¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 529

—Felipe, no hay más donuts, la cocina no me las hace, ve a hablar con ellos.

Rosaría se sintió abrumada cuando la figura de Laura apareció frente a ella. Se adelantó y abrazó a Laura, con voz temblorosa decía:

—Laura, ¿dónde has estado? ¿Sabes que Adriano y yo estábamos muy preocupados por ti?

—¿Mamá?

Laura estaba un poco sorprendida, pero encantada.

—Mamá, ¿cómo has encontrado este lugar? ¡Eres increíble! ¿Te ha llamado Felipe? Pero tú teléfono estaba ocupado cuando te he llamado, ¿con quién estabas hablando? ¿Es papá? No tienes a papá para ti sola, ¿por qué siempre lo acaparas? ¿Ya ha vuelto papá?

El aluvión de preguntas de Laura hizo que Rosaría se amargara un poco.

«Mateo, ¿sabes que tu hija está esperando que vuelvas?».

Rosaría estaba triste, pero musitó:

—¿Te quedas en casa de otro porque no puedes comunicarte conmigo? ¿Y encima comiendo donuts? Eres tan despreocupada.

Felipe bajó la guardia cuando se enteró de que Rosaría era la madre de Laura.

—Así que es la madre de Laura, señora, ¿le gustaría entrar a tomar un té? Acabo de llamar a la policía, Laura dijo que alguien la tenía encerrada.

Cuando escuchó a Felipe decir eso, Rosaría se quedó un poco sorprendida, luego miró a los policías que estaban a su lado y dijo con una sonrisa:

—Los niños son demasiado sensibles y lo han malentendido, perdón por hacerlos viajar a todos por nada, le pediré a Mateo que envíe café a la estación de policía más tarde como disculpa.

Cuando Rosaría dijo esto, la policía supo que el asunto de la familia Nieto no requería su intervención.

Era un poco difícil tratar con casos de una familia tan adinerada, si realmente necesitaban que la policía se ocupara de algo, no sabrían a quién podían ofender, y no era bueno ofender a nadie, así que cuando escucharon a Rosaría decir eso, se alegraron por poder irse.

—Pues nada, señora Rosaría, es bueno que no tengamos que intervenir. Entonces les dejamos.

El policía se fue.

Felipe frunció ligeramente el ceño, claramente poco satisfecho con el resultado.

—Señora, ¿qué está haciendo? No viste cómo Laura se desmayó junto a la basura, fue secuestrada.

A Rosaría le dio pena saber que su niña se había desmayado junto a la basura, pero había cosas que no podía decirle a Felipe.

—Gracias, Felipe, por salvar a Laura. ¿Están tus padres en casa? Entraré a saludarles y haré que el padre de Laura venga a agradecerles personalmente por lo de hoy.

—Mis padres están fuera. Estoy solo en casa.

Felipe lo dijo a la ligera, pero a Rosaría le pareció oír un atisbo de desánimo.

—¿Cuántos años tienes?

—Siete.

Felipe sonrió ligeramente, de forma educada y decente, pero un poco lastimera.

—Entonces me llevaré a Laura, ¿o quieres venir a nuestra casa un rato?

Rosaría sabía que no estaba en condiciones de cuidar a otro niño, pero al ver que Felipe se hacía el duro, no pudo evitar pensar en Eduardo.

«¡Qué parecidos son estos dos niños!».

Y en el pasado también era una madre que no podía cuidar bien de Eduardo.

Felipe, sin embargo, sonrió y dijo:

—No, gracias. Tengo clase de piano esta tarde.

—Felipe, vuelve con nosotras, tengo a un hermano y a un primo en casa, te los presentaré, son muy simpáticos.

A Laura le gustó mucho Felipe y tomó la mano de Felipe en un santiamén.

Felipe sonrió aún más suavemente.

—En otro momento, hoy no tengo tiempo, el profesor llegará en unos minutos.

Al oír a Felipe decir esto, Rosaría supo que el chico era muy comedido, igual que Eduardo.

—Bueno, entonces, si necesitas algo, no dudes en llamarme. Aquí está mi número de teléfono.

Rosaría le dio a Felipe su número de teléfono.

