PECADO DEL DESEO romance Capítulo 2

Cuando él deja escapar un gruñido, y sale de mi cuerpo, me quedo acurrucada en el sofá sin fuerzas.

¡Es el castigo! El dolor que Katherine sufrió en ese entonces ahora me toca a mí.

—Ja... ¡Como una virgen eres bastante buena en la cama! —Clyde me estrangula y se burla en mi oído—. ¡Selena, me gusta cómo tu cuerpo me desean! ¡Me pone mucho!

Sus dedos me colocan bien el cabello desordenado de la frente, luego se desliza por mi mejilla y llega hasta mi clavícula.

—Ve a ducharte. Kenneth estará aquí en nada.

—Selena, ni se te ocurra dejar la casa de los Santalla. Cuida bien de mi hermano... —Su voz baja arde en mi corazón—. Tranquila, esta no será nuestra última vez. ¡Te daré más placer!

Después de que se va, entro cojeando al baño. Al ver la mancha de sangre de mis entrepiernas, me siento con ganas de morir.

Clyde me odia, lo sé. No ha dejado de sospechar que tengo algo que ver con la muerte de su hermana. Desde el primer día en que pisé la casa de los Santalla, empezó mi infierno con Clyde.

En el pasado, también me metía, y se colaba en mi habitación en medio de la noche. Me había hecho de todo menos penetrar en mi cuerpo. Cosa que esta noche ha hecho...

He estado viviendo bajo tortura, de allí mis ansias eran de que llegue el día de casarme con Kenneth.

Pensé que, una vez casada, Clyde dejará de humillarme por muy cabrón que fuera, después de todo tendría en cuenta a su hermano.

¡Pero me equivoqué!

Me limpio el cuerpo como si esté desahogando mis penas, con tanta fuerza que lo dejo rojo y adolorido.

¡Pero es inútil! La humillación de esta noche me acompañará toda la vida. Igual que nunca podré quitara Clyde de mi vida.

***

A la mañana siguiente bajo las escaleras y, los hermanos Santalla están sentados en la mesa del comedor.

Kenneth me sonríe gentilmente, indicándome que me siente. Como no puede sacarme la silla por su discapacidad, le dice a Clyde que lo haga por él.

Clyde sonríe también, se pone de pie y me saca la silla, pero su sonrisa hosca me ha hecho temblar. ¡Parece la encarnación del demonio!

—Siéntate —dice Clyde y me mira con una sonrisa—. Come más, que anoche te quedaste agotada.

Con eso, entro en nervios.

Clyde tiene una expresión sombría y siniestra. No sé qué hará este hombre. Desde que éramos niños, nunca acerté en lo que piensa.

No consigo entenderlo. En nuestro enfrentamiento, él es quien tiene el mando de todo.

Kenneth toma mi mano con preocupado, pregunta en voz baja:

—Selena, ¿dormiste bien?

Asiento con la cabeza.

Anoche Kenneth no entró en nuestra habitación, sino que durmió en la habitación de invitados. Padece una enfermedad cardíaca congénita y el médico le aconsejó especialmente que no hiciera ejercicios extenuantes, incluido el sexo.

Además, la inactividad le ha llevado a tener atrofia muscular en las piernas, por eso necesita estar en una silla de ruedas.

Digamos que casarse con él es igual a no tener sexo.

—Kenneth te está preguntando, ¿te ha comido la lengua el gato? —Una voz fría suena en mis oídos.

Me pongo nerviosa y levanto la cabeza para encontrarme con los ojos severos de Clyde.

—Yo... Sí, dormí bien.

—¿Quién te ha permitido dormir bien? —se burló Clyde—. ¿No sabes que las piernas de Kenneth necesitan ser masajeadas cada tres horas?

—¡Clyde! —Kenneth lo detuvo—. No te pongas tan borde. Selena ha tenido mucho trabajo con la boda y la graduación, quiero que descanse bien, por eso no fui a molestarla anoche.

—¿Mucho trabajo? ¿Qué trabajo? —dice Clyde—. La familia Santalla lo ha preparado todo. Ella no ha tenido que hacer nada.

Estoy en pánico, asustada y avergonzada. Cojo un vaso de leche con intención de disimularme, pero Clyde no me quiere dejar en paz.

—¿Qué haces bebiendo? ¿No ves que el vaso de mi hermano aún está vacío?

Él golpea la mesa con el puño, que todos los platos en la mesa tiemblan.

Mi mano se estremece y el vaso se me cae de la mano. La leche salpica mi ropa y el suelo.

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