría estaba sentada leyendo un libro con una expresión muy seria.

No le afectó lo más mínimo, como si no hubiera visto al hombre durante el día y no hubiera escuchado al hombre hablar de la cita de las 8.

Yolanda trajo un vaso de leche para Rosaría y se retiró.

No fue hasta después de las nueve que Rosaría dejó el libro, se tomó la leche y se aseó antes de irse a la cama.

Rolando observó el monitor con el ceño ligeramente fruncido.

El secretario que estaba a su lado era uno nuevo, fue ascendido tras la llegada de Rolando a la presidencia del Grupo Nieto, se llamaba Vicente Martínez.

Vicente miró lo que tenía delante y susurró:

—Señor Mateo, parece que esa mujer no se deja engañar.

—¿Está seguro de que el hombre del señor Joaquín se ha reunido hoy con ella en el parque de atracciones? —preguntó Rolando con cierto descuido mientras jugaba con el bolígrafo que tenía en la mano.

Vicente sabía que cuanto más se comportaba así, más misterioso era.

—Sí, nuestra gente vio que Diego conversó con ella. En cuanto a lo que se dijo, no pudimos oírlo del todo porque estábamos demasiado lejos, pero algunos que podían descifrar los movimientos labiales vieron la parte clave, que decía algo sobre las 8 de la tarde la Cafetería Egeo.

—Ya son las 9:30.

Las palabras de Rolando hicieron que Vicente se sintiera un poco nervioso.

—Tal vez no conoce a Diego y pensó que es una trampa.

Rolando, sin embargo, se burló.

—Rosaría es, en efecto, una mujer inteligente. Y es un desperdicio que una mujer así esté con mi hermano. Si Estela fuera la mitad de inteligente que ella, tampoco habría muerto.

Sin saber cómo tomarse las palabras de Rolando, Vicente guardó silencio.

—Tengo que volver para ver si esa cuñada mía de verdad está tan calmada.

Rolando se levantó, tiró el bolígrafo sobre la mesa y le dijo a Vicente:

—Si no tienes nada que hacer sigue vigilando. Mira lo que debes mirar. Y lo que no debes mirar, ya sabes.

—Sí, sí, sí, lo entiendo.

Vicente asintió con la cabeza a toda prisa.

Sabía lo que Rolando quería decir con eso.

Al fin y al cabo, era el dormitorio de Rosaría, y no se atrevería a mirar si Rosaría estuviera desnuda o algo así.

Pero Vicente no podía entender por qué Rolando se preocupaba por eso cuando tenía una actitud tan odiosa hacia Rosaría y Mateo.

Por supuesto, esa era una pregunta que no se atrevería a hacerlo a Rolando, a menos que estuviera cansado de vivir.

Cuando Rolando se marchó, Vicente siguió sintiendo un frío en la atmósfera durante mucho tiempo.

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