Víctor, al ver que Rosaría podía hablar tan animadamente con un niño, no pudo evitar decir:

—Rosaría, sí que eres muy buena con los niños. Mocoso, salvaste la vida de Laura, dime, ¿qué quieres? Puedo conseguirte lo que quieras.

Felipe miró a Víctor, con el rostro algo sereno, el tono ligero, pero susurrando:

—No, gracias, a mi familia no le falta dinero.

Esta afirmación hizo que Víctor se asombrara un poco.

Parecía que le había dejado sin palabras un niño.

La última vez fue Eduardo, esta vez era este mocoso... ¿Víctor parecía tan fácil de intimidar?

—Espera, ¿qué quieres decir? ¿Quieres comparar conmigo en cuanto a riqueza? Perdona, pero soy Víctor Serrano de la Ciudad H. Te recuerdo que no hay mucha gente que pueda hacerme decir esto.

—Gracias, no lo necesito.

Felipe se giró hacia Laura y le esbozó una sonrisa, diciendo:

—Sé buena, llámame si necesitas algo, ya sabes mi número.

—Vale, Felipe, te echaré de menos.

Laura lo dijo amablemente y abrazó a Felipe con pena.

Felipe le devolvió el abrazo suavemente y sonrió:

—Yo también te voy a echar de menos. Sabes la dirección de mi casa, podrás venir a jugar conmigo cuando quieras.

—¿De verdad?

—Claro.

—Entonces quedamos así. Tienes que tenerme donuts preparados para cuando venga —dijo Laura con una cara de comilona.

—Bien.

Felipe esbozó una sonrisa muy cariñosa.

—¡Vale!

Felipe seguía sonriendo muy gentilmente.

Rosaría sentía que Laura era una bendecida por Dios, porque la mimaban a donde fuera. Felipe no era un niño de una familia normal y corriente, y a ella le daba un poco de reparo que Laura aceptara un objeto tan valioso.

A esa chica le gustaba todo, pero perdía el interés en nada, en caso de que perdiera algo tan valioso, no sabría cómo compensarlo después.

Esa pieza de jade no se podía pagar con dinero.

—Laura. No puedes aceptarlo.

Rosaría aún intentó detenerla, pero Laura se puso el collar en el cuello.

—Mamá, venga, me lo regaló Felipe y me encanta.

La reacción de Laura alegró a Felipe.

Cuando Víctor vio lo dudosa que estaba Rosaría, no pudo evitar decir:

—Venga, es sólo un collar de jade, a Laura le gusta, a malas podemos comprarle otro nuevo.

Rosaría lo fulminó con la mirada y dijo:

—¿Comprarle otro nuevo? Mira bien ese collar de jade.

Fue entonces cuando Víctor se fijó mejor y no pudo evitar cambiar un poco de expresión.

—Mocoso, ¿quién es tu padre?

Felipe, sin embargo, dijo escuetamente:

—Sólo es un empresario, no vale la pena mencionarlo.

Dicho eso, acarició la cabeza de Laura y sonrió.

—Laura, recuerda, esto es una muestra entre nosotros.

—¡Sí!

La respuesta de Laura fue sencilla, pero años después, cuando Felipe la buscó con su querida horquilla, Laura se había olvidado por completo de todo esto, pero ya eso formaba parte del futuro.

Rosaría se quedó sin palabras cuando vio que Laura apreciaba como un tesoro al collar de jade que llevaba. Pero al ver que Felipe no tenía intención de recuperarlo, planeó quitárselo cuando Laura no estuviera al tanto y devolvérselo a Felipe.

—Pues nada, adiós, Felipe.

—Adiós, señora.

Felipe sonrió cortésmente como un caballero.

Rosaría le sonrió y se alejó con Laura.

Después de que Víctor subiera al coche, musitó:

—Este mocoso no es tan simple. He visto esa pieza de jade en una subasta, y se decía que había sido subastada por una persona misteriosa. Mi padre se había puesto las pilas para conseguir esa pieza de jade, decía que era bueno para la salud. Me preguntaba qué bien puede traer un trozo de jade para la salud.

Al oírle decir esto, Rosaría estaba aún más decidida en devolver el collar a Felipe.

De repente, un coche les alcanzó por detrás, y su velocidad hizo que Víctor cambiara de expresión.

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