—¿Qué has dicho?
La cara de Rosaría cambió al instante.
Pero Yolanda colgó el teléfono. Rosaría escuchó alguna especie de alboroto antes de que colgara.
¿Alguien quería llevarse a Laura?
¿Quién?
¿Rolando?
Rosaría se apresuró a volver a casa, pero aun así llegó tarde.
Yolanda lloró.
—Señora Rosaría, no he conseguido detenerlos, yo...
—¿Quién fue?
El rostro de Rosaría era terriblemente sombrío.
Yolanda dijo con inquietud:
—Fueron… los hombres del señor Rolando.
«¡Sabía que es él!».
Rosaría se dirigió directamente al Grupo Nieto furiosa.
—Señora Rosaría, el presidente está ocupado, espere un momento, voy a informarle.
El secretario pretendía detener a Rosaría, pero fue empujado por ésta.
Abrió la puerta del despacho de una patada. Todos se quedaron estupefactos con eso; al fin y al cabo, a sus ojos, Rosaría era la señora Nieto, una señorita de la clase alta, la diseñadora Catalina, y en ninguna de sus identidades sería tan grosera y brutal.
Pero para Rosaría, nada de eso importa.
Agarró a Rolando por el cuello y le preguntó con ansiedad:
—¿A dónde te has llevado a Laura y Adriano?
Rolando miró a Rosaría, que estaba muy emocionada, y sonrió.
—¿Por qué estás tan nerviosa? Lo hago por tu propio bien. Verás, ahora que Mateo está fuera, Eduardo está desaparecido y tú no te encuentras bien, los dos niños inevitablemente arman alboroto en casa. Y como a Laura le gusta tanto Adriano, tengo que arreglarlos juntos. No te preocupes, sólo les he encontrado un lugar divertido y me aseguraré de que estén bien.
—Yo soy quien decide a donde va mi hija, ¿qué quiere hacer con llevártela sin mi permiso?
Rosaría temblaba un poco de rabia.
Si no fuera porque no podía vencer a Rolando, no le importaría darle un puñetazo ahora mismo.
Rolando, sin embargo, parecía no darse cuenta de los movimientos brutos de Rosaría y siguió riendo.
—Cuñada, lo hago por tu bien.
—¡Sí? ¿Me quitas a mi hija cuando tu hermano no está a mi lado? ¿A eso lo consideras hacerlo por mi bien? ¿Por qué no me lo parece? Rolando, ¿qué es lo que quieres?
Ahora Rosaría no podía calmarse.
Sabía que ya no era posible seguir actuando como si no pasara nada con Rolando; al fin y al cabo, Rolando había dado su primer paso, y había dado con rapidez y precisión en su punto débil, lo que le obligó a enemistarse con él.
Rolando apartó la mano de Rosaría, se enderezó la ropa y dijo:
—Cuñada, no lo digas tan a malas. Sólo quiero que me hagas un favor.
—¿Llamas a eso pedirme un favor? ¿O me estás coaccionando para que te ayude?
—Llámalo como quieras. Mi objetivo es simple: si puedes encontrar al señor Joaquín y conseguir lo que quiero, Laura volverá sana y salva.
Las palabras de Rolando hicieron que los ojos de Rosaría se entrecerraran.
—No sé a quién es ese señor Joaquín y no sé qué es lo que quieres.
—Es simple. ¿No conoces a Diego? Ha venido a hablarte varias veces.
—¿Me estás espiando?
—Eso suena muy mal. Solo estoy preocupado por tu seguridad y accidentalmente vi a alguien buscándote.
¡Qué ridículo!
A estas alturas, sería inútil que Rosaría dijera que no lo conocía.
—No conozco a Diego y no sé cómo contactar con él, por lo que es imposible que te ayude.
Rolando, sin embargo, sonrió y dijo:
—Sé dónde está Diego, y tan sólo quiero me le hagas decir dónde está el señor Joaquín para que consiga lo que quiera. Para entonces Laura volvería a tu lado.
—¡Qué sinvergüenza eres! ¿No te da vergüenza amenazarme con la vida de tu sobrina? Sí, un hombre como tú, que es un completo descarado, ¿por qué le iba importar eso?
Las palabras de Rosaría hicieron que la sonrisa de Rolando se tensara por un momento.
