¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 87

Al principio, Mateo quería que Rosaría se quedara por la custodia de Eduardo, pero después de escuchar lo que había dicho Isaac, se sintió muy culpable.

Sin mencionar que su hijo no lo reconoció, ¡incluso él mismo se sintió muy mal!

Mateo palmeó el hombro de Isaac y dijo -Gracias, Isaac. Gracias por tus palabras -

El hombre respondió -¿Quieres casarte con esta señora Catalina? -

Isaac podía notar la relación especial entre ellos, por lo que preguntó con curiosidad.

Mateo susurró -¡Eduardo es mi hijo, mi hijo biológico! Catalina es la madre suya. Ya lo sabes -

Isaac inmediatamente se quedó aturdido.

Sabía que Mateo antes ya había tenido un patrimonio, pero todo el mundo de la Ciudad H sabía que no amaba a Rosaría.

El hombre preguntó -¿Esta Catalina es tu amante? -

Isaac no tenía idea. Aunque sabía que Mateo no lo haría, la situación era tan complicada que no pudo entender.

Mateo se puso aturdido y entendió lo que Isaac estaba pensando. Él sonrió y dijo -De principio a fin, sólo tengo una mujer y es ella -

Sin embargo, Isaac creía que aquella mujer debería ser la amante a la que quería mucho este hombre.

-No es de extrañar que trates a Eduardo de manera tan diferente. Resulta que es tu hijo. Me di cuenta de que Adriano y Eduardo se parecen mucho al escuchar lo que dijiste. Sin embargo, tienen personalidades distintas. Eduardo posee un carácter similar al tuyo -dijo Isaac.

Al oír esto, Mateo se puso atento y dijo -No digas mal de Adriano. Cada uno tiene sus propios méritos. Adriano es un niño común, incluso mucho mejor. No deberíamos hacer comparación entre él y Eduardo -

-El hombre dijo -Señor Mateo, eso no es lo que quise decir. Es que -

-Lo sé. Siempre he sido talentoso e inteligente desde pequeño. Los mayores me elogian y admiran mucho. Y tengo mucha confianza. Cuando tenía veinte años, me di cuenta de que toda la gente tiene su propio merito, e incluso los menos listos pueden resolver problemas de una manera excepcional -contestó Mateo.

Este hombre ya se había puesto muy emocionado.

Isaac no entendía sus palabras y quería conocer la razón por la que le había dicho esto, pero Mateo ya se había levantado y fue al campo de entrenamiento. Ya empezó a hacer ejercicios.

Sabía que Mateo estaba sufriendo mucho, pero no podía decirle a nadie al respecto.

Por la noche, Mateo estaba entrenando atentamente, mientras Isaac lo acompañaba. Al lado, Eduardo estaba mirando a su padre poniéndose en la ventana. Al ver la figura perfecta suya, este chico se juró en secreto que superaría a él.

Rosaría estaba dormida tranquilamente, sin saber lo que estaba pasando.

El sol salió. Mateo se detuvo cansado y se acostó en la silla. Estaba agostado.

Rosaría abrió ligeramente los ojos, sintiendo que algo andaba mal.

Se podía notar un olor familiar en la habitación.

Frunció el ceño ligeramente y se volvió para mirar a Eduardo. Al ver que estaba durmiendo profundamente, ella le tomó de las manos, con mucha emoción.

La mujer se rio cordialmente.

Ella suavemente sacó su mano, tomó la colcha para cubrir a Eduardo. Se levantó, se estiró y vio a una persona tendida en el campo de entrenamiento.

Aunque había niebla, Rosaría reconoció que era Mateo.

El olor que había en la habitación la hizo fruncir el ceño de nuevo.

Pensaba, "¿Cuándo vino Mateo?"

"¿Por qué vino aquí?"

"¿Entró en la habitación?"

Rosaría estaba perpleja. Se puso un abrigo y se levantó para ir allí.

Cuando Isaac vio a esta mujer acercándose, se retiró en silencio.

Mateo estaba distraído y no notó el acercamiento suyo en absoluto.

Rosaría se paró frente a él. Viendo este hombre sudoroso, tuvo muchas dudas.

Era como si todavía fuera el hombre del que se había enamorado durante aquellos años.

-¿Por qué estás durmiendo aquí? -preguntó ella.

Dijo Rosaría con indiferencia.

Mateo de repente abrió los ojos y vio a Rosaría de pie. Parecía a una ninfa.

-¿Rosaría? -preguntó él.

Se sentó e inconscientemente sostuvo la mano de Rosaría.

Ella quería retirarla, pero no era capaz.

Mateo se puso emocionado al sentir el calor corporal de esta mujer.

Dijo -Hace tanto frío. ¿Por qué saliste? Cuídate -

Mateo reaccionó apresuradamente, sacó el abrigo y la cubrió.

Rosaría estaba envuelta en este olor muy conocido.

Mirando a este hombre cariñoso, ella tenía muchas dudas.

No entendía por qué esta persona indiferente trataba a ella misma con tanta cordialidad.

Dijo -Señor Mateo, ¿no estás cansado de actuar así? -

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡No huyas, mi amor!