¿Sabía que era de Elsa? Pero eso no era cierto, Elsa acababa de llegar al colegio y había utilizado una artimaña para librarse de ella, y Agustín ni siquiera la conocía, ¿vale?
Y como el diseño era confidencial, era aún más improbable que Agustín lo llevara al colegio y lo exhibiera con desenfreno.
Con esto en mente, se calmó un poco y envió otra frase:
—Agustín, ¿he hecho algo malo últimamente? Tienes que hablar conmigo, si no lo haces me lo pensaré más, ya estoy enfermo por ello.
Entonces vio que Agustín le respondía:
—No es nada, es que estoy muy cansado estos días, ya quedaremos para hablar de esto en detalle.
Candela miró esto con un poco de pánico,
«¿Qué es?»
«¿Una cuestión de diseño?»
«¿De qué estamos hablando en detalle?»
Pero quizás Agustín sólo quería verla.
Cuanto más pensaba Candela en ello, más sentía esto último, dando saltos de alegría y empezando a probarse ropa y joyas.
Fue también en ese momento cuando Nora entró corriendo en su habitación, desorientada.
Su mirada desolada sobresaltó a Candela y se revolvió para esconder todas sus joyas y ropa, su expresión se torció ligeramente al decir: —Mamá, ¿qué te pasa?
Nora se quedó boquiabierta al ver que Candela tenía tantas joyas, y cayó en la cuenta de que siempre le había parecido extraño que recordara haberle dado tantas joyas a Candela, pero ella seguía diciendo que era pobre.
—Ayer me pedías dinero de bolsillo, diciendo que no podías ni comer, pero ¿qué son esos? —Nora estaba de mal humor y su tono era naturalmente duro.
Viéndola así, Candela retrocedió unos pasos con miedo.
Un rato después, Nora le dijo de repente a Candela con suavidad:
—Vale, mamá ya se ha desahogado bastante, ¿no te ha asustado?
Candela se sintió aliviada, había temido que Nora se volviera loca y si es así, sería una buena oportunidad, ella podía hacerse cargo de una loca para quedarse en la familia Fonseca, pero también tenía miedo.
—Mamá, cuídate, creo que necesitas ir al hospital y hacer un chequeo.
Nora no escuchó el tono de disgusto de Candela, en cambio le pareció dulce y enganchó alegremente sus labios un poco rígidos:
—Está bien, lo sé, cuídate y no te preocupes, no dejaré que Elsa te quite todas tus cosas.
De hecho, tenía un estado mental malo y antes recordaba que Elsa era su hija biológica, pero ahora, a veces, en trance, pensaba que tal vez Elsa era hija de Enrique y otra mujer.
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