PECADO DEL DESEO romance Capítulo 16

Cuando todos los Santalla llegan a saber la noticia de mi embarazo, solo se me ocurre decir: «Dios, ¡me tratan como a una reina!». Ahora me doy cuenta de lo importante que es tener un bebé.

Kenneth es el más contento de todos. Siempre ha prestado atención a su dieta, pero después de ser papá preparativo, lo ha estado celebrando en cada comida. Mientras esté de buen humor, cualquier vino puede aparecer en la mesa.

Mis padres también están muy contentos, porque me atribuyen el mérito de tener un descendiente de la familia Santalla. Al mismo tiempo, como da la casualidad de que una empresa inmobiliaria del Grupo Santalla abre las ventas de unos pisos en el centro de la ciudad, me regalan uno de ellos con las mejores vistas. Es un dúplex con vistas al mar de más de 100 metros cuadrados recién decorado.

Los muebles están hechos de la mejor madera de teca y palo de rosa, los diseño son obras de maestros europeos. Una vez hechos en Europa son transportados hasta aquí.

Me siento conmovida ante todo esto. En el pasado también estuve inmersa en esta felicidad que me he imaginado: pensando que teniendo un hijo me convertiría en la mismísima señora Santalla, que tendría una familia completa con mi esposo, y que los dos envejeceríamos juntos.

Sin embargo, cuando me encuentro con los ojos de Clyde, ese sueño bonito se hace pedazos.

—¿Te gusta, Selena? —Yolanda me ha llevado a ver la casa varias veces, quiere que le saque alguna pega, pero este lugar en sí es perfecto, ¿de dónde podría sacarle pegas?

—Sí, me gusta —Le sonrío.

Luego, Yolanda me toma de la mano y me lleva a una habitación iluminada, donde en lugar de paredes están los cristales transparentes. En el interior hay jacintos de varios colores plantados, en las esquinas hay estanterías de libros al estilo vintage, lámparas de hierro con patas altas y un columpio de ratán con cojines de algodón egipcio a cuadros verdes.

Me enamoro de este lugar de un vistazo, se parece al lugar de mis sueños. Es tranquilo, pacífico y aislado del mundo alborotado.

—Clyde lo ha decorado —dijo Yolanda con tono sereno, como si esté hablando de algún asunto sin importancia, pero sus palabras me dejan un impacto fuerte.

—¿Clyde…? —La miro sin comprender.

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