¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 549

—Mamá, ¿quieres verlo? Tengo capturas de pantalla.

Las palabras de Eduardo hicieron que Rosaría se sonrojara.

—No, no me interesa esa parte suya.

—Está bien mirarlo y comparar si es más grande que el de Mateo. Bueno, todavía no he mirado el de Mateo.

A Rosaría casi le daba algo con eso.

—Será mejor que no se te ocurra si no quieres que tu padre te dé una paliza.

Rosaría era incapaz de entender lo que pasaba por la cabeza de Eduardo.

En ese momento, la voz de Sofía llegó desde el exterior.

—Señorita Laia, ¿está usted ahí?

Rosaría se quedó ligeramente aturdida. ¡Se había olvidado de algo importante!

—Sí, pero ahora no tengo tiempo, bajaré a buscarte más tarde, estoy al teléfono —dijo Rosaría a través de la puerta de la habitación.

Sofía estaba un poco confundida, pero tenía vigilancia y guardaespaldas por todo el hotel, y Rosaría no podía escapar, así que no pudo evitar decir:

—De acuerdo, señorita Laia, por favor, apúrese. Ya sabe, no tengo muchos pases en mano, ahora la cosa está muy estricta. Hoy vinieron tres personas más, no se los voy a guardar a nadie en especial…

—Vale.

El ceño de Rosaría se frunció con fuerza.

¿Por qué tanta gente venía aquí? ¿Cuál era la magia de esa Ciudad Subterránea?

A Rosaría le picaba la curiosidad.

Eduardo escuchó algo de la conversación y preguntó en voz baja:

—Mamá, ¿tienes problemas?

—Sí, un poco.

Rosaría lo pensó y concluyó que ahora solo Eduardo podría ayudarla. Antes no le había dicho nada a Eduardo por miedo a que lo supiera, pero no esperaba que Eduardo se enterara por sí mismo.

Ahora Eduardo era el único que podía ayudarla.

—Eduardo, usé un nombre falso para que la gente no supiera quién soy y ahora quieren comprobar el carné de identidad, pero no tengo de eso, ¿hay algo que puedas hacer?

Si hubiera sido un niño común, Rosaría no habría preguntado eso, pero si era Eduardo, sintió que podía intentarlo.

Eduardo frunció ligeramente el ceño.

—¿Cómo es tu nombre falso?

—Laia Rueda.

—Mamá, puedes decirles que has perdido el carné y pedirles que lo comprueben en Internet, porque aunque lo haga ahora, no te llegará a tiempo. Pero si es por Internet, puedo conseguirte una identificación temporal para que no tengan problemas en comprobarlo, pero no por mucho tiempo ya que tengo que hackear el sistema de seguridad de la policía. Mamá, ¿dijiste de dónde venías?

Las palabras de Eduardo habían aligerado el corazón de Rosaría.

—No, me vale con que no sea la Ciudad H.

—Lo tengo, mami, dame tres minutos.

Rosaría se sorprendió un poco.

—¿Tres minutos? ¿Te bastan tres minutos? No tienes que apresurarte, puedo retenerlos por diez minutos o media hora.

—Mamá, si tardas demasiado despertarás fácilmente las sospechas, no te preocupes, puedo hacerlo en tres minutos.

Eduardo colgó el teléfono al terminar.

Golpeó rápidamente el teclado.

Silvia miraba cómo Eduardo descifraba un código que ella no conocía, y se sentía impresionada por él, pero también se sentía un poco inferior.

Era unos años mayor que Eduardo, pero no era comparable con él, y ahora que estaba a su lado, se sentía de repente tan incongruente que sentía ganas de huir.

Eduardo estaba demasiado ocupado hackeando la seguridad de la policía como para ver el complejo de inferioridad de Silvia. Hizo una rápida búsqueda para encontrar un pueblo remoto.

Rápidamente introdujo la identidad falsa de Rosaría y cambió también la fecha de nacimiento y el número de identidad.

Fueron exactamente tres minutos después de que todo estuviera hecho.

Con una leve sonrisa, Eduardo miró el reloj con gran confianza, eran exactamente tres minutos, ni más ni menos.

Al precisar la hora, Eduardo llamó a Rosaría.

