"Espera un momento".
Fernanda avanzó y juntó las rosas del suelo. Notó que las espinas habían sido cuidadosamente removidas y que las variedades eran bastante raras.
"Sra. Borrego, este viejo ha dañado las flores que el abuelo Mateo había preparado para todos y ha causado una conmoción. Voy a mandar a alguien para que lo saque de aquí".
"Ya que fue un accidente, sería un problema para este señor preparar otro arreglo".
Fernanda dijo: "Dado que estas rosas fueron traídas especialmente por el abuelo Mateo, sería una lástima sólo admirarlas. Sería mejor que cada dama presente tomara una para sentir la intención del abuelo Mateo".
Todos asintieron y el gerente discretamente le hizo una señal al jardinero.
Sebastián se acercó y bajó la voz: "No esperaba que supieras cómo animar el ambiente".
Fernanda se mostró indiferente: "Es un gesto para agradar al abuelo Mateo".
Fuera del club, Lorena, vestida con un elegante vestido negro, bajó del taxi.
Apenas había salido del vehículo cuando sintió las miradas extrañas a su alrededor.
Lorena no pensó mucho al respecto y se dirigió hacia el club.
El guardia de seguridad la examinó de arriba abajo, luego miró el taxi que acababa de partir y dijo: "Señorita, ¿tiene usted una invitación?".
Lorena, que estaba a punto de entrar, se detuvo sorprendida.
No sabía que necesitaba una invitación.
Cuando estaba con Sebastián, siempre entraba y salía libremente. Esa era la primera vez que un guardia le impedía la entrada.
"Disculpe, señorita, sin una invitación, no puede entrar".
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