¡No huyas, mi amor! romance Capítulo 89

Eduardo se dirigió a Rosaría, pero la mirada era huidiza.

No sabía por qué él, pero en este momento de repente no quería que Mateo muriera.

-Mamá, lo siento -

Eduardo hablaba en voz tan baja que apenas se podía oír, pero Rosaría la oyó.

De repente sintió una tristeza tremenda.

Eduardo era un buen niño, comprensivo y entendedor. Como tenía una relación tan buena con Adriano, debería de haber actuado así por Adriano, ¿no?

Definitivamente no sería por haber conocido la identidad de Mateo, ¿verdad?

Rosaría se encontraba bastante incómoda, pero viendo la mirada arrepentida y culpable de su hijo, dio un paso adelante y le acarició la cabeza diciendo -No pasa nada. Es que no he pensado que seas tan bondadoso que te puedes esforzar tanto por el padre de tu amigo -

Al saber que Eduardo tenía el mismo tipo de sangre, Adriano saltó por alegría.

-¡Genial! Eduardo, en efecto somos como familiares, que incluso tenemos el mismo tipo de sangre. Le diré a mi papá más tarde que te reconozca como ahijado. En ese momento, seremos una familia verdadera -

-¡No lo quiero! ¡No me apetece ser hijo de tu padre! Lo salvo por tu bien, así que no pienses en nada más -

Eduardo mostró una actitud muy resuelta, dijo con un tono algo desagradable.

Adriano quedó atónito por un segundo. A veces se sentía incapaz de entender a Eduardo, pero estaba muy agradecido por el hecho de que en este momento él podía salvar a su padre.

Al ver los dos niños tan activos en ofrecerse voluntarios, el médico miró apresuradamente a Rosaría.

-Señorita Rosaría, ¿cómo lo piensas? -

-Haz lo que dicen los niños, pero no excedas la cantidad normal de su edad -

-¡Por supuesto! -

Sobremanera alegre, el médico se apresuró a llevar a los dos niños a la sala de análisis de sangre.

Después de que todos los otros se habían ido, Lidia susurró -¿Por qué lo salvas? Cuanto más, Eduardo aún es un niño -

-Laura necesita que Mateo siga vivo. Al menos no puede morir ahora -

Rosaría no sabía si lo había dicho a Lidia o a sí misma, y se le dolió mucho el corazón.

Eduardo y Adriano salieron pronto. El médico dijo que sus tipos de sangre coincidían perfectamente y estaban listos para extraer sangre inmediatamente.

Como fue el hijo de Mateo, Adriano fue el primero que entró.

Eduardo sostuvo la mano de Rosaría y susurró -Mamá, estás enojada, ¿no? -

-¿Por qué así preguntas? -

Rosaría creía que frente a su hijo ella nunca había revelado su actitud hacia Mateo, ni había mencionado el pasado complicado de los dos. Sin embargo, Viéndolo así, ella se puso algo preocupada.

¿Acaso su hijo sabía algo?

Eduardo vaciló por un momento y dijo -No creo que él te guste, no quieres que lo salve yo, ¿verdad? -

-¿Te alegra? -

Rosaría le preguntó en vez de responder.

Eduardo quedó pasmado por un momento.

¿Le alegraba?

Parecía que no le alegraba mucho.

Pero tampoco quería que él muriera.

-Volviste esta vez por Laura, ¿no? Pero no dejas de tratar con él desde que volviste, ¿no es porque él puede salvar a Laura? Si él muere, no habrá oportunidad de salvarla, ¿no? -

Eduardo miró fijamente a Rosaría, pero ella apenas pudo afrontar su mirada emotiva.

En el momento en que Mateo había caído al suelo, ella no había pensado en Laura en absoluto, lo que definitivamente no se atrevió a admitir ahora.

Viendo la mirada expectante de su hijo, Rosaría dijo sonriendo -Sí, por eso has actuado correctamente. Tú lo salvas por tu hermana y por mí, gracias -

-¡Mamá! -

Eduardo la abrazó con todo esfuerzo, sintiéndose muy culpable.

Realmente no había pensado tanto cuando había decidido a donar sangre en ese momento.

Esa persona les había tratado mal a él y a su madre, ¿pero por qué aún quería salvarlo?

Se sintió confundido y vio a Adriano salir con el ceño fruncido.

-¿Qué te pasó? -

Eduardo soltó a Rosaría y miró hacia Adriano.

Adriano parpadeó sus grandes ojos y dijo -¡Vaya dolor! ¡No pensé que doliera tanto extraer sangre! -

-¡Idiota! -

Eduardo lo regañó con desdén y caminó al instante hacia la sala de donación de sangre.

-Eduardo, te acompaño -

Adriano le siguió voluntariamente.

Eduardo pudo ver claramente a Mateo tumbado en la mesa de operaciones.

El hombre que había sido tan animado y orgulloso ahora yacía ahí con la cara pálida sin vitalidad. Eduardo de repente sintió no poder adaptarse a esta escena.

Todavía recordaba que no hace mucho Mateo había hablado a su lado en la cabina del avión. ¿Por qué resultó así en un abrir y cerrar de ojos?

"¿Acaso mamá le hizo daño?"

Eduardo estaba confundido.

Comentarios

Los comentarios de los lectores sobre la novela: ¡No huyas, mi amor!