—Mamá, ya está hecho.

—¿De verdad?

Rosaría sintió que estaba soñando.

«¡Qué bueno es tener un hijo genio! Es simplemente un regalo de Dios».

Eduardo dijo con orgullo:

—Por supuesto. Te enviaré todos los datos de identidad y podrás anotarlos para no equivocarte. Por cierto, mamá, ese sitio es un pueblo remoto. No me atreví a falsificarlo de alguien famoso ni de alguien sin nada de poder, porque no cuadraría que alguien sin dinero fuera a un lugar como la Ciudad Subterránea. Haré que la gente del Imperio de la Noche se ponga en contacto con el rico Eulogio Montiel, solo tienes que decirles que eres la hija adoptiva de Eulogio, y que vienes a la Ciudad Subterránea por tu padre.

Rosaría se alegró al saber que su hijo lo había preparado todo.

—Bien, gracias, hijo.

—¡De nada!

Eduardo envió los datos de identificación a Rosaría.

Rosaría se sintió aliviada al ver que su rostro aparecía en el sistema de seguridad de la policía.

Anotó rápidamente la información personal y luego respiró profundamente antes de abrir la puerta de su habitación y salir.

—¡Que venga alguien! —Rosaría gritó de repente a todo pulmón.

Sofía fue la primera en acercarse.

—Señorita Laia, ¿qué pasa?

—He perdido mi cartera aquí, ¿no tenéis cámaras de seguridad en el hotel? Comprobadlo de inmediato, ¿será que alguna camarera lo cogió cuando limpiaba la habitación?

La cara de Rosaría era desagradable.

Rosaría agitó la mano, muy impaciente.

Sofía se alegró de que Rosaría dijera esto.

—Sí, sí, señorita Laia, le pediré a la camarera que le traiga algo de comida después para demostrarle nuestras disculpas.

—Jum, ¿crees que me vas a alegrar con eso?

Rosaría volvió a su habitación.

En el momento en que se cerró la puerta de la habitación, Rosaría se dio cuenta de que tenía la espalda empapada.

Resultó que estaba nerviosa.

Siempre había sabido lo capaz que era Eduardo, pero nunca pensó que su hijo sería tan capaz. A Rosaría se le subió el corazón a la garganta mientras Sofía le mandó a alguien que comprobara sus datos de identidad.

Ahora aliviada, todo su cuerpo se desplomó sobre la cama, jadeando.

En este momento llegó el mensaje de Eduardo.

—Mamá, he descubierto dónde está Víctor y es aquí mismo, mira dónde está este sitio.

Rosaría miró la ubicación que le mandó Eduardo y se apresuró a buscar en Internet, parecía ser una iglesia que estaba a poca distancia del Hotel Real.

«¿La Ciudad Subterránea es una iglesia? ¿O es que la ubicación de Eduardo tiene algún error?».

—Eduardo, esto es una iglesia. Una iglesia normal a simple vista, ¿acaso Víctor está aquí?

Eduardo se quedó un poco sorprendido por las palabras de Rosaría.

—Pero la señal muestra que está aquí. Aunque la señal no es muy estable, yo soy muy preciso.

Eduardo tampoco sabía qué había fallado.

Cuando Rosaría escuchó esto de su hijo, dijo:

—Está bien, más tarde iré a ver. ¿Dónde estás ahora?

—En la casa de Ernesto.

Eduardo susurró:

—Mamá, ¿voy al complejo militar para ver cómo están Adriano y Laura? Me temo que Laura se pondrá ansiosa si no estás a su lado.

Rosaría no pudo evitar pensar en la conversación que tuvo con Laura.

Todos pensaban que Laura sólo sabía comer y divertirse, pero por primera vez descubrió que en realidad era una chica lista, solo que se escondía las cosas.

—No hace falta, Laura está bien con Adriano. Quédate en casa de Ernesto y mantente en contacto conmigo. Ojalá podamos traer a tu papá y a Víctor de vuelta.

—¡Seguro que sí, mamá!

Eduardo alivió a Rosaría, pero de repente dijo:

—¡Oh, no!

—¿Qué pasa?

Pero Eduardo se cortó de repente.

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