—Me sorprende que dijeras eso.
—¿Te sorprende? Ahora que pones las cosas en la mesa, ¿por qué no me das una respuesta directa? ¿Dónde está Mateo? ¿Tienes algo que ver con su desaparición?
La mirada de Rosaría estaba fijada en Rolando.
Rolando, sin embargo, dijo débilmente:
—Realmente no sé que mi hermano ha desaparecido.
—No tienes que fingir más. Rolando, te lo dejo claro, si le pasa algo a Mateo o a mi hija, no te lo perdonaré.
Rosaría lo decía en serio. También equivalía a una declaración de guerra con Rolando.
La sonrisa de Rolando finalmente se tensó.
Miró a Rosaría y le dijo fríamente:
—¿Crees que soy muy cabrón?
—No lo creo, es que lo eres.
Rosaría retrocedió unos pasos y miró la cara que era igualito que Mateo, pero con mucha ansiedad.
¿Qué debía hacer?
¿Dónde estaban Mateo y Laura?
Rosaría no tenía ni idea, ni siquiera sabía qué quería Rolando que hiciera.
Sus hombres habían ido a rescatar a Diego, pero no sabían si serían capaces de hacerlo, y ahora Rolando esperaba tan confiadamente su respuesta, acaso sus hombres...
—¿De verdad que no eres tú?
—He estado todo el día en la oficina, ¿a dónde puedo ir?
Las palabras de Rosaría le recordaron a Rolando que Mariano no estaba, y Mario tampoco parecía estar, así que realmente no parecía haber nadie alrededor de Rosaría; no obstante, había mucha gente del Imperio de la Noche, y no sabía si Rosaría aún tenía a alguien del Imperio de la Noche protegiéndola.
La mente de Rolando dio vueltas rápidamente antes de susurrar:
—Pues tendré que hacerte pasar un poco de agravio. A partir de ahora tienes que quedarte en casa. Creo que el señor Joaquín volverá a enviar a alguien ya que tiene muchas ganas de contactar contigo. Espero que entonces me hagas el favor.
Rosaría temblaba de rabia al escuchar tan descaradas palabras de Rolando.
—¿Me vas a encerrar?
—¿Qué tan feo es decir encerrar? Tu salud no es buena, sólo quiero que descanses bien, eso es todo.
Rolando volvió a agitar la mano.
Rosaría estaba rodeada de gente que era una gran amenaza.
Podía sentir que los que estaban frente a ella eran todos practicantes de artes marciales, y si realmente comenzaban a pelear, ella no parecía ser rival.
Ahora que estaba sola tenía que ahorrar fuerzas y esperar a reunirse con Mateo.
—Rolando, será mejor que sepas explicarle eso a tu hermano cuando vuelva.
—Eso ya no es tu problema.
Rolando hizo que se llevaran a Rosaría.
Peor Rosaría se topó de repente con Víctor al salir de la empresa.
—Guapa, ¿a dónde vas?
Víctor les paró con pinta de poco serio.
Los ojos de Rosaría se alegraron ligeramente. Aunque no pudo evitar sentirse un poco triste al pensar que Laura seguía en manos de Rolando.
—A casa.
Las palabras de Rosaría hicieron que Víctor se quedara pasmado.
—¿Ahora tienes guardaespaldas? ¿Cómo va? ¿Ya ha vuelto Mateo?
Víctor pensó que Mateo había vuelto. Como tenía algo que hablar con él, directamente se lo preguntó.
Rosaría dijo apresuradamente:
—Mateo ha desaparecido. Si tienes tiempo, por favor ayúdame a encontrarlo. No me encuentro bien como para salir, así que te lo pido como favor.
Víctor se asombró ante estas palabras.
Él sabía que Rosaría no se encontraba bien, pero era raro que Rosaría lo dijera en público.
Luego su ceño se frunció al ver que la gente que estaba al lado de Rosaría no parecían ser sus hombres.
—Son...
—Señor Víctor, tengo cosas que hacer, le dejo.
Con eso, Rosaría se fue, sin querer perder más tiempo con Víctor. Pero Víctor se dio cuenta de que había algo sospechoso en eso.
Comentarios
Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡No huyas, mi